El talento de Navarro decide

CAJA LABORAL 69-BARCELONA 80

El talento de Navarro decide

El talento de Navarro decide

David Aguilar

EFE

El Barça, a la final. La cuarta final seguida. Navarro es el icono azulgrana, el del baloncesto español, pero a su alrededor muchas manos con talento para sumar, como la de Lorbek.

En el baloncesto, como en la vida, no todo empieza como acaba. Porque, aunque resulte duro decirlo viendo el desenlace, Pascual tuvo que sentar a Navarro en el minuto siete –por Oleson- para que el Barcelona se agarrara al partido. Hasta entonces, los azulgrana andaban en otra onda: 16-7. Quizá aún trastabillados, con la mente en recobrar el equilibrio emocional tras saltar el jueves un obstáculo de los del Grand National, tras el subidón de batir al favorito, al Madrid.

Nocioni anulaba a Mickeal, y Causeur, el nuevo joven talento baskonista, se hacía notar. Querejeta siempre lo tuvo claro, vender en la cúspide y apostar sin medias tintas por la alternativa. Se fueron Nocioni, Oberto, Macijauskas, Calderón, Scola, Splitter, Huertas, Oleson… y el rumbo se mantuvo, más rápido o más lento, pero sin giros bruscos de timón. Proyecto.

Pero volvamos al Barça, al ritmo que le dio Huertas y a la fuerza de Jawai. Y a tres dianas triples de Oleson. Los de Pascual se habían reenganchado a la Copa (19-18). Y, entonces sí, comenzó un pulso al máximo nivel europeo, de exigencia física extrema. Durísimo y precioso, con el gigante alemán Pleiss haciendo el partido de su vida, con Tomic repitiendo números y actitud de estrella –grande- y con Navarro… ¿Qué?, me dirán ahora. Pues de vuelta en plena pugna entre forzudos, pero ya saben, por chiquitito que lo vean, el talento siempre se abre camino. Siempre.

Hasta aquí hemos llegado, dijo, y con el apoyo de Huertas, que abrasó a Cook en el inicio del cuarto round, el Barcelona cortó por lo sano con un parcial de 0-14. Campana y se acabó. El Caja Laboral se desconectó, ni el empuje de su hinchada, en un Buesa Arena rojo y pletórico, fue capaz de devolverle a la vida.

El Barça, a la final, algo que a fuerza de repetirse, nos suena a norma de obligado cumplimiento en la Copa. La cuarta final seguida. Navarro es el icono azulgrana, el del baloncesto español, pero a su alrededor muchas manos con talento listas para sumar, como la de Lorbek. Equilibrio colectivo, armonía entre juego interior y exterior atendiendo a unas proporciones que hubiera firmado el mismo Da Vinci.

La maldición del anfitrión resulta definitiva, una edición más. Bjelica y Lampe lo intentaron; pero Navarro se la jugó. Él es así.

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