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Baloncesto | Mundial 2010 | El cuaderno de Antoni Daimiel

Kleiza, tormento chino y un filón para Toronto

Antoni Daimiel
<b>EL LÍDER LITUANO. </b>Linas Kleiza, rodeado de jugadores chinos en el partido de ayer en Estambul.
afp

Paraíso sudamericano.El Brasil-Argentina nos regaló el mejor partido del Mundial. Se lo pones a un bebé y agita las manos. Ese bebé será un aficionado al baloncesto de por vida. Cuando acabó el encuentro puse el fútbol como el que pide un postre. En esa cancha de Estambul se concentró todo el arte concebible en una cancha de una gran competición. Arte barroco, colores con gusto, olores con sabor, la estética al servicio de la victoria al cien por cien. Acierto y perfección del primer al último segundo, emoción incluida. Los ortodoxos pidiendo en Twitter y en foros más defensa por miedo a que tal reclamo pueda dejar fuera, por exigencia, hasta a los espectadores. Brasil murió en la orilla con todos los honores, como lo hizo contra Estados Unidos. A falta de siete minutos para el final ambos equipos empezaron a jugar con cuidado y ahí Argentina dominó por mayor experiencia en este tipo de duelos y por el mayor peso de sus genes italianos y alemanes. Y claro, por Scola. Un jugador superior que metió hasta el tiro libre que tiró a fallar.

Kleiza, imparable y solitario. El lituano Linas Kleiza dominó el último cuarto contra China como Scola, en modo jordanesco, de manera poco habitual en el baloncesto FIBA actual. Como buen superdotado del baloncesto Kleiza es un solitario. Su mejor amigo es un bulldog. Cuando tenía diez años sus padres se fueron a EE UU para hacer carrera en las artes plásticas alrededor de Nueva York. Seis años más tarde, aún adolescente, Linas se reunió con ellos. Les acompañó al World Trade Center un mes antes del 11-S y enseguida se marchó a un instituto de Maryland para jugar al baloncesto, entre el burgués barrio de Georgetown y el polvorín de Baltimore (definido en la exitosa serie The Wire). El mismo instituto por el que años después pasó un tal Kevin Durant. Ahora Kleiza tiene 25 años y es un profesional con kilómetros y vivencias de anciano. Una estrella del Mundial, un filón para los Toronto Raptors.

Aún de segunda categoría. El nivel baloncestístico de China progresa adecuadamente. De momento le vale para estar entre los dieciséis mejores del mundo. Su población produce jugadores grandes y coordinados, pero ni sus experimentos genéticos ni su ascenso hasta el segundo lugar entre las potencias económicas mundiales han podido de momento fortalecer su sangre, su garra o su oficio competitivo. A la espera de si vuelve o no por sus fueros Yao Ming, Yi Jianlian necesita mejores compañeros si quieren dar un salto de calidad en el futuro. De los actuales, a los jóvenes les falta pausa y cabeza y a los veteranos algo más de oxígeno.