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El cuaderno de Antoni Daimiel

El lanzamiento exterior es un oscuro precipicio

Antoni Daimiel
<b>VICTORIA. </b>España ganó a Lituania en Madrid el 13 de agosto.
daniel sastre

Detalles. Con la satis­facción de los resultados y de muchas de las sensaciones contra Gran Bretaña hay una preocupación que turba la visualización de la gloria que está por venir. Sólo hemos anotado once de los cincuenta triples lanzados. Sin contar la aportación de Navarro desde esa distancia, el acierto del resto no llega al 10%, un oscuro precipicio, más aún considerando la atención y espacios que acaparan nuestros pívots. Nuestros cuatro hombres altos meten un 60% de los puntos del equipo y ésta es una descompensación con apariencia de herida pequeña pero con la que no se puede ser campeón de Europa. Uno de los que debe enderezar con urgencia su campeonato es Llull, el más errático de nuestros jugadores de perímetro y el quinto jugador en minutos de juego disputados.

Haciendo cuentas. Para el gran objetivo de jugar la final y asegurar de ese modo plaza para los Juegos Olímpicos de Londres habrá dos partidos fundamentales, el de cuartos de final y la semifinal. Duelos a vida o muerte, a 40 minutos de riesgo. No hay quien salve ahora la tentación de mirar a los grupos C y D para especular sobre el que será nuestro rival en el primero de esos cruces. En el C sólo una disminuida Grecia (ayer cayó contra Macedonia) parece que pudiera llegar a ser un peligro y en el D Rusia y Eslovenia son las únicas con opciones a ponernos en una coyuntura problemática. Si fuéramos el mejor equipo de la segunda fase nuestro rival de cuartos seguramente no sería ninguno de los tres citados. Se trataría de un hipotético equipo de nivel inferior a los que van a ser ahora nuestros próximos cinco rivales, de ahí la importancia de competir al máximo desde hoy, de no permitir deslices en estos próximos cinco partidos.

Lituania. Nuestro rival de hoy no sólo es el anfitrión crecido que ya nos ganó en la preparación, también es un equipo equilibrado con el patrón genéticamente invariable del acierto desde la media y larga distancia. Su juego exterior es poderoso, heterogéneo e impone un ritmo físico que no siempre sus pívots pueden aguantar. Sus jugadores grandes son más limitados, más del siglo XX, salvo el joven Valanciunas­.