acb | real madrid 74 - gran canaria 73
Maquillaje del barato
El Real Madrid necesitó la heroica para superar a un buen Gran Canaria. Abonado a los finales de infarto, salvó los muebles gracias a una canasta de Llull y una polémica decisión arbitral.
Este partido era una molestia gigante para el Real Madrid. A partir de ese hecho innegable y de las reflexiones de cada temporada sobre el calendario ACB, del equipo de Molin no se puede decir nada bueno que no sea que sumó la victoria y que tuvo en ráfagas del segundo tiempo el mínimo exigible de espíritu. Ganó tras ir siempre a remolque y ganó porque Llull anotó en penetración y en el siguiente ataque y con menos de dos segundos los árbitros miraron para otro lado ante una falta personal (de tiro) de Felipe Reyes.
Las protestas de Gran Canaria se fueron al limbo y esa acción resultó definitiva en un partido arbitrado con un tono general muy casero y en el que el Real Madrid debería explicar cómo sufrió tanto como local y tirando 28 tiros libres por los 9 de Gran Canaria. El equipo de Pedro Martínez jugó más de siete minutos en bonus en el último cuarto y aún así el Real Madrid fue incapaz de imponerse sin recurrir al último segundo, al infarto de miocardio, a la moneda al aire. De eso vive y cuando sale bien todo son sonrisas (San Sebastián, primer partido ante Power Electronics, hoy...). Cuando sale mal (Málaga, segundo partido de cuartos de Euroliga), cabezas gachas y olor a azufre. Ni siquiera hay mucho revuelo: la Caja Mágica fue una nevera en la que hubo tímidos silbidos cuando el equipo naufragó y moderados aplausos cuando sacó la cabeza. Como ahora todo depende de la serie de Euroliga y este partido era un paréntesis molesto, evitaremos los análisis profundos. Porque en una semana el Real Madrid (y parece extraño viéndole jugar) puede ser equipo de Final Four. Pero también puede estar eliminado. Porque parece un equipo capaz de enchufarse y ganar casi cualquier partido a golpe de defensa, sufrimiento y las individuales de turno (que varían). Pero también parece un equipo que puede perder cualquier día ante casi cualquier rival.
Porque el Real Madrid, y este es el hecho, está jugando muy mal al baloncesto. Horrible, horrendo. No tiene sistema, referentes definidos ni demasiados conceptos de ataque. Ahora mismo tiene el físico justo y el ánimo en cuarentena (todo, otra vez, pendiente de Valencia...). Gana a tirones, a hachazos de espíritu (Felipe, Llull...) y destellos de calidad (Mirotic, Tomic...). Gana a la mayoría de rivales ACB porque tiene más fondo de armario que casi todos. Faltaría más. Pero en muchos partidos la afición preferiría ver a un equipo que gana por simple superioridad, por lógica funcionarial. Incluso un equipo que se divierte... Ahora mismo el Real Madrid no es eso. Vive colgado de ganar un partido en Valencia para no avanzar hacia otra catástrofe y con todo fiado a eso nadie mira más allá del maquillaje barato: ganar, siguiente partido...
Gran Canaria, que viene jugando muy bien y que es un equipo de consistencia intachable, notables virtudes y enormes valores que se diluyen fuera de su pista, fue mejor durante una cantidad admirable de minutos. En el primer cuarto funcionó como bloque a golpe de triple y sin un Carroll que se puso en funcionamiento cuando su equipo le necesitó y que casi gana el partido al final (20 puntos). El Real Madrid, interesado en él, vio lo que es: una ametralladora, un anotador excelso pero limitado en defensa por su físico. Conviene analizar si es jugador para un grande y tomar decisiones a partir de ahí. También brillaron otros habituales como Wallace, Moran o un Rey que dominó las zonas (10 rebotes) hasta que Fischer apareció en pista. Molin parecía dispuesto a reservar al pívot o a Prigioni, que finalmente volvió a jugar mucho (27 minutos, dos triples cuando su equipo pasaba las de Caín). El Real Madrid por lo demás maquilló tarde el rebote (33-36) y tardó más de dos cuartos en coger su primera captura ofensiva. También tardó un mundo en anotar su primer triple y en general vivió de apariciones de Tomic (en ataque, transparente en defensa) y de la consistencia obrera de Felipe (15+7). De eso, de los tiros libres y de la aparición de Llull como revulsivo. El menorquín anotó 19 puntos, 14 en el segundo tiempo con canasta decisiva incluida... Ese es su hábitat. En estático volvió a estar gris y su inicio como base fue catastrófico (5 pérdidas de su equipo en el primer cuarto).
Así que el Real Madrid concedió un 16-20 al final del primer cuarto que fue después 16-28, 29-40 o, ya en el segundo tiempo, 37-49. Remontó a golpe de Llull y defensa, con más fallos del Gran Canaria que méritos propios. Y cuando se puso por delante no supo sentenciar y no supo atacar ni maximizar la bendición de los tiros libres. Mirotic no funcionó, Velickovic pasó tan de puntillas como siempre y Tucker alternó acciones notables y pérdidas lastimosas en la vorágine de su relación de amor y odio con la grada.
Y así el Real Madrid necesitó el primer triple de Suárez, que Felipe metiera sus tiros libres y Borovjnak fallara uno, que Llull anotará su última penetración y que los árbitros se tragaran el silbato en el último ataque del equipo canario para ganar un partido de ACB que pintaba a trámite con la mente en la Euroliga. Emociones fuertes en un día que no las necesitaba. Pero victoria. Y ahora, con todo pendiente de lo que suceda en una Fuente de San Luis que espera con los cuchillos largos, parece que es lo único que importa. ¿O no?