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SOCIEDAD

Un japonés intenta matar a una cucaracha y acaba explotando su casa

El producto entró en contacto con una mesilla calentadora eléctrica, lo que provocó la explosión. El hombre presentó heridas leves, se desconoce el estado del insecto.

Actualizado a
Matando cucaracha con fósforo

Imaginemos la siguiente situación. Un hombre llega a su casa después de un largo día de trabajo. Las luces están apagadas, nadie le espera en el apartamento. Ya casi se ha acostumbrado a esta hiriente soledad. Se desviste sin ganas y se dirige directamente a su tatami, puesto que el trabajo hoy le ha dejado hasta sin ganas de comer. Antes de envolverse en el futón ve un punto marrón en la pared que no reconoce, pero está tan cansado que decide no darle demasiada importancia, la casa está cada día más sucia, así que tampoco le importa no diferenciar cada una de las manchas de la pared. Cuando está a punto de dormirse, se da cuenta de que ha olvidado ir al baño y, desganado, se levanta de nuevo para, nada más iniciar el movimiento ascendente, darse cuenta de que la mancha ha desaparecido.

Conoce a tu enemigo

El hombre presta atención, escanea la superficie de la pared y lentamente dirige su mano hacia el interruptor de luz. Nada más pulsar el botón, el diminuto huésped empieza a corretear hacia la entrada de la habitación, donde se planta desafiante. “Por primera vez en años tengo compañía -piensa el hombre- y es una cucaracha”. Aún demasiado cansado para moverse, la mira con asco desde la cama, y esta parece devolverle la mirada con un asco aún mayor. Así permanecen durante unos minutos. Calibrando sus fuerzas, evaluando el próximo movimiento.

Vencer sin violencia

Recuerda entonces la máxima de Sun Tzu que ha repetido tantas veces en su memoria al leer “El arte de la guerra”, el libro de sabiduría oriental que resume todas las máximas que un general debe hacer propias para salir victorioso en cualquier contienda: “El arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”. Opta, por tanto, por levantarse y así darle una imagen más imponente al invasor, pero este no retrocede, quizás intuye que él, también, está profundamente aterrado. “Conoce al adversario y sobre todo conócete a ti mismo y serás invencible”. ¿Qué sabe de las cucarachas? Que son prácticamente invencibles, que resisten una explosión nuclear y que una vez encuentran comida no abandonan el hogar, tienen una debilidad, eso sí, el insecticida que sabiamente ha decidido guardar en un cajón de la cocina.

Rápido como el viento

Con pasos temblorosos se dirige a la cocina. No sabe qué hará si el bicho una vez más no retrocede, pero esta vez sí lo hace y corre a esconderse debajo de la mesa del salón. Algo dentro suyo le anima a pisotearlo, pero recuerda: “No persigas a los enemigos cuando finjan una retirada, ni ataques tropas expertas”. Así que mantiene el paso firme hacia la cocina. Con el insecticida en la mano y la víctima bajo la mesa piensa: “Llévalos a un punto del que no puedan salir, y morirán antes de poder escapar”. Descarga entonces el veneno mortal sobre la criatura, que huye despavorida. Él se siente poderoso y olvida una máxima: “No presiones a un enemigo desesperado. Un animal agotado seguirá luchando, pues esa es la ley de la naturaleza”.

La cucaracha corre y una densa nube de letal vapor la persigue. Tras varios minutos de intensa contienda, esta se posa sobre el kotatsu, una mesa con calentador eléctrico. El insecticida podría entrar en contacto con la corriente eléctrica y explotar. Él lo sabe, no le importa, sabe que la cucaracha está débil, que no resistirá un último ataque. Él tampoco puede aguantar mucho más, los pulmones le escuecen y tiene la vista borrosa. Piensa en los valientes aviadores que en la II Guerra Mundial se negaron a una deshonrosa rendición y optaban por lanzarse en picado sobre los buques americanos. Aprieta el botón del insecticida como quien aprieta un gatillo.

Las grandes cantidades de aerosol liberadas sobre la corriente de alta tensión eléctrica generaron una explosión que hizo temblar el edificio y estallar los cristales de las ventanas del apartamento.

Ninguna lucha es en vano

Esto fue lo que ocurrió en la ciudad de Kumamoto (Japón), cuando un hombre de 54 años, cuya identidad se desconoce, aplicó grandes dosis de insecticida sobre un kotatsu al intentar acabar con una cucaracha. Esto produjo una explosión que destruyó la ventana de su balcón y le provocó algunas heridas. Según el periódico japonés Mainichi Shimbun, el temblor provocado por el estallido se sintió en todo el edificio. El estado de la cucaracha se desconoce, yo quiero creer que ha muerto.