Los Spurs van de mal en peor. En casa de Utah Jazz fueron, otra vez y cada vez se está haciendo más habitual, una sombra de sí mismos. Y Gregg Popovich, uno de los mejores entrenadores de la historia de este deporte, está empezando a desesperarse, lo cual dice bastante de la situación.

Los Jazz les pasaron por encima. 139-105, otro partido perdido por más de treinta, pero sobre todo queda la sensación de no haber competido bien en ninguna franja del encuentro. Una auténtica lástima si siguen por estos derroteros.

A mitad del segundo cuarto los Spurs ya caían por 24 (52-28, minuto 17). Luego vinieron algunas jugadas de fabricación propia, triples de Mills o Forbes por aquí y por allá, contraataque esporádicos... todo parches para tapar una herida que desbordaba el apósito.

Había muchos desajustes. Pöltl sumó en la estadística, pero debió ser un muro que no fue tal ante un Rudy Gobert que campó a sus anchas por la zona. Los defensores exteriores llegaban tarde a todas las ayudas y pasaban a regañadientes los bloqueos, lo que generó una serie de situaciones ventajosas incontables para los Jazz que los locales agradecieron mucho. 

El partido estaba sumido en la nada más absoluta. Hubo aficionados que se fueron del pabellón pese a que su equipo ganaba fácil, no había nada que ver en realidad. Popovich decretó el inicio de los minutos de la basura a poco de empezar el tercer cuarto, señal de lo mal que fue todo.

Ricky Rubio estuvo bien, 12+5+7, pero fue el equipo el que brilló, en conjunto. Todos anotaron, los 13 que saltaron a la cancha, siendo sólo el segundo partido de la historia de la NBA en el que los 13 jugadores de un equipo suman en puntos, rebotes y asistencias (el otro equipo fue, curiosamente, San Antonio Spurs en 2014). Los Jazz batieron su récord de franquicia en triples, acertando con 20 de los 33 que lanzaron, un porcentaje del 66%. Aplastante.