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TURQUÍA 77 - ESTADOS UNIDOS 98

De la zozobra a la apisonadora

Turquía enseñó en el primer tiempo el libreto para maniatar a Estados Unidos y llegó viva al minuto 25 (53-53)... pero acaba desarmada. Davis y Faried lideraron la reacción.

De la zozobra a la apisonadora
LUIS TEJIDOEFE
ATLAS

Al final, con los turcos encajando golpes de lado a lado de la lona del Bizkaia Arena, todo lo que había sucedido parecía un espejismo, el chispazo de una realidad alternativa que se esfumó sin más, aniquilada por la lógica. En casi una ucronía, Turquía ganaba a Estados Unidos en el descanso (40-35) y se sostenía en el partido mediado el tercer cuarto (53-53). Menos de doce minutos de juego después, llegando al 37, el marcador era de 69-95. El viento se convirtió en tormenta y la sobrecarga eléctrica fundió los plomos de los turcos, que en cuanto se avecinó el chaparrón se pusieron a cubierto sin más plan que esperar tiempos mejores. Krzyzewski puso el despertador en el descanso y propició un partido completamente bipolar. Su Team USA fue Hyde en el primer tiempo y Jekyll en el segundo. Más que suficiente contra Turquía y contra prácticamente todos los rivales menos, está casi todo por ver todavía, el que se le vendrá casi a cualquiera a la cabeza (empieza por E y tiene una Ñ…). Pero…

Pero en el primer tiempo, Turquía dejó un pequeño tratado sobre cómo ponerle el cascabel al gato de Coach K. El libreto es conocido, la moraleja es que hacen falta muchos más mimbres de los que tiene Ataman... y cruzar los dedos. No es imposible pero es extremadamente difícil: este 1 de septiembre marca precisamente el octavo aniversario de la última derrota en partido oficial de Estados Unidos. En semifinales del Mundial de Japón, ante Grecia. El método, obviamente es más fácil decirlo que hacerlo, pasa por controlar las pérdidas y mantener un ritmo de juego encorsetado en pases seguros y tiros muy bien seleccionados. Paciencia, rebote, juego en cinco contra cinco muy masticado, pívots muy grandes alargando las ayudas en defensa y labor de zapa para sortear la primera línea de presión defensiva de los norteamericanos, que a fuerza de aburrirse y rebotar contra Asik firmaron un primer tiempo horrible: pérdidas, rebotes regalados, malos tiros, suicidios individuales… 14/32 de cara al aro, sólo cinco tiros libres lanzados por 18 de Turquía.

Pero en el segundo tiempo Estados Unidos empezó a carburar y Turquía se sostuvo apenas unos minutos a base de triples cada vez más improbables: cinco en menos de siete minutos para firmar su bonito epitafio. Porque por entonces su rival ya defendía, reboteaba y sobre todo corría. Pura lógica: todo lo que no había hecho antes. La apariencia de partido abierto era ya un espejismo, los últimos minutos de igualdad un decorado de cartón piedra. Del 53-53 del minuto 25 se pasó al 69-95 del 36. Visto y no visto. Al mando Anthony Davis, que anotó sus 19 puntos en un segundo tiempo monstruoso, y un Kenneth Faried que dio una exhibición de concentración, energía y generosidad: 22 puntos y 8 rebotes. Guía espiritual de un equipo en el que por fuera el mejor fue Irving. Irregular Curry y mal, desnortado e incómodo, Rose.

Al final Turquía, en la lona, perdió 28 balones y encajó 56 puntos en su zona. Pero su esfuerzo de más de medio partido, aunque barrido de un plumazo por un rival exageradamente superior, da esperanza a quienes quieren creer que tienen una opción real de destronar al campeón. Una bala de plata en el cargador, la kryptonita que acabe con ocho años de tiranía de Estados Unidos, que enseñó lo peor y lo mejor de su estilo, el vaso casi vacío en el primero tiempo y rebosante en el segundo... pero terminó avasallando. Y 40 puntos de diferencia media en los dos primeros partidos; Y Davis confirmado como uno de los grandes dominadores del Mundial, y wildcards a la espera de entrar en ebullición como Harden y Curry, que parecen a punto de tomarle el pulso al campeonato. Ese será su camino hacia el oro: armas de destrucción masiva contra trincheras. Turquía, en plena crisis de fe tras una preparación calamitosa y el susto ante Nueva Zelanda, al menos lo intentó, se puso en el centro de la diana y aguantó el pulso durante veintitantos minutos. No es poca cosa.