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mundial 2010 | españa 101 - nueva zelanda 84

Contentos, pero sin presumir

España mejoró y sumó un triunfo innegociable tras el traspié ante Francia. En algunas fases se pareció a sí misma pero repitió síntomas de irregularidad, falta de tensión y de concentración defensiva, y permitió a la débil Nueva Zelanda vivir haciendo la goma hasta el último cuarto. Con algunos claroscuros, la selección terminó el partido con buen sabor de boca y tendrá que ratificar su recuperación el martes ante Lituania.

<strong>ESPAÑA GANÓ A NUEVA ZELANDA.</strong>
ESPAÑA GANÓ A NUEVA ZELANDA.

Sabíamos que España iba a ganar este partido salvo desastre sísmico. No sabemos a ciencia cierta cómo está este equipo pero sí sabemos que no está tan mal como para sucumbir ante la selección de nuestras antípodas, a su vez en las antípodas competitivas con respecto a su eclosión de Indianapolis 2002, un hermoso recuerdo que va escrito en los 36 años de Pero Cameron. Es arriesgado utilizar este partido como termómetro pero seguro que ha sido valioso como bálsamo para un equipo con el orgullo dolorido (algo que no es necesariamente malo). En un grupo sin demasiada enjundia, la segunda jornada aparecía como un balneario de primera y cumplió como tal. Pero aunque la tormenta ha cesado no se han ido del todo los nubarrones. No hemos visto al campeón desembarcar con toda su gloria en el Mundial, no hemos visto a una Nueva Zelanda zarandeada y pagando los platos rotos. Así que tomo prestada la expresión de Luis Aragonés: estamos contentos, pero sin presumir...

... Al menos todavía. Si entramos en la calibración de sensaciones, España tuvo un buen arranque y un buen final de partido. Buen planteamiento, buen desenlace y algo más de confusión en el nudo. Por ahí se escaparon jirones de brillantez y por ahí aparecieron (de forma menos aparatosa por la modestia del rival) algunos de los defectos que se le adivinan a la selección. El martes llegará Lituania, un día muy interesante para saber un poco mejor dónde estamos. Y cómo estamos. Ese será el gran valor de un partido que convendría ganar porque parece absurdo hacer cábalas por mucho que a los oídos de la selección lleguen ecos de los tambores de guerra del team USA, que marcha a ritmo de crucero deshuesando rivales de prestigio (Croacia, Eslovenia...).

Los claroscuros de España nos impidieron saborear con máximo gusto las notables fases de la selección, que salió al galope (21-8 en medio cuarto) y terminó al galope (16-0 en apenas cuatro minutos del último cuarto en ruta hacia la máxima brecha: 93-68). Ahí vimos a Ricky robar balones y distribuir con vibración eléctrica (11 asistencias), a Navarro (4/7 y 18 puntos) y Garbajosa (4/4) amartillar desde la línea de tres, a Rudy aportar en todas las facetas (12 puntos, 12 rebotes) y a Marc gobernar los tableros (22 puntos, 3 tapones). Esta vez entraban los tiros, los libres y los de tres, y una fina lluvia de baloncesto cubría a una Nueva Zelanda con evidentes problemas. Es un equipo al que se le ha retrasado demasiado el relevo generacional y cuyo único jugador con centímetros (Pledger) hizo tres faltas en los tres primeros minutos.

Concentración, tensión, circulación de balón, buena selección de tiro. Y acierto: todo con la primera unidad y hasta un retumbante 24-11. Los problemas de España llegaron con el exceso de relajación y con las trabas de una rotación que no parece lo que prometía. Hay jugadores que por llamadas tardías (Raúl) o lesiones (Llull) no están en su mejor momento de forma. Y hay falta de confianza concentrada en puestos (el alero alto...) donde a España no le sobra nada. Entre unas cosas y otras España abrió la puerta y Nueva Zelanda se coló hasta el salón y puso los pies encima de la mesa: 48-44 del descanso. La 'Tall Black' es una selección combativa y difícil de jugar por su ritmo y su tiroteo exterior (33 triples). Pero es un rival ante el que España no se puede permitir un marcador tan apretado ni tantos puntos en contra en dos cuarto. No puede permitir que Abercrombie (19 puntos en 21 minutos) le haga un traje a base de exhuberancia física y muelles. No puede desconectarse en defensa y desproteger el aro en cualquier puerta atrás. No puede resucitar a rivales ya en la tumba.

España salió como un terremoto del vestuario, con un parcial de 13-2 que ponía tierra de por medio a base de triples (Navarro, Garbajosa...), buena dirección de Ricky y concentración defensiva. Pero otra vez permitió respirar a Nueva Zelanda (77-68 ya en el último cuarto y antes del 16-0 citado) a base de conceder saltos tremendos a Abercrombies y rebotes ofensivos a Vukona. Ni siquiera hizo falta un partido épico del francotirador Penney (21 puntos para 58 en dos partidos de campeonato) para que Nueva Zelanda incordiara en cuanto España se entregaba al el intercambio de imprecisiones, bajaba el pistón en defensa y se olvidaba de circular y de hacer pasar el balón por Marc Gasol en ataque.

En el último cuarto llegaron los mejores momentos de España antes del carrusel final de triples de los neozelandeses. Con un Marc dictatorial y un buen tono al que se sumaron Raúl López o Fran Vázquez. Hubo ráfagas en la que vimos a la selección hinchar el pecho, coger confianza y divertirse. Pero aunque ganó y ganó bien, no hizo los 40 minutos impecables que se había exigido tras la revolución francesa del día anterior. Quizá se guarde el despegue para Lituania, quizá siga en lenta progresión para subir el listón en los cruces (como en el Europeo). O quizá, concesión a los pesimistas, no esté tan fina como debería y esos problemas (banquillo, banquillo, banquillo...) se convertirán en lastres demasiado pesados. El martes descubriremos cosas, hasta entonces estamos contentos... pero sin presumir.