liga endesa | real madrid 75 - barcelona regal 81
El Barcelona vuelve a la vida
Un Lorbek excelso y un Navarro heroico dirigen un triunfo improbable del Barcelona que manda la final al quinto partido. El Madrid se agarrotó ante la zona planteada por Pascual.
El campeón estaba vivo. Enterrado, pero vivo. Esta final ha dejado remontadas y canastas imposibles, un puñado de imágenes para el recuerdo. El triple de Huertas, los cinco casi seguidos del Real Madrid para dinamitar el Palau, el aplastamiento del tercer partido... Pero seguramente lo más increíble de todo sea lo sucedido en este cuarto encuentro. En realidad puro playoff, cuestión de ajustes y supervivencia. Nadie sabe donde guardaba el Barcelona este impulso, este músculo y esta cohesión. El barco a la deriva de hace dos días de pronto en pie, henchido del orgullo de un campeón que burló a la lógica, casi a la realidad misma. El Real Madrid pasa de enfriar el champán a viajar al cubil del Palau para decidir una final que ha tenido un poco perdida en el segundo partido y muy ganada antes del salto inicial del cuarto. Claro que, así las cosas, ¿quién se atreve a apostar?
En 48 horas el Barcelona convirtió 59 puntos en 81, 43 de valoración en 84. Un 46-23 en un 30-33 en rebotes, un 26% en triples en un letal 50%. Desde la tumba, el equipo de Xavi Pascual respondió a un instinto primitivo, casi atávico. Se olvidó del entorno, de los pronósticos, de las previsiones. Diría que asumió su inferioridad, jugó a partir de ella y, paradojas del deporte, así fue superior. En el día en el que la condropatia rotuliana que le ha lastrado toda la final dejó definitivamente a Ndong fuera. En el día en el que la fascitis de Navarro seguía sin dar tregua y en el que el equipo jugó con tres interiores: Lorbek, Wallace y un Fran que sumó dos faltas en dos minutos. Contra eso, contra el mundo, jugó el Barcelona. Contra un equipo exultante, en perfecto estado de revista para asestar el golpe de gracia. O eso parecía.
No hubo ni un ápice de casualidad en el triunfo del Barcelona. Tuvo siempre el mando del partido, el ritmo y la inercia. Mandó y esta vez no cedió ni al cansancio ni a esa rotación mermada, esta vez más que nunca. Y conviene reconocer a Pascual lo que otros días se le ha negado. Sacó del bloque a Eidson y redujo al mínimo los minutos de Ingles o Sada. Se rodeó de una guardia pretoriana en la que de repente Huertas tenía licencia para tirar y CJ Wallace pasó de forajido a héroe: 16 puntos, 6 rebotes y 3 tapones con un segundo cuarto en el que resultó, quién lo hubiera imaginado, imparable para el Real Madrid. Pascual sorprendió además con una zona que desmadejó las buenas sensaciones del Real Madrid hasta el punto de que no hubo respuesta. Ni tras el paso por vestuarios. Un cambio defensivo a la desesperada que enredó a Llull y Carroll (1/9 en tiros) y colapsó a un Real Madrid que corrió poco y atacó mal, a arreones individuales, bien Singler en los dos primeros cuartos, y sacando poco provecho en los minutos decisivos de su superioridad en la zona. Velickovic se ofuscó, Tomic basó su producción en el primer tiempo y Mirotic no apareció hasta el intento final: desesperado, demasiado tarde.
A esa defensa y a ese trance de Wallace hay que sumar un partido heroico de tres jugadores con una coraza competitiva imposible de disimular. Pete Mickeal respondió a un ambiente especialmente hostil con 13 puntos, 8 rebotes, 22 de valoración y un nervio que no pudo seguir Suárez (1 de valoración en 9 minutos). Navarro jugó casi cojo pero jugó casi 31 minutos. Anotó 12 puntos, repartió 5 asistencias y ejerció de base y de guía espiritual en el día de su 32 cumpleaños. Nunca, nunca se puede dar por muerto al equipo de Navarro... y Lorbek. El esloveno dio un recital (24 puntos, 5 rebotes, 4 asistencias) que no encontró respuesta, sellado Velickovic y poco efectivo Felipe. Con la dulzura al poste de un ladrón de guante blanco y el triple que dejó tiritando al Palacio (68-79, minuto 38). Todo eso, 15 puntos de Huertas y una defensa en zona de hormigón: el campeón inventando soluciones y pegando zancadas (25-32, 51-60, 60-73...) y el aspirante de pronto consumido por la ansiedad, por la responsabilidad, por la compresión de los espacios por los que descerrajó la defensa del Barcelona en los anteriores partidos, sin piedad apenas 48 horas antes...
La final se va al Palau, se va al drama del quinto partido, el mejor regalo que una serie de playoff puede ofrecer. De repente el Barcelona vuelve a parecer favorito, una roca contra la que restallan las olas de talento del Real Madrid: la desgastan pero no la derriban. Pero la advertencia es obvia: esta final caprichosa ha cambiado de amante cada vez que ha estado cerca del altar. Milagro azulgrana en el primero, remontada blanca en el segundo, paliza descomunal en el tercero y resurrección improbable en el cuarto... ¿Quién se atreve a apostar?