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El Barcelona espanta fantasmas

El equipo de Xavi Pascual sobrevive a Panathinaikos en un partido de una intensidad abrumadora que se resolvió en la prórroga. Sada y Tomic, providenciales.

El Barcelona espanta fantasmas
RODOLFO MOLINADIARIO AS

El Barcelona no jugó el primer partido de la eliminatoria de cuartos de final de la Euroliga 2013. No: jugó el quinto de aquella serie de 2011 en la que el Panathinaikos le ganó tres partidos seguidos y le dejó (3-1) sin defender corona en el Sant Jordi, su casa. Recuerdo traumático que hace eco a aquel del infame tapón de Vrankovic en el 96. Y todo con las alas cortadas: sin Mickeal, sin Rabaseda, sin Oleson y de repente sin Abrines, la mejor noticia de la última semana pero baja de última hora por gastroenteritis. Así que el Panathinaikos saltó al Palau arropado por un ejército de fantasmas, un piquete de pesadillas monstruosas impresas en la psique azulgrana.

Pero el Barcelona ganó, sin saber casi ni cómo. Agotado y por momentos asustado pero corajudo, titánico en el esfuerzo y llegando en carne viva donde esta vez no le alcanzó con baloncesto. El partido es el 1-0 en la serie y deja el tesoro del factor cancha a buen recaudo, al menos hasta el próximo jueves. Además podría servir al Barça como un paso por el diván, un conjuro contra el mal fario y un alivio para la amargura de la memoria. Sin embargo, la historia avisa, otra vez 2011: 83-82 en el primer partido, un tormento en el Palau, y castigo en lugar de redención, tres derrotas sin respuesta y eliminación. No es una llamada al pesimismo, es un recordatorio cauto.

Porque aquel Barcelona tampoco tenía, como este, a Pete Mickeal, al que se echa terriblemente de menos en este tipo de partidos, sus partidos. Aquel Barcelona también se enfrentó a un cepo a Navarro y también tuvo un base incapaz de anotar tiros limpios ante una defensa que le flotaba con descaro. Entonces fue Ricky, esta vez Huertas (1/6 en triples). Pero aquel Barcelona se enfrentaba, y este no, a Obradovic y a una plantilla mucho más lujosa: Calathes, Sato, Batiste, Nicholas, Maric… Con mucho menos y con Pedoulakis en la batuta, este Panathinaikos fue puro Panathinaikos y llevó al Barcelona a una guerra de atrición que se resolvió en la prórroga y tras un millón de golpes, fallos y cambios de rumbo. El equipo griego perdió pero obligó a su rival, mermado, a pagar una factura física brutal. Y se permitió sentirse agraviado por la última falta de Wallace a Gist, que consideró antideportiva, o por las faltas en ataque que eliminaron a Lasme, un gigante que devoró el Palau en el tercer cuarto: doce puntos suyos, once de todo el Barcelona.

Gist tuvo esos dos tiros libres con 72-70 y tres segundos por jugar. Falló los dos después de que Sada tampoco embocara un par de tiros y antes de que Tomic fallara los dos últimos. Así se resolvió el partido, con un 9/17 desde la línea de tiros libres para los azulgrana y 7/15 para los griegos, con 32 triples fallados y 31 pérdidas acumuladas entre los dos equipos, con 43 faltas personales y un nivel físico atómico con el que el viejo zorro griego casi desquicia a un Barcelona horriblemente incómodo y que necesitó un ejercicio de fe de Tomic (13 puntos, 12 rebotes y un tapón decisivo a Gist camino de la prórroga) y la aparición empapada de sudor de Sada, 13 puntos entre el último cuarto y la prórroga, héroe perfecto de un partido sórdido, físico, atenazado: peliagudo.

El Panathinaikos gobernó el primer cuarto a partir del 2-13 de salida, a triple limpio, y cuando salió del descanso con la energía desbocada (de 34-32 a 36-44 en más de siete minutos infames del Barcelona). Dominó a partir de la conjunción de Ukic (9 puntos, 7 asisatencias) y el eterno Diamantidis (10 puntos, 7 rebotes), y del tono muscular de Tsartsaris y Gist (14 puntos en las antípodas del jugador que fue en Málaga). Defensas asfixiantes sobre Navarro siempre y sobre Tomic tras el descanso y ataques largos escrutando las ayudas y buscando siempre un paso más. Así, como tantas veces, pudo ganar Panathinaikos, que dejó en cero puntos a Lorbek y en 4/15 en tiros de campo a un Navarro que acabó encontrando formas de ser importante… pero que jugó 40 minutos. Jasikevicius y Jawai aportaron lo que se dejaron en el camino en el camino Lorbek e Ingles, suspenso rotundo en su primera prueba de nivel, minúsculo bajo la sombra, tan alargada, de Mickeal.

Ganó el Barcelona, y eso es lo importante de un partido en el que apenas fue el Barcelona en el segundo cuarto, el molde a repetir, y en el que cayó en la trampa de un Panathinaikos que fue puro Panathinaikos. Queda coger aire y dejar escapar los nervios, los malos recuerdos, la amenaza del pánico. Sigue siendo más equipo que su rival y ahora tiene la mano en un segundo partido en el que lanzará un órdago, una opa hostil. Oportunidad para reivindicarse, para poner tierra de por medio y avistar la Final Four ante un rival herido que repetirá guión en busca de diferente desenlace. El mismo escenario que hace dos temporadas. El momento de apretar los dientes, tocar madera... y romper a jugar.