ALL STAR 2015

El poeta Tom Meschery, primer extranjero en un All Star

Los Warriors tiene la camiseta retirada de este ruso nacido en China. Uno de los jugadores más duros de la historia, hizo carrera como escritor y profesor.

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El poeta Tom Meschery, primer extranjero en un All Star
Golden State Warriors Golden State Warriors

Antes que nada, un aviso a directores, productores o guionistas de cine (si es que hay alguno que lea este artículo): la historia de Tom Meschery cuenta, nunca mejor dicho, con todos los ingredientes para ser considerada una vida de película. Dicho queda. Y es que su biografía no sólo alterna el mundo del deporte de élite con el de la cultura (es profesor y poeta), sino que se encuentra marcada por algunos de los acontecimientos históricos más relevantes que marcaron el devenir del siglo XX. A saber: la revolución rusa de 1917, la II Guerra Mundial o la caza de brujas contra los comunistas emprendida por el senador Joseph McCarthy dentro de Estados Unidos en plena Guerra Fría.

Tomislav Nikolayevich Meshcheryakov nació el 26 de octubre de 1938 en Harbin (China) y, aunque su nombre resulte totalmente desconocido para el gran público, en 1963 se convirtió en el primer jugador no estadounidense en debutar en un All Star. Sus padres, seguidores del zar Nicolás II, se vieron obligados a abandonar su Rusia natal tras el triunfo de la revolución bolchevique y el ascenso al poder de Lenin en 1917. En el año de su nacimiento, su padre Nicolás obtuvo un visado para ir a trabajar como estibador (operario de carga y descarga) en los muelles de San Francisco. Poco después estallaba la II Guerra Mundial y la consiguiente invasión japonesa a Manchuria (área en la que el bebé Meschery vivía junto a su madre y hermana). Todos ellos fueron trasladados a un campo de concentración en Japón, hasta que por fin, una vez concluida la mayor barbarie de la historia de la humanidad, la familia pudo reunirse de nuevo. Fue en Estados Unidos. En 1946.

Así llegó al país en cuya liga de baloncesto pasaría a hacer historia. Al poco de aterrizar, y en pleno fervor anticomunista desatado por el vil, paranoico y mentiroso senador McCarthy, su padre optó por adaptar el apellido de la familia a Meschery. Aun así, al joven Tom le costó a adaptarse a su país de adopción, a un lenguaje y una cultura totalmente diferentes. Para lograr vencer estas barreras, decidió apoyarse en el mundo de la canasta para lograr su total integración. En el Instituto Lowell de San Francisco se inició la carrera de uno de los jugadores más duros e intensos de siempre. “El deporte me hizo la transición a América mucho más fácil. Pensaba que cuanto más me esforzase, jugaría mejor y así sería considerado como un propio americano. Me obsesioné y el baloncesto se convirtió en mi pasión. Es un juego que permite que el talento individual sea absorbido en pos del equipo”, relataba hace justo cinco años en un reportaje publicado en la prestigiosa revista Slam.

Acabó su etapa en el high school y se marchó a la Universidad de Saint Mary de California en Moraga, donde en 1961 obtuvo el graduado en Artes. Por supuesto, siguió perfeccionando su nivel baloncestístico en dicho centro, hasta el punto de que tiempo después le retiraron su camiseta con el número 31. Sin embargo, pese a destacar como uno de los mejores jugadores universitarios de su época, Tom no tenía previsto dar el salto al profesionalismo. Pensaba hacer carrera como diplomático en el Departamento de Estado cuando durante un torneo en Denver, los ojeadores de la NBA pusieron sus ojos en él. En el draft del 61, los Philadelphia Warriors (hoy en día Golden State Warriors) le escogieron con el número siete. “Estaba en medio de una gira en Kansas City cuando Eddie Goldberg, su general manager, entró en la habitación echó a mi compañero y empezamos a negociar. No tenía ningún agente, así que Eddie me ofreció algo y yo acepté”.

De esta forma, se convertía en el primer ruso en la NBA. “Es cierto que nací en China, pero el hecho de ser hijo de padres rusos siempre ha tenido un gran efecto en mí. Rusia es mi sangre. Claro que obtuve la nacionalidad estadounidense, pero mi familia es rusa. Así que sí, me considero a mí mismo como el primer ruso en la Liga”, ha explicado en varias entrevistas.

En total, disputó diez temporadas en la mejor liga de basket del planeta en las que promedió 12,7 puntos y 8,6 rebotes. Causó un gran impacto nada más llegar a Philadelphia, donde compartió vestuario con el, probablemente, jugador más dominante de todos los tiempos: Wilt Chamberlain. El 2 de marzo de 1962 se convirtió en uno de los testigos de la mayor gesta lograda en una cancha de baloncesto. Aquel día, en un partido ante los Knicks, Chamberlain se disparó hasta los 100 puntos. “Formé parte de la historia. Fue el momento más intenso de toda mi carrera. No creo que nadie pueda repetir algo así. Lo recuerdo con claridad. Frank Maguire, nuestro entrenador, había predecido que anotaría un centenar de puntos. Le había visto hacerlo entrenando, pero jamás imaginé algo así”, relata sobre quien, pese a sus diferencias políticas (Wilt era republicano y él socialista) acabaría convirtiéndose en un gran amigo. Corría el curso 1961-62, el último de los Warriors en Pennsylvania (al final del mismo se trasladaron a San Francisco) y Meschery, un ala-pívot de 1,98 metros, se iba dando a conocer. En su año rookie fue quien más faltas cometió (4,1 por noche). Él mismo presume en la biografía de su blog de ser uno de los jugadores más duros que se recuerdan.

