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Pekín 2008 | EE UU 93 - España 55

España aguantó medio partido

España creyó en los milagros, buscó lo imposible y cuajó, junto con la imperial selección de los Estados Unidos, los mejores veinte minutos que hasta ahora se han visto en el torneo de baloncesto olímpico femenino de Pekín 2008, llenos de un espectáculo que, por diversos factores ajenos a ambos equipos, no pudieron prolongarse.

<b>BRILLANTE.</b> La selección española femenina de baloncesto dio la cara contra Estados Unidos.
BRILLANTE. La selección española femenina de baloncesto dio la cara contra Estados Unidos.Reuters

Las subcampeonas de Europa pueden soñar con encaramarse por primera vez en la historia al podio olímpico por derecho propio. Las americanas, poseedoras de una serie de victorias consecutivas que ahora se eleva a 29-0 (en el total de las participaciones olímpicas asciende a 46-3), también lo deben saber.

Pekín 2008, después de cuatro apariciones de las estadounidenses, reinas indiscutibles de la canasta olímpica femenina, asistió atónito a un primer tiempo deslumbrante del equipo de Evaristo Pérez (39-34). Nadie había tuteado así a las chicas de Anne Donovan hasta ahora. Absolutamente nadie.

Los encuentros de las estadounidenses han acabado de forma casi inmediata. Han triturado a todos los equipos que se les han puesto por delante sin pestañear. Ejercen una hegemonía incontestable y merecida. La formación de las barras y las estrellas ha albergado la carrera olímpica de Laurent Jackson, dueña del récord de metales olímpicos del baloncesto en los Juegos -tanto de hombres como de mujeres- con cuatro oros y un bronce. En la recámara aguarda la maravillosa Lisa Leslie -puede ganar su cuarta presea dorada en la cita asiática- y, en general, se trata de una selección mítica.

Pero nada asusta a un grupo de chicas que no son las más altas, ni las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más nada. Un colectivo que habla el idioma del baloncesto, del compromiso, de la ambición deportiva, del honor olímpico. Una pandilla de amigas que juegan juntas, ríen juntas y pasean el nombre de España por el mundo con clase, rectitud, respeto y alegría.

El equipo nacional femenino es un orgullo para el deporte español que acumula cuatro medallas consecutivas en Europa (tres bronces y una plata) y que ha venido a los Juegos para poner el corazón y todo lo que lleva dentro en pos de un hito histórico. Que miró directamente a los ojos a las estadounidenses y se movió sin complejos, al más puro estilo del insigne Barón de Coubertain.

Y que, después de regalar a todos, incluidas las rivales, un precioso primer tiempo y resucitar tras un vendaval estadounidense de 15-0 (19-4), no pudo seguir más allá. Aunque lo más lógico es que hubiera terminado arriando el pabellón frente a las magníficas norteamericanas, sobró todo lo que ocurrió nada más volver del vestuario.

La obcecación de alguien, puede que las ganas de protagonismo o de querer demostrar quien llevaba los pantalones, acabó en una técnica sobre Laia Palau que, sin la más mínima responsabilidad de las norteamericanas -que se limitaron a hacer su sobresaliente trabajo-, acabó con las esperanzas de la selección española (de 39-34 a 48-34 con un 9-0 que incluye los tiros libres de la falta técnica, el efecto moral que provocó y las tres o cuatro acciones siguientes.

Nunca se sabrá que hubiera pasado si todo eso no hubiera sucedido. Las chicas de los Estados Unidos se bastan por sí solas para hacer lo que se propongan, pero habría sido magnífico que España hubiera podido seguir divirtiéndose y divirtiendo.