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FENERBAHÇE 96-CSKA 101

El CSKA suma su séptima corona tras una final de leyenda

El equipo ruso ganaba por 20 al descanso pero necesitó una prórroga tras una increíble reacción del Fenerbahçe de Obradovic. De Colo, MVP.

El CSKA suma su séptima corona tras una final de leyenda
JOHN MACDOUGALLAFP
ASTV

Algo tiene Berlín. La anterior final de Euroliga que acogió fue legendaria, esta también. Dos partidos enormes separados por siete años y milimétricos ante el espejo: en 2009 el Panathinaikos (con Obradovic) destrozó en el primer tiempo al CSKA (48-28) pero se enfrentó después a una tormenta rusa que casi provoca un milagro (73-71 final). Esta vez, 2016, Obradovic vivió la misma historia pero desde el reverso tenebroso: su Fenerbahçe (el baloncesto turco seguirá sin Euroliga) fue arrasado en el primer tiempo (30-50) pero reaccionó después con una fiereza casi ilógica y se puso por delante antes del último ataque ruso. Con el drama servido, De Colo se ofuscó pero Khryapa recuperó su mal tiro y anotó tras rebote de ataque. Prórroga y despertador: el CSKA salió de su pesadilla hipnótica y se llevó un partido soberbio, memorable: un millón de partidos en uno.

En la parrilla de salida de la temporada, hace un siglo, estos dos equipos y el campeón (un Real Madrid que después no estuvo a la altura) parecían los grandes favoritos. La competición (muchos meses, muchos partidos, nada es casual) legitimó a CSKA y Fenerbahçe como los mejores y les lanzó hacia una final tremenda, una colisión de estilos y un pulso de ánimos que pudo acabar con Saturno devorando a sus hijos: Itoudis trabajó 13 como ayudante de Obradovic y pasó las de Caín para ser el primero que le gana una final de la máxima competición europea. La cuenta queda en nueve para el Real Madrid, ocho para Obradovic y siete para el CSKA, que en cierto sentido ha puesto su contador a cero. Es el fin de un martirio, el comienzo de una nueva era en Moscú. Todas las oportunidades pérdidas, todos los errores y el fatalismo de un equipo que no era campeón desde 2008 (en Madrid) porque había encontrado mil formas distintas de suicidarse en los últimos años se concentraron en el último cuarto. El Fenerbahçe enseñó a dentalladas lo que le había llevado a la final y lo que le puso por delante antes del último ataque del partido, el de la redención de Khryapa, uno de los que han vivido casi las costaladas de los últimos años. Un toque de justicia poética.

Una final excepcional con De Colo como MVP

La final fue una orgía de baloncesto, a salvo de sí misma solo en un primer cuarto de tanteo en el que el CSKA apenas dejó las primeras gotas de la tormenta perfecta con la que parecía haber reventado la noche ya al descanso: 30-50, parcial de 10-28 ante un rival minimizado que solo anotó una canasta en juego en todo ese parcial y que vivió de siete tiros libres durante más de ocho minutos. Del 23-24 a ese 30-50 en pleno éxtasis del lobo ruso, que acumulaba cuerpos en defensa y atacaba con una perfección cautivadora: circulación supersónica, pases extra hasta encontrar al jugador liberado, canastas fáciles ante una defensa generalmente rocosa y Teodosic con el esmoquin de director de orquesta. Un martillo, pero en verso. Una calculadora, pero con músculos.

En el descanso Itoudis dijo que empezaban de cero pero sonaba a decorado de cartón piedra. No era así y él (trece años con Obradovic…) lo sabía. El Fenerbahçe salió a defender con todo y por toda la pista y llevó al partido a un carrusel de fallos y tiros libres que colapsó el baile de salón del CSKA y que parecía no dar resultado (39-56 a falta de cuatro minutos) cuando en realidad lo estaba dando. La inercia había cambiado: el equipo turco había llevado el partido a un manojo de nervios en el que cualquier empujón podría abrir la primera brecha en la montaña rival. Y los empujones llegaron en oleadas, ya en el último cuarto (parcial de 30-14) y sin Vesely (negado: 1/10 en tiros libres) y Bogdanovic (apagado). Datome, Sloukas y Antic encendieron la esperanza y Udoh, el verdugo del Real Madrid en cuartos, se comió la ventaja de un CSKA que era el CSKA de los últimos años: fallos, pérdidas, inseguridad y un lenguaje corporal que inspiraba pavor. Bobby Dixon enlazó ocho puntos heroicos, con dos triples increíbles, y culminó junto a Sloukas la caza: 83-81. Un milagro en acción hasta el cambio de guión de Khryapa, la rebelión in extremis de un equipo harto de perder.

En la prórroga Sloukas anotó un triple (86-83) y el Fenerbahçe se apagó, agotado y de nuevo superado por un rival mucho mejor en cuanto recuperó el pulso. De Colo (doblete de MVPs, temporada y Final Four) entró en calor (lívido apenas minutos antes) y resolvió en los cinco minutos extra una final estruendosa, preciosa cuando fue bonita y maravillosa cuando fue una batalla. Perdió por primera vez Obradovic y ganó de nuevo el CSKA, un gigante que había dormido durante demasiado tiempo y para el que el fin del fatalismo puede implicar el inicio de una era. Como mínimo ha significado, eso ya es seguro, un título de un mérito enorme y un valor incalculable. El mejor equipo de Europa desde la primera fase hasta la prórroga de la final. Enhorabuena.