HERBALIFE GRAN CANARIA 98 - UNICAJA MÁLAGA 65

El Unicaja, directo al diván

Kuric se llevó la ovación del año en su regreso al Gran Canaria Arena. El Gran Canaria se acerca a la Copa, torneo que empieza a peligrar para los de Plaza.

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Cuesta creer, aún analizando el partido, que un equipo tan potente como el Unicaja de Málaga diera una imagen tan pobre en el Gran Canaria Arena, que le ofreció a Kuric, sentado en el banquillo pero vestido de calle, claro, la ovación más emotiva que se recuerda. Jugó sin pasión ni energía, y mucho menos con tensión. El Herbalife, por su parte, clavó un dardo envenenado en un equipo que pasa por ser un directísimo rival liguero al que ahora deja a tres victorias y con el ánimo hecho una piltrafa. Le toca a Plaza gestionar tan duro varapalo. Curiosa es, en cualquier caso, la mutación de los suyos comparando Euroliga y ACB.

Aunque es cierto que el Gran Canaria comenzó lanzado, acaso impulsado por la ovación sentida que le dedicaron 8.000 entregadas gargantas a Kyle Kuric, lo cierto es que el Unicaja se dedicó a nadar y guardar la ropa, a contener el ímpetu insular. Así, cuatro puntos de Hendrix, haciendo de bailarín ante el atónito Galdikas, le dieron al Unicaja una desventaja mínima, 9-8, y tuvo que ser de nuevo el pívot norteamericano quien le diera la primera renta a favor al equipo malagueño (13-14). Nada se sabía de Pangos (se destapó en el segundo cuarto) y menos de Omic, suplente de nuevo, pilares del Herbalife, y cinco puntos seguidos de Jackson, 17-19, obligaron a Aíto a pedir tiempo muerto a 2:39 para el final del acto inicial.

Ni que fuera un ring, en la cancha del GC Arena se presenciaba un intenso intercambio de golpes, precioso para el espectador, peligroso para Aíto y Plaza. Fue entonces cuando, sin saberlo, comenzó la locura triplista del Gran Canaria, que se fue ganando al segundo cuarto, 24-23, espoleado por dos triples consecutivos de Oliver y Seeley, 3/3 este último en la primera parte.

Pareció bajar el ritmo ofensivo en el inicio del segundo cuarto. Pero solo lo pareció. Tras el 26-27 al Unicaja se le fundieron los plomos, y de qué manera. De ahí hasta el descanso, 33-7 de parcial a favor del Herbalife para el 59-34 final. Pasaron tantas cosas que cuesta resumirlas, pero ni siquiera el tiempo muerto de Joan Plaza con el 35-27, tras el segundo enceste lejano de Seeley, puso grilletes al Pegaso en que se había convertido el Granca. Con el 48-30, dos tiros libres de Alberto Díaz no fueron sino un oasis en un desierto infinito, ni que fuera el cercano Sahara. Savané dio el más 20, 53-33. En ese orgía triplista, la formación insular se fue al descanso con 9/14, para el 14/27 definitivo. Al descanso todo parecía resuelto para los locales a costa de un equipo sin alma, alicaído, tristón, acaso impotente y excesivamente atenazado y fallón.

Todo resuelto

Y vaya si estaba resuelta. Ni quiso ni pudo el Unicaja. Cuando quiso se llevó un sopapo, y tampoco es que pudiera evitar los certeros golpes amarillos, tan arriconado como se sentía. Pangos, en otro recital anotando y dirigiendo, anotó, cómo no, un triple para darle al Granca su primer +30 del partido, 69-39. De la formación malagueña, Kuzminskas y poco más (2+1 para el 72-44).

Se lo pasaba en grande la afición del Herbalife en una segunda parte que fue mucho más que un suplicio para los verdes. Apáticos, descentrados, deseando que corriera más y más un reloj que les parecía de minutaje eterno. Salvo los roces entre Cooley y Omic en el último cuarto, el único aliciente del último cuarto era saber de cuánto sería la renta a favor del Gran Canaria, que finalmente fue de +33 (98-65). Salvo porque no se llegó a la mágica cifra de los 100 puntos, la fiesta local fue completa, de nuevo con ovación a Kuric. Abusó del Unicaja cómo y cuándo quiso. No se explica la empanada mental del equipo de Plaza. O sí, pero eso ya es cosa de diván.