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REAL MADRID-BARCELONA

Tomic y Mickeal tumban al campeón en un partido épico

El Barça gana al Madrid en un partido con dos prórrogas que recordó al de la Copa de León en 1997. Lorbek sobre la bocina en la primera prórroga salvó a los azulgrana.
Real Madrid-Barcelona :Final Copa del Rey 2018

Mickeal, Tomic, Wallace y Marcelinho, eufóricos.
Mickeal, Tomic, Wallace y Marcelinho, eufóricos.ADRIÁN RUIZ DE HIERROEFE

Los que enterraban al Barcelona con antelación, entre ellos algunos culés, ya tienen su zas en toda la boca. El Madrid era favorito y lo sería otra vez mañana, pero a un bloque con el talento y el coraje del del Barça hay que respetarle siempre. Igual que a un tipo llamado Pete Mickeal (26 puntos), brutal competidor, que empujó a los suyos en la batalla del Buesa. Tomic echó la mano final. ‘Revenge’.

La Copa ha sido el ejemplo más didáctico de las penurias del baloncesto blanco en las últimas dos décadas. Años y años de frustraciones con el Barça de por medio. “No había que ser Aramis Fuster para saber lo que iba a pasar”, la frase es de Lucio Angulo tras caer frente a Bodiroga, Jasikevicius, Navarro y compañía en los cuartos de 2003 (72-59). Apenas un ejemplo, porque el balance en los duelos directos es de 15-3 para los azulgrana. El Madrid colecciona traspiés de todos los colores: con un triple de Solozábal in extremis (84-83 en 1988), tras dos prórrogas memorables en León (115-110 en 1997), dando la talla ante Gasol (80-77 en 2001), haciendo el ridículo en el estreno de Messina (80-61 en 2010) y, ahora, otro con tintes épicos (108-111).

El arranque copero nos aclaró que, más allá de ramalazos ofensivos, con rachas que pueden matar a cualquiera, estas batallas apocalípticas hay que empezarlas por la trinchera. Y ahí, en el cuerpo a cuerpo, los de Laso no estaban. Nervios, exceso de presión probablemente, concentración nublada. La pizarra de Pascual paraba las balas. El estrés bien entendido era el de Mickeal –emparejado con Rudy-, mientras Lorbek lanzaba libre como un pajarillo desde cuatro metros, como el triple que clavaba Oleson, sin oposición. Aparecía Mirotic, mucho, náufrago en una isla. Ni Rudy ni Navarro andaban para tanto trote. Y por tres veces la renta se estiró hasta los nueve puntos (23-32 la última). ¡Uy, uy, uy…! Los de Laso tensaban los músculos de la cara. Ya había entrado Sergio Rodríguez y con él su equipo empezó a galopar: 35-34. Eso es voltear la tortilla, y lo demás, tontería. Pero el Barça también fluía, aunque más cerca del aro. Los blancos no le encontraban el punto a la defensa. Desajustes continuos y sin que Navarro mediara. El chicle volvía a hacer globo: 51-59 y Mickeal, que ve un trapo blanco y embiste, iba ya por 19 tantos.

El favorito se encontró a tiempo, al menos atrás, y pasó de ir con el gancho a lanzar (Llull) el último tiro para ganar a pesar del cambiante criterio arbitral que le perjudicó en este tramo vital. Prórroga. No era tensión, era cemento. Miedito generalizado, y con ese panorama rondaba la sorpresa: 79-85. Restaban dos minutos y medio. Tomic se había empeñado (seis tiros libres seguidos sin fallo, por nueve errores totales del rival) en cantar venganza. Tenía el grito en la garganta, pero Sergio Rodríguez se lo ahogó con cinco puntos de genio. Lo dio por él Llull con un triple ganador hasta que Lorbek firmó la segunda prórroga (93-93) después de un carrusel de tiros libres. León 97, ¿se acuerdan? Los de Laso andaban ahora contra las cuerdas. Con Reyes y Mirotic eliminados, con Slaughter cojo y Rudy jugando de falso cuatro. Mientras, Mickeal llevaba 20 minutos con cuatro faltas, aguantando. Y, entonces sí, Tomic bramó. El rival no podía más. Triunfo épico.