Baloncesto | Selección
Estudiantes, su hogar durante 41 años
El título de Copa del Rey (Vitoria-2000) es su trofeo más preciado, pero José Vicente Hernández ha logrado prestigio, esencialmente, por llevar al éxito una filosofía deportiva: jugadores españoles y valores de cantera.
Cuando relevó a Miguel Ángel Martín como primer entrenador, los sabios de la grada colegial le auguraron estancia breve en el cargo. "Le viene grande; le falta personalidad". Ha estado once años (más que nadie en la historia del club) y se ha ido por voluntad propia. Ojalá en la Selección sea tan pasajero como Díaz-Miguel, un provisional de 27 años. Y también, recordemos, alumno del Ramiro.
Le molestaba que le llamasen Pepu (prefería Josevi), pero ha tenido que resignarse. Es sinónimo de éxito el hecho de ser reconocido (en deporte) con un simple apodo, un nombre propio. Lo singular, en su caso, es que no ha sobresalido por acumular trofeos, sino al imponer una filosofía deportiva: confianza plena en los jugadores nacionales y oportunidades máximas a los talentos de la cantera.
Raíz asturiana. José Vicente Hernández es madrileño y ha mamado Ramiro de Maeztu desde los seis años hasta los 47 actuales. Al acabar el bachillerato se matriculó en la facultad de Ciencias de la Información, pero no terminó la carrera. De no ser entrenador seguramente se dedicaría al periodismo.
El único detalle adverso en su nueva responsabilidad es que no podrá disfrutar de sus impagables veraneos en Rivadesella, la localidad asturiana de la que procede su familia materna y en la que es un habitual cada verano. Pepu tendrá que compensar de algún modo a sus mujeres, que son cuatro: Belén, su esposa, y las tres niñas, Celia (11 años) y las mellizas Candela y Claudia (tres). A estas últimas, sobre todo, será difícil explicarles por qué papá tiene mucho tiempo libre en invierno y ni un solo momento de ocio al llegar el buen tiempo.
Pepu ha superado los registros de dignísimos antecesores en el Estudiantes, como Rafa Laborde, Ignacio Pinedo, Chus Codina o Miguel Ángel Martín. Esperemos que haga lo mismo en la Selección. Conocimientos, personalidad y amor al baloncesto no le faltan. Además, ha moldeado a muchos de los internacionales.