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Barça, campeón sin piedad
Miribilla no frenó al Barcelona, que añade la liga ACB a la Supercopa y la Copa en una excelente temporada. El rebote, la energía de Sada y la clase de Navarro (MVP), claves.
No bastó Miribilla, no bastó la fe ciega, no bastaron el corazón y la intensidad de Bizkaia Bilbao Basket. El cuento de hadas terminó para un equipo que ha honrado el presente y sembrado para el futuro para al que no le llegó el alma para frenar al Barcelona. Seguramente merecía un triunfo pero los triunfos no se merecen, se logran. No lo logró porque jugó ante un rival superior y hambriento, rabioso porque lleva las heridas de la última final ACB y de los cuartos de Euroliga. Ni se relajó ni se retiró de ninguna pelea. No jugó con el 2-0 en mente sino que lo hizo como si la liga, casi el mundo, acabara hoy, tuviera que acabar hoy. Y así llegó el tercer triunfo, el octavo sin falló en los playoffs. Y la ACB. Este año Supercopa, Copa y ACB. El anterior Supercopa, Copa y Euroliga. Un equipo excepcional, un momento de ensueño.
El camino ha sido largo y a veces difícil. Ha habido que superar las ausencias de Basile y Mickeal, la depresión post Panathinaikos, la borrosa temporada de Ricky Rubio, que se despide de la ACB con otro partido menor (sólo tiró un triple, no tocó el aro). Al final el Barcelona ha impuesto su profundidad, su físico, su envergadura, su rotación, sus recursos, su inagotable calidad. Y su hambre. Siempre famélico, un equipo siempre respetuoso con el rival y el juego, tan trabajador como el que más trabaja y con más calidad que casi todos. Esa fórmula garantiza éxitos desde la serenidad y el conocimiento del juego de Creus en los despachos y Xavi Pascual en el banquillo.
Navarro, 31 años recién cumplidos y un palmarés legendario que no para de crecer, fue MVP con 16 puntos, 4 asistencias y dardos letales en el corazón de un rival que parecía no cansarse pero que sí se cansaba: 4-14 en los últimos 5 minutos, estampida a partir del 51-50 que supuso el último aliento del equipo local. Miribilla ardía. No bastó. Porque a Navarro se sumaron Lorbek y Fran Vázquez, desaparecidos hasta la recta final, y un N'Dong que se impuso en los aros cuando el partido cambió de signo a partir del segundo cuarto. Y Sada, claro. El MVP espiritual de esta final. Defensa, corazón y muelles en las piernas. 6 puntos, 8 rebotes (5 en ataque) y 4 asistencias. 14 de valoración, un apartado que es la prueba del algodón: 43-78 para el Barcelona gracias sobre todo al rebote (29-43, 9-16 en ofensivos), arma que sostuvo al equipo catalán cuando casi ningún tiro entraba.
Bilbao se desfonda
El efecto Miribilla duró un cuarto, el primero: 19-12. Defensa abrasadora, acierto en el tiro y un Mumbrú que martirizaba al poste a Anderson. Anotó en el primer cuarto 9 de sus 14 puntos. Hiperactivo, después representó la intensidad casi histérica, entre el frenesí y el descontrol, de su equipo, que entregó demasiados puntos en la zona en el primer tiempo. Entonces el Barcelona llevaba 1/11 en triples. El tercer cuarto arrancó con tres casi seguidos y la primera crisis local: 33-41. Jackson la solventó con seis puntos seguidos (8 en total), su único momento de toda la final. La segunda (41-48) la propició Sada y la solventaron (47-48) Vasileiadis y Fisher. Hasta el 51-50, 32 minutos, último aliento de los hombres de negro. Ahí sacó el rodillo el Barcelona, último esfuerzo y la ACB en el bolsillo. Todos de vacaciones.
El mayor mérito del Barcelona fue, insisto, pelear como si fuera un quinto partido. Aguantar el tirón inicial del equipo vasco y la grada, volver a golpear cada vez que sus ventajas se esfumaban, sufrir en cada defensa de un último cuarto abrasador (8-16). El mérito de Bilbao Basket es obvio: lleva en su cinturón las muescas de Power Electronics y Real Madrid, ha dado la cara ante un Barcelona al que sólo regaló el primer partido. Después le ha hecho sudar cada punto, cada posesión, cada paso hacia el título. En Bilbao ha surgido algo bonito. Pero el campeón, otra vez de casi todo, es el Barcelona. Un extraordinario Barcelona.