La campaña siguiente fue la de su mejor impacto en números. 16 tantos y 9,8 capturas que le permitieron disputar el 16 de enero de 1963 en el Memorial Sports Arena de Los Ángeles su primer y único All Star Game. En ocho minutos de juego, anotó tres puntos, cogió un rebote y repartió una asistencia para pasar a formar parte del libro de oro de la NBA. Tendrían que pasar 22 años para ver a otro extranjero en un Partido de las Estrellas: Hakeem Olajuwon (Nigeria) y Rolando Blackman (Panamá) tomaron su testigo.

Meschery fue ante todo un jugador de equipo y luchador como pocos. No daba un balón por perdido. En el 64 disputó la primera de sus dos Finales. Los intratables Celtics de Bill Russell y Red Auerbach se cruzaron en su camino. Un año después Chamberlain dejó el equipo para enrolarse en las filas de los Sixers, regresando así su hogar: Philadelphia. No obstante, ese mismo verano los Warriors draftearon a Rick Barry. Junto a él volvió a disputar la serie por el anillo en 1967, aunque también sin suerte. Los propios 76ers se llevaron el título. “Mi rol cambió cuando llegó Barry. Pasé a verme como un jugador todoterreno. Intenté hacer todo lo posible para seguir siendo útil. Antes era un jugador ofensivo, así llegué a ser all star. Sin embargo, el ataque pasó a ser cosa de Rick y Nate Thurmondy de los buenos escoltas que teníamos, así que aprendí a ser un buen reboteador ofensivo”, destaca sobre sus últimos años en los Warriors.

Y es que, tras el subcampeonato del 67 y seis cursos en la NBA, decidió retirarse. Una ausencia que no fue tal ya que, fue seleccionado por los Seattle SuperSonics en el draft de expansión celebrado aquel año. En la lluviosa ciudad del noroeste de Estados Unidos disputó otras cuatro temporadas más antes de decir el adiós definitivo a la NBA. Deportivamente, en Seattle no volvió a disputar los playoffs, aunque fue una etapa que acabó por definir su futuro lejos de las canchas. En su niñez e influido por su padre, aprendió a apreciar la poesía. Una, en boca de sus compañeros, “afición extraña” que siguió cultivando como profesional del baloncesto. “Me di cuenta de que leía más libros que el resto y que durante los viajes en avión prefería la poesía a pasar el tiempo jugando al póquer”. Es más, sólo se animaba a hacerlo cuando lo hacía el legendario Chamberlain: “Era terrible. ¡Una forma fácil de ganar dinero! Nunca iba de farol. Eras capaz incluso de matar a gente para poder jugar junto a él”. Una anécdota más de una existencia tan fuera de lo común.

Sin embargo, no se atrevió a alejarse del mundo de la canasta y durante la campaña 1971-72 ejerció como entrenador de los Carolina Cougars de la ABA, la liga que acabó integrándose en la NBA. Tras cosechar un récord negativo de 35 victorias y 49 derrotas fue reemplazado por Larry Brown. “Odiaba entrenar. Era un mal técnico y no tenía paciencia”, reconoce ‘The Mad Russian’ (el ruso loco). Su mote más célebre.

Tras un partido de los Cougars en Nueva Jersey, una reunión con el poeta Mark Strand le acabó por convencer: estudiaría poesía en la Universidad de Iowa. Concluido su aprendizaje pasó a combinar su carrera como escritor (aparte de poemas –le dedicó uno a Chamberlain– ha publicado varias novelas) con la de profesor en un instituto de Reno (Nevada) hasta su jubilación en 2005. En la actualidad vive en Sacramento con su esposa Melanie, pero antes, durante el 2002 experimentó un año mágico en el que ingresó en el Hall of Fame de escritores de Nevada, pero sobre todo por el homenaje que le brindaron los Warriors al retirarle su camiseta con el número 14. “Para un tipo de San Francisco como yo, en cuyas calles crecí jugando, es un verdadero honor. Estoy muy orgulloso”, destaca cuando echa la vista atrás.

“Allí es una leyenda. Pero Tom era más que eso. Era un hombre renacentista, un erudito”, relata Clifford Ray, exjugador y campeón de la NBA en 2008 como técnico asistente de los Celtics de Doc Rivers. Razón no le falta. “Me doy cuenta de que he tenido una vida inusual. Mis intereses son variados, lo que me permitió no centrarme exclusivamente en el baloncesto. Son muchas las cosas que me llaman la atención”, comenta al hacer balance.

En 2005 un cáncer estuvo cerca de acabar con él. Ganó la batalla, pero los doctores le anunciaron que no le daban más de diez años. “Va a volver y me matará”, reconocía en ‘Los Angeles Times’ hace seis años. De momento, a los 76 continúa dando guerra. Ya no sobre el parqué, sino ahora a través de su blog: mescherysmusings.blogspot.com. Un rincón en la red a través del cual puede verter sus reflexiones sobre literatura, deporte y la vida en general y a los que acompaña con un poema a modo de conclusión. “Como profesor de escritura siempre he recomendado a mis estudiantes escribir un diario como forma de organizar sus pensamientos de cara a futuros proyectos escritos. Desafortunadamente, nunca fui tan disciplinado conmigo mismo. Con el blog, puede que haya encontrado una forma de seguir mi buen consejo”, se puede leer en el encabezado del mismo. Palabras de un hombre que sigue completando una vida de película.