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EE. UU. 114 - FINLANDIA 55

Un arranque para el recuerdo

Ocho mil finlandeses ven en Bilbao como su selección resulta abrumada por Estados Unidos, que logró la mayor paliza en un cuarto de la historia de los Mundiales: 29-2.

Un arranque para el recuerdo
ANDER GILLENEAAFP

Finlandia llevaba desde 1964 sin enfrentarse a Estados Unidos y seguro que no le importará que pasen otros cincuenta años. No era el mejor día para autodenominarse la manada de lobos (Wolfpack): al equipo nórdico le tocó hacer de cordero en manos de ese matarife que es Mike Krzyzewski, que sigue ordenando el cosmos de su roster en busca de, ya que hablamos de lobos, esa química que tan bien definió Rudyard Kipling: el lobo es la fuerza de la manada y la manada es la fuerza del lobo

Estados Unidos puso talento, concentración y trazas de furia y de esa defensa en formato telaraña que teje esa mezcla de ermitaño y científico que susurra en el oído de Coach K: Tom Thibodeau. Casi 8.000 finlandeses, lo prometido cuando llegó una poco esperada wildcard, vieron en BIlbao como su equipo era triturado de forma hermética y minuciosa en la mayor paliza jamás vista en un cuarto de una Copa del Mundo: 29-2. En esos diez minutos Finlandia anotó dos tiros libres. Cuando vio aro, ya en el tercer cuarto y tras más de siete minutos de sequía (60-18 al descanso), había enlazado 19 fallos seguidos. Más: seis canastas en toda la primera parte por 17 pérdidas y 15 faltas.

El Team USA tocó techo en 114-52 y logró finalmente la séptima ventaja más amplia de la historia del campeonato, segunda en su ranking particular después de un 146-67 a Corea en 1990. Finlandia contribuyó a que el simulacro de partido se convirtiera demasiado pronto en entrenamiento distendido porque siguió a pies juntillas el peor guion posible ante el peor rival posible: selección de tiro errática, tonelada de pérdidas de balón (31 en total por… 18 canastas). Su lucha por estar en los cruces empieza ante Ucrania y pasa más por la resurrección de su tiro exterior que por los empellones en las zonas de Lee y Murphy.

Estados Unidos dejó su nada inhabitual, jueguen los que jueguen, galería de transiciones supersónicas y mates hiperelásticos. Pero más allá de eso dejó hechuras y profundidad. Nadie jugó más de 22 minutos y Curry o Harden se reservaron para otro día dejando el liderazgo en manos de un Anthony Davis cuya superioridad fue indecorosa: 17 puntos y 4 rebotes en… catorce minutos.

El día fue especialmente idóneo para los que necesitaban sensaciones. Derrick Rose dejó destellos en la oscuridad que le había supuesto el último tramo de la fase de preparación. Le toca formar en una segunda unidad en la que sobresale el talento tumultuoso de Cousins y la naturalidad exquisita de Klay Thompson, que en el juego FIBA hace de alero sin despeinarse y ve el aro como un océano en esta distancia de triple. Rudy Gay jugó muchos minutos de ala-pívot, un parche circunstancial ante la presencia silenciosa que supone la ausencia de Kevin Durant, y la última carga de minutos es para DeRozan y los que serán necesarios contra la batería de pívots de Brasil o, por supuesto, España: Drummond y Plumlee. Buenas sensaciones, espectáculo y una argamasa visible de equipo reconocible y con unas señas de identidad innegociables. Es el Team USA que pide pista, devorando a zancadas el camino hacia la lucha por las medallas. Como si tuviera prisa: ahora toca Turquía.