Llega al basket la revolución del nuevo balón inteligente
Wilson ha lanzado un balón que recoge la información (fallos, aciertos, tipos de tiro...) de quienes lo están utilizando. Cuesta 199 dolares y su información se descarga en una app.
¿Se acerca el final de los ejércitos de asistentes tomando notas en cada entrenamiento y de los montones de informes repletos de estadísticas apilados en el despacho del entrenador? Ese es al menos el mensaje que envía Wilson, que ha patentado el X Connected Basketball, un balón inteligente que recoge todos los datos de tiro de un jugador: números totales de lanzamientos y aciertos, porcentajes, estilo (si son a tablero o no…) e incluso un mapa gráfico con la ubicación de cada intento, tanto de dos como de tres puntos, y los detalles concretos de cada fallo: si han ido demasiado cortos, demasiado largos…
Una primera versión comercial, cuyo algoritmo se ha sometido a pruebas de más de 50.000 lanzamientos a canasta, cuesta 199 dólares. Su aspecto es el de un balón convencional pero su cerebro se concentra en un pequeño tubo del tamaño de una pila AA, las más habituales, situado en su interior. Este incluye básicamente un acelerómetro, un giroscopio, un chip para la conexión vía bluetooth y una batería cuya vida se anuncia tan larga como la que se le quiera dar al propio balón. Sus posibilidades son casi infinitas y de hecho ya incluye simulaciones de situaciones similares a las de un partido y juegos en los que, por ejemplo, se activa una cuenta atrás a la que sólo se le suman segundos si se anotan tiros.
La conexión bluetooth enlaza con una aplicación (App) a través de la que se descargan todos los datos y se ejecutan todas las opciones. Y que incluso se puede conectar a unos altavoces para escuchar sonidos en tiempo real, desde voces grabadas de un entrenador que anima o exige según el nivel de acierto del tirador al sonido de una caja registradora que ingresa billetes cada vez que se anota un lanzamiento.
Fiabilidad. ¿Los primeros problemas que se han detectado? Sobre todo que su fiabilidad por ahora sólo llega al 97% y además baja si se tira en aros sin red, como los de muchos parques y pistas callejeras. Además, todavía están por desarrollar opciones que permitan compaginar distintos tiradores a la vez para facilitar una experiencia más social. Y, finalmente, que estos nuevos balones por ahora no registran los lanzamientos que no se hagan a una distancia de al menos dos metros del aro. Ni bandejas ni mates. Mejoras para una próxima versión a la que seguramente se le va a pedir también, al menos desde el punto de vista de los aficionados de a pie, que sea un poquito más económica.
Wearables, ¿un arma en la negociación de contratos?
Desde 2011, los pabellones de la NBA han introducido el sistema de cámaras SportVU, 100.000 dólares por equipo y temporada, que capturan con su software datos que incluyen, por ejemplo, dónde cae cada rebote y dónde se sitúan quienes pelean por cogerlo. Un empuje tecnológico al que se están sumando empresas como Catapult Sports, que proveen a los equipos de wearables (dispositivos que se llevan sobre o debajo de la ropa) que pretenden crear un verdadero “panel de control del cuerpo de cada jugador”.
Esos dispositivos, que los Spurs ya han usado incluso en partidos de las Ligas de Verano, no superan el tamaño de un teléfono móvil, se suelen llevar por debajo de la camiseta y entre los hombros y miden todos los movimientos del jugador en un intento por optimizar su productividad y reducir el riesgo de unas lesiones que le cuestan a cada franquicia casi 10 millones de dólares al año. La NBA apoya los cambios pero también investiga y la Asociación de Jugadores ya advierte del peligro de que todos esos datos se utilicen como arma arrojadiza en la negociación de contratos.