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mundial 2010 | españa 97 - eslovenia 80

Remedios contra la melancolía

Con Navarro (26 puntos, 7 asistencias) al mando y la segunda unidad aportando intensidad y cohesión, España evitó el desastre ante Eslovenia después de una gris primera parte, jugada todavía con el triple de Teodosic entre ceja y ceja. Con la aportación de Fran Vázquez en las dos zonas y la intensidad de Llull, Felipe y San Emeterio, España escapó de una pesadilla que amenazaba con perpetuarse. Ahora jugará por el quinto puesto y para seguir escapando de la larga sombra de la decepción.

<strong>ESPAÑA VOLVIÓ A SONREIR.</strong>
ESPAÑA VOLVIÓ A SONREIR.

Cuando España empezó a jugar contra Eslovenia, se acabó el partido. Cuando Scariolo tomó las decisiones más coherentes a estas alturas del campeonato, Eslovenia fue el azucarillo competitivo que acostumbra a ser. Cuando Navarro decidió que cada victoria cuenta, la transformación fue instantánea. Hasta entonces, hasta el descanso, España seguía sumida en una pesadilla claustrofóbica, peleada consigo misma, con las buenas sensaciones en cualquier otra parte y demasiados rivales enfrente: Eslovenia y su baloncesto aritmético, Teodosic y el joven poder serbio, Estados Unidos en cualquier lugar de cualquier otro camino. La decepción, el fracaso, la inseguridad: la melancolía del campeón abatido.

El primer tiempo fue más bien el tercero del partido de cuartos. España estuvo discontinua en defensa y dispersa en ataque. Empezó buscando buenos tiros pero cada fallo, muchos incomprensibles en cualquier otra circunstancia anímica, minó una convicción cogida con alfileres hasta que Eslovenia se sintió en su salsa (menos infectada por el virus del fracaso) y despegó hasta un 14-23. España permitió a la línea exterior rival sentirse feliz durante todo el primer tiempo y recibió el agradecimiento a base de triples de Lakovic, puntos de Dragic y Udrih... Hasta el descanso mandó Eslovenia (38-41) casi sin romper a sudar, poniendo su indudable clase y ortodoxia en el juego como contribución a la demolición de un rival que se bastaba para enredarse en su propio colapso. Marc (2/9 en tiros, 1/4 en tiros libres) y Ricky, quizá los que más necesitan un paso por el diván del psicólogo, naufragaban mientras Rudy se cargaba de faltas tras un inicio meteórico (8 puntos en el primer cuarto, 16 totales).

A partir de ahí, de un escenario tétrico que oxigenó a Eslovenia hasta el último cuarto, despertó poco a poco España. Primero caminó, después corrió hasta terminar volando. Y lo peor para Scariolo es que lo hizo de la forma que alimentará aún más el fuego de los debates: con la segunda unidad en pista apuntalada por Juan Carlos Navarro. La defensa se fortaleció con Llull y San Emeterio por fuera y Fran y Felipe por dentro. La infrautilización del gallego en anteriores partidos enseñó una nueva muesca en su aportación constante: 16 puntos sin fallo, tres tapones, intimidación, mates... Con Ricky y Marc en el banquillo junto a Garbajosa y un Rudy con cuatro faltas, España entró de lleno en el juego y si no depegó antes fue porque se pasó ocho minutos del tercer cuarto en bonus y concedió hasta 16 puntos (de 21 totales) desde la línea.

El lavado de cara definitivo no hubiera sido posible sin Juan Carlos Navarro. Más capitán que nunca, tan jugador como siempre. Después de un primer tiempo fantasmal (3 puntos) decidió que, a pesar de los pesares, cada victoria cuenta y que ser quinto es mejor que ser séptimo u octavo. Y que, y esto no es anecdótico, este grupo de jugadores tiene que ponerse ya a trabajar (psicología...) con la mente puesta en Lituania 2011 y Londres 2012. Navarro ofreció una exhibición tremenda en un segundo tiempo en el que anotó 23 puntos para un total de 26 a los que sumó 7 asistencias. De su liderazgo y sus puntos rebrotó la alegría, el lenguaje corporal positivo en el campo y en banquillo y el puente dorado hacia el 33-18 de un último cuarto en el que, impensable media hora antes, se divirtió. Llull corrió y cañoneó desde el exterior, Fran fue un gigante apuntalado por Felipe, San Emeterio y Mumbrú pusieron su grano de arena... y España, sin algunos de sus elementos teóricamente más representativos, fue lo más parecido a España que hemos visto en todo el campeonato.

La victoria sirve. Es lo que queda una vez que no hay forma de evitar la tortura de jugar partidos cuando lo que quieres es que te trague la tierra. Sirve por el bloque, por la confianza, por espantar la melancolía, por ponerle una sonrisa, aunque sea pequeña, a la tristeza insondable, por darle un revés, aunque sea uno minúsculo, a la decepción. Queda otro partido, queda pelear por la quinta plaza y queda seguir escarbando en busca de las sensaciones perdidas. Ya sin opción de catarsis, al menos una cuestión de orgullo. Y ante Eslovenia, y entre malos presagios y nubarrones de tormenta, España lo encontró. Y eso, en las actuales circunstancias, es una buena noticia.