Reyes mantiene invicto al Madrid frente al Bilbao

Cuando un árbitro pita técnica por una reclamación y otro regala besos por la misma causa es, evidentemente, un partido de contrastes. Redondo le cascó una técnica a Paco Vázquez por una queja pacífica; García González depositó un besito en la coronilla de Tunceri, arrodillado ante él suplicando mejor trato. Muy severo uno y muy tierno el otro. Ojo, señor García González, que le van a retirar afiliación en el Comité Bilbaíno.

Anécdotas al margen fue un partido de buen nivel (sobre todo del Iurbentia), con intensidad en defensa, ritmo vivo en ataque y pequeñas alternativas en su desarrollo (ventajas máximas de siete puntos cada bando), hasta desembocar en un epílogo incierto donde el asesino (perdón, ganador) resultó ser... el Real Madrid. O sea, que a la séptima tampoco hubo alegría para el equipo vizcaíno. Siete partidos ACB contra el Real, siete derrotas. Esta vez lo tuvieron cerca, pero tal como había dicho Txus Vidorreta en la previa, el Madrid va sobradito este año.

Reacción.

Porque el análisis del choque también podría enfocarse así: ¿Hasta qué minuto puede dormitar el Madrid sin que ello implique derrota frente a un rival de zona media? Respuesta: hasta el minuto 21 (34-41). Durante dos cuartos el Madrid se negó a sí mismo: Bullock sólo dos puntos y Reyes cero rebotes. El Iurbentia dominaba de forma insultante en los tableros (13 a 24) y compensaba con segundos tiros su escasa puntería desde el perímetro.

Pero Felipe puso en marcha el aspirador hidráulico de balones, Bullock instaló el tenderete en la línea de tiros libres y el dominado Madrid pasó a controlar la situación. Por discreto margen y sin gran brillantez, pero con la seguridad plena de que, por mucho que achuchase su rival, la victoria quedaría en casa. Inexpugnable Vistalegre.

"Interesa ganar este partido para ir con ánimo al Palau", había dicho el guerrillero Hervelle. Sí: partidazo de Euroliga el jueves. Un Madrid con diez victorias consecutivas (seis ACB, cuatro europeas) en el fortín de un Barça que, de la mano de Lakovic, es colíder en la ACB y vuelve a soñar títulos pese al adiós de Navarro.