Ni fuerza ni inteligencia: un antropólogo revela por qué los humanos dominan el mundo
La capacidad humana para imaginar y combinar infinitas posibilidades, conocida como “apertura”, explica cómo nuestra especie ha superado los límites culturales de otras formas de vida
Desde las canciones de las ballenas jorobadas hasta el cultivo de hongos de las hormigas cortadoras de hojas, la capacidad de transmitir cultura no es exclusiva de los seres humanos. Sin embargo, ¿Qué distingue a nuestra especie del resto del reino animal? Según Thomas Morgan, antropólogo evolutivo de la Universidad Estatal de Arizona, la respuesta radica en nuestra “apertura”: una capacidad única de imaginar un número infinito de posibilidades y combinarlas de formas innovadoras.
Morgan argumenta que, mientras otras especies también acumulan conocimientos culturales, la flexibilidad y creatividad humanas son lo que realmente impulsa nuestra evolución cultural y nos permite superar constantemente nuestros propios límites.
Ejemplos en la naturaleza
El comportamiento cultural no es ajeno al mundo animal. Los chimpancés, por ejemplo, aprenden a usar herramientas para extraer termitas y transmiten esta habilidad a sus crías. De manera similar, las ballenas jorobadas modifican sus canciones con el tiempo, mientras que las hormigas cortadoras de hojas cultivan hongos como sustento, un proceso que ha evolucionado durante millones de años.
Sin embargo, estas adaptaciones culturales suelen permanecer estáticas. Las herramientas de los chimpancés no han cambiado significativamente a lo largo de las generaciones, y aunque las canciones de las ballenas se enriquecen, no experimentan transformaciones radicales. En contraste, los humanos no solo acumulamos conocimientos, sino que constantemente reinventamos y expandimos sus límites.
La apertura y la planificación secuencial
Morgan explica que la apertura humana permite visualizar y ejecutar secuencias complejas de pasos para alcanzar un objetivo final, adaptándolos sobre la marcha. Este tipo de razonamiento se refleja en tareas cotidianas como cocinar: un proceso que requiere identificar utensilios, medir ingredientes, controlar temperaturas y ajustar según los resultados.
Esta capacidad de imaginar, adaptar y combinar secuencias no tiene paralelo en otras especies. Es lo que nos permite no solo resolver problemas inmediatos, sino también proyectar soluciones para desafíos futuros, como el diseño de tecnologías o la exploración espacial.
Mientras que la cultura animal puede alcanzar un techo evolutivo, la humana parece no tener límites. La invención de la rueda, por ejemplo, marcó un hito inicial que derivó en vehículos avanzados; el control del fuego condujo al desarrollo de tecnologías energéticas complejas. Cada generación aprovecha el conocimiento previo para construir un mundo más sofisticado y adaptado a sus necesidades. Este ciclo virtuoso de acumulación cultural ha permitido a los humanos dominar el planeta y modelar su entorno de formas inimaginables para otras especies.
Implicaciones y perspectivas futuras
El concepto de apertura no solo redefine nuestra comprensión de la evolución cultural, sino que plantea preguntas clave sobre nuestro futuro. En un mundo en constante transformación por la inteligencia artificial, la robótica y las nuevas tecnologías, esta capacidad podría ser crucial para abordar los desafíos venideros.
Además, comprender mejor cómo nuestra creatividad y adaptabilidad han moldeado nuestra historia puede inspirar investigaciones sobre cómo potenciar estas cualidades en otros contextos, como el diseño de sistemas tecnológicos o la colaboración global.
A diferencia de otras especies, que se adaptan a su entorno, los humanos lo transforman. Desde la invención de aviones hasta la construcción de estaciones espaciales, la humanidad no avanza de manera lineal, sino mediante saltos espectaculares. Estos avances se nutren de un imaginario colectivo que combina la innovación individual con la colaboración social. Así, el verdadero secreto de nuestra dominación global no radica en la fuerza ni en la inteligencia, sino en nuestra capacidad de imaginar y crear juntos un futuro ilimitado.
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