Ediciones
Resultados
Síguenos en
Hola

SOCIEDAD

¿Cómo se creó el cubo de Rubik?

Erno Rubik diseñó este rompecabezas para enseñar geometría tridimensional a sus alumnos de la Facultad de Arquitectura de Budapest.

¿Cómo se creó el cubo de Rubik?

Un cubo de Rubik clásico de 3x3 tiene nueve cuadrados de colores en cada una de sus seis caras. Nueve cuadrados rojos, blancos, verdes, azules, amarillos y naranjas que pueden ocupar diferentes posiciones. Si nos hubieran dado un cubo de Rubik justo en el momento en que se produce el Big bang y desde entonces hubiéramos cambiado su posición dos veces por segundo, aun si nunca repitiéramos una posición, llegaríamos a 2024, 13.500 millones de años más tarde, sin haber agotado siquiera la mitad de las posibles combinaciones que tiene este aparentemente sencillo rompecabezas. Un cubo de Rubik puede adoptar 43 quintillones de formas posibles y de este colorido infinito uno tiene que encontrar la única que permita que cada grupo de colores comparta la misma cara. Este proceso, como hemos visto, puede llevar una eternidad, pero algunas personas son capaces de resolverlo en unos pocos segundos. Esa es la magia de este ingenioso artefacto inventado hace ya 80 años.

Budapest, 1974

“El cubo mágico” fue como apodaron al invento de Erno Rubik, escultor y arquitecto húngaro que había heredado de su padre, ingeniero, una gran fascinación por el trabajo manual y los rompecabezas. Erno estudió y luego impartió clases de Arquitectura en la Facultad de Artes Aplicadas de Budapest, donde aprovecharía su fascinación por construir modelos geométricos para enseñar conceptos de espacio a sus alumnos. En 1974 ideó para una de sus clases la primera versión de lo que acabaría siendo el reconocido cubo. Este primer prototipo constaba de veintisiete bloques de madera y servía para enseñar geometría tridimensional. Erno vio el potencial del rompecabezas y lo llevó a una pequeña cooperativa de Budapest dedicada a la fabricación de juguetes.

Fracaso inicial

Tres años después, Rubik volvió a llevar al cubo a, esta vez, una empresa comercial estatal húngara, con la idea de comercializarlo más allá de las fronteras nacionales. Los responsables de la empresa dijeron que el cubo no iba a tener éxