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Panathinaikos 77 - Barcelona 81

Jornada redonda para el Barça

El equipo azulgrana gana su octavo partido seguido al Panathinaikos y se pone segundo a la espera de recibir a un Maccabi que perdió en Belgrado. Doellman y Pleiss, decisivos.

Jornada redonda para el Barça
MILOS BICANSKIAFP
Euroleague

El Barcelona necesitaba ganar un partido fuera de casa en el Top-16 y necesitaba ser el Barcelona. Ambas cosas iban unidas, en realidad. Eligió el mejor día y el mejor escenario, un OAKA que era hace no tanto la madre de todas sus pesadillas y que ahora empieza a parecer el salón de su casa: cuatro triunfos seguidos en pista del Panathinaikos y ocho consecutivos ante su gran némesis continental (22-13 histórico, 15-5 con Pascual a los mandos). El Barcelona ganó un partido y medio (por el average) y además perdió el Maccabi en Belgrado. Así que se coloca segundo (6-3), empatado con un Maccabi que visita la próxima semana el Palau con un exiguo colchón de dos puntos (70-68 en Tel-Aviv). Con el Panathinaikos ahora en 5-4, ese próximo partido pasa a ser una final en la que el Barça puede dar un estacazo a la lucha por una de esas dos primeras plazas que dan factor cancha en cuartos de final. Fue una jornada redonda, así pues.

Este es el Panathinaikos menos poderoso de los últimos años… pero es el Panathinaikos. Un equipo al que hay que ganar un millón de veces y que encaja como un guante en los biorritmos castrenses de Dusko Ivanovic. Con lo que queda de Diamantidis y Batista (38 de valoración entre ambos, que agrupan 65 años) y un par de relevos de Slaughter y Gist, el equipo griego remó todo el segundo tiempo pero no mandó en el marcador desde antes del descanso (32-30). Sudando la gota gorda y al límite del reglamento, llegó vivo a las últimas posesiones (74-77 antes de una pérdida estúpida de Nelson, 77-79 a falta de cinco segundos y tras un triple milagroso de Diamantidis). Ese estirón griego obligó al Barcelona a sacudirse los complejos alimentados durante sus largas semanas de naufragio a domicilio. A punto de ceder a la presión, el Barcelona eligió resistir y se reencontró. Y no cuesta suponer que este triunfo debería tener, además de lo clasificatorio, un importante influjo en lo anímico.

Pascual no convocó a Jackson y no utilizó a Hezonja ni Lampe. Nachbar jugó lo justo y la rotación real se redujo a nueve jugadores: todos tuvieron su importancia y su momento. El partido impulsó a algunos de los que han sido por unas cosas u otras cuestionados. Navarro anotó tres triples en el despegue del segundo cuarto y otro al final, cuando casi no le llegaba la camisa al cuello a su equipo: 17 puntos para el capitán, que puso la chispa ofensiva que les faltó a Abrines y a Oleson, que se dejaron el alma defendiendo. Doellman anotó 11 puntos en el último cuarto y terminó con 21 y 7 rebotes, rúbrica a unos números que cada vez van más en sintonía con las sensaciones. Y finalmente Pleiss, aunque eliminado por faltas en el inicio de ese último parcial, jugó su mejor partido en mucho tiempo: apenas catorce minutos en pista pero 15 puntos, 3 rebotes, 2 tapones y una determinación casi rebelde que transformó a un jugador que durante semanas había parecido, hundido anímicamente, un avestruz. Pleiss, más fuera que dentro antes del cierre del mercado, fue la noticia del partido. Veremos si es un punto y seguido o un punto y aparte.

El Barcelona capeó a base de profundidad todos los empujones verdes: Satoransky dirigió mejor en el primer tiempo y Huertas (por fin) cuando se puso fea la cosa en el segundo. A la supervivencia de los minutos comanches se llegó tras un segundo cuarto majestuoso en el que la valoración fue de 4-40 y el marcador 11-26. Un 0-12 en los últimos tres minutos transformó el partido (del citado 32-30 al 32-42). El Barcelona había salido blando (18-11, minuto 7) pero subió el tono defensivo y circuló el balón con inteligencia (25 asistencias totales). Dominó el rebote y estuvo irregular desde la línea de tres pero metió los triples que había que meter. Dio, en fin, un estirón a tiempo con su mejor tono competitivo de todo el Top-16. En el momento más apropiado: una victoria ante el Maccabi dejaría enmendados los patinazos de Alemania e Israel y el factor cancha cerca. Así que de repente todo va mucho mejor. Así es el deporte.