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euroliga | cska moscú 78 - real madrid 82

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EP

El Real Madrid logró el triunfo de prestigio que perseguía desde el inicio de la temporada y lo hizo en el escenario soñado: en pista del campeón y gran favorito al título, para asentar su lugar en el Top 16 y armarse de moral de cara al clásico del Palau. Con una enorme defensa en el último cuarto, el equipo blanco vivió del habitual trabajo incesante de Felipe Reyes y de un gran día, por fin, en el tiro exterior.

El Real Madrid llegaba con muchas dudas a Moscú y dejó un puñado de ellas en el Universal Sports Hall. Ganó (78-82), igualó el basket average por si las moscas, y comenzó a preparar con un triunfo en el clásico europeo (14 títulos entre rusos y blancos) el clásico español del próximo sábado en el Palau. Pocas veces un par de victorias, como las pírricas logradas ante Partizán y Murcia, habían ayudado tan poco. Esta, sin embargo, vale por esas dos y por muchas más: es el triunfo que el Real Madrid buscaba como trampolín para su titubeante proyecto. Una victoria de prestigio que sirve también para acabar además con los sufrimientos de esta primera fase en la Euroliga. Miel sobre hojuelas.

El CSKA, que veía al resto de equipos del grupo a una distancia sideral hasta ahora, jugó con ese carácter tan peligroso para los rivales como para sí mismo que mezcla la frialdad rusa con la suficiencia del campeón, del que se sabe superior a casi todos. Y con poco en juego por su parte, regaló tres cuartos en los que pareció mejor sin pisar el acelerador y un final horrible en el que rebotó una y otra vez contra la defensa del Real Madrid, que comenzó bien, resistió en la parte central y explotó al final con un último cuarto (14-23) que debe dar fe, confianza e impulso. Si realmente este Madrid tiene dentro un equipo mejor del que hasta ahora se ha visto, este es un buen punto de partida para el despegue.

CSKA paga sus bajas y su excesiva suficiencia

Por supuesto, sería injusto para los de Messina (ese entrenador por el que suspiran en Barcelona y con el que flirtean en Toronto) no citar dos bajas tan trascendentales como las de Smodis y Siskauskas. Ni un trasantlántico de tales proporciones deja de resentirse ante un agujero así en una rotación, por lo demás, infinita. Holden, para siempre unido a la historia negra de la selección española, tampoco está al 100%, pero eso no le impidió ser una pesadilla (12 puntos, 5 asistencias) hasta que la tela de araña del Real Madrid le envolvió junto al resto de su equipo en el último cuarto.

Entonces, con 64-59 tras un tercer cuarto en el que CSKA amagaba y amagaba con dar el hachazo sin llegar a consumarlo, Langdon (14 puntos de pura seda) anotó un triple que ponía el 67-59 y amenazaba con terminar con la resistencia titánica del Real Madrid, que había cambiado su acierto en los triples del primer tiempo por el sufrimiento, el sudor, y la suma de puntos a base de tiros libres y del trabajo de desgaste de Felipe Reyes. En los peores minutos del Madrid, durante el tercer cuarto, el pívot volvió a quedarse sólo en esas fases en las que Plaza parece no tener ningún otro plan. Y, sin tener uno de sus días más brillantes, el cordobés fue una constante pesadilla para el CSKA. Anotó 19 puntos (con una excelente serie de 9/10 desde la línea de tiros libres), capturó 6 rebotes y provocó 11 faltas. Fue, una vez más, el sostén anímico y práctico de su equipo.

A partir de ese 67-59, el Real Madrid voló hasta un 67-69. No sólo no se hundió ni entregó la cuchara, sino que volteó el partido ante un rival que pareció primero erróneamente seguro de sus fuerzas y después incapaz de voltear la dinámica del choque. Como un castigo: no poder cuando quiso después de no haber querido cuando pudo. En esa racha final apareció Tomas (inexistente hasta entonces) y reapareció Bullock, al que Plaza mantuvo en el banquillo después de un enorme primer cuarto, que terminó con 8 puntos. Los puntos finales de 'Sweet Lou' (13 totales) sentenciaron a un CSKA que lo intentó a la desesperada pero que chocó también con un partido por fin completo de principio a fin de Mumbrú (14 puntos, 5 rebotes, 4 asistencias).

Antes de ese final gran final, el Madrid consiguió siempre contener las embestidas de su rival, imparable cuando hace circular el balón, con capacidad para hacer daño dentro (Savrasenko, Lorbek) y sobre todo para jugar con muchos hombres abiertos, encontrando siempre tiros para Langdon, Khryapa y Morris, un pívot de muñeca letal (12 puntos, 6 rebotes).

Enseñando su verdadero arsenal sólo a ráfagas, el CSKA anuló las ventajas iniciales del Real Madrid (7/12 en triples en el primer tiempo para los de Plaza) y alcanzó su mayor ventaja con un 35-25 en pleno vendaval local. El Madrid parecía a punto de claudicar, pero resistió siempre, primero con Bullock, después con Mumbrú, y con Massey (12 puntos), y con Felipe Reyes, y con alternancia defensiva con zonas muy agresivas en los minutos decisivos... El Real Madrid fue tozudo, se enfrentó a la realidad y no se conformó con dar la talla ante el que sigue siendo favorito al cetro de la Euroliga. No, esta vez se permitió un triunfo que significa oxígeno y orgullo, una reivindicación que necesita ahora lo más difícil: la confirmación. En el Palau, el sábado, llega el siguiente examen, también de categoría extraordinaria.