Ese riesgo siempre latente del descenso, del dejar de ser, es un ingrediente de nuestra pasión.
Apenas ha empezado a ser profesional y ya ha cambiado, para mejor, el mundo del fútbol.
En el césped siempre juegan dos equipos y la trascendencia del choque, es una obviedad, depende del rival.
Es necesario un tipo de jugador que, además de rendir individualmente, amalgame el grupo.
El estadio es un paréntesis de realidad, una ficción del estilo de la del cine o la literatura, refugios necesarios.
La identidad de los clubes emerge cuando se enfrentan a quienes entienden como antagonistas.
Me preocupa cuando los adultos tratan a los pequeños como si fueran jugadores profesionales.
He ahí una historia universal: la del mayor que cuida del pequeño, de cuyo destino depende su propia felicidad.
En los pies de Allan Saint-Maximin el balón parece una bola metálica de petacos, vertiginosa e imprevisible.
Como la fuerza en el universo de Star Wars, el fútbol es una herramienta capaz de sacar lo mejor o lo peor de las personas.
Los videojuegos, al fin y al cabo, no dejan de ser un tipo de narrativas, como las novelas y la radio.
La película documental LFG (Let's Fucking Go) es un canto de guerra, un grito de ánimo entre ellas al que deberíamos sumarnos también los hombres.
En estos meses de estadios vacíos en los que se escuchaba el golpear de la pelota, supongo que estos amantes del puro juego disfrutaron como nunca.
Hoy conviene recordar que cuando ganamos lo hacemos todos y que cuando perdemos, sobre todo en esos momentos conviene subrayarlo, perdemos también todos.
Más allá de nuestros colores, en la pasión de cada hincha por su club late la de todos nosotros.
Qué bien les vendría a muchos jugadores tener una ocupación en el día a día que vaya más allá de ellos mismos.
He echado muchísimo de menos San Mamés: el rito, la gente, la sensación de comunidad cada quince días. Pero, sobre todo, he añorado vivir todo eso con mis hijos.
Creo que los dos, desde hoy, tendrán cierta simpatía por el equipo del otro. Una simpatía nacida en la amistad. Como les sucede a sus padres.
Me intrigan aquellos jugadores que han ganado suficiente para volver a convertir su trabajo en un placer. ¿Por qué siguen jugando por dinero?
En Bizkaia decimos chopo al puesto de portero porque ese era el apodo del más grande de todos los que ha habido: Jose Angel Iribar.
Cristiano Ronaldo tiene un enorme poder de influir en las opiniones y modos de vida de muchas personas.
Deberíamos ser más cuidadosos al tratar del trabajo y el esfuerzo y de la vida de terceras personas.
Fueron varias las señales que le decían que había llegado la hora de dejar de competir.
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