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Más síntomas que casualidades

En este formato de competición una derrota inicial no es dramática, a priori y salvo cataclismos posteriores. Pero enseña cosas que en todo caso no son verdades palmarias. En 2009 España arrancó con derrota ante Serbia, a la que se barrería en la final 85-63. En 2011 comenzó con un feísimo triunfo (83-78) ante Polonia y acabó con un luminoso 98-85 a Francia. Y en el Mundial 2014, el reverso de la moneda, se pasó de un 88-64 en la primera fase a un 52-65 en cuartos ante el equipo galo, ahora ogro del continente. El partido, más bien, da una idea más clara de donde estamos y de que lo que sospechábamos era cierto: a España le sobra cada vez menos en el inevitable ocaso de su ciclo imperial mientras el baloncesto europeo recupera a Serbia, que es mucho más equipo que plantilla. Ni el subcampeonato mundial fue un espejismo ni Djordjevic un funambulista destinado a caer.

Peor que la derrota fueron las sensaciones en un partido con aroma a zona cero tras una preparación ante rivales de entidad baja-media. España no dio buenas sensaciones físicas, el campeonato dirá si tan sólo por una extensión psicosomática de la ansiedad que le agarrotó (el reverso tenebroso de esa derrota ante Francia en el Palacio). Y Pau Gasol, uno de los mejores jugadores de la historia del baloncesto FIBA, ejerció una exagerada causa-efecto, frenando transiciones rápidas y acumulando posesiones inertes durante más de medio partido y casi salvándolo al final con 11 puntos en el último cuarto. Pau Gasol es el indudable inicio de España pero no debería ser también el final. Eso gana muchos partidos pero seguramente no gane campeonatos. No al menos este.

Números: España pasó de ganar 21-9 casi al cierre del primer cuarto a perder 50-62 en la recta final del tercero. 29-53 en el tramo central del partido. Sólo se sintió cómoda cuando fue agresiva en defensa y rápida en transición. Algunos de los males que temíamos aparecieron, de ataques demasiado áridos en estático a dos puntos negros sobre los que giran muchas de sus opciones: perdió el rebote (32-44) y naufragó desde el triple (3/19, los 3 de Pau Ribas). Costuras que asomaron en la preparación y que convertirían en un Tourmalet casi imposible un hipotético duelo ante la actual Francia. Por ejemplo. Entre Pau Gasol, Sergio Rodríguez, Niko Mirotic, Sergio Llull y Rudy Fernández sumaron un 12/45 en tiros. Gasol acumuló un -14 en pista. Bjelica un +20. Y seis jugadores estuvieron menos de siete minutos en pista.

Este partido ni descarta ni debería deprimir a España pero ni uno de los síntomas que ha enseñado debería ser tomado a la ligera. Es un equipo que tiene las mismas opciones de ser campeón que antes de jugar contra Serbia pero al que ya no le valen casi todos los escenarios y casi todos los estilos. Eso formaba parte de unos años absolutamente inolvidables que quedan a su espalda. En ellos hay que buscar ahora respuestas emocionales, no relacionadas con el juego. Esta es una España diferente, en otro lugar de la lucha de clases; Una España que tiene que exprimir su defensa y su juego en transición, entender de qué manera ha gobernado Europa su bloque de jugadores del Real Madrid y optimizar los minutos de Pau Gasol y los ritmos de la rotación. Eso, y meter tiros por fuera. Porque al final todo se resume en algo tan sencillo (o no): generar buenas situaciones de tiro… y aprovecharlas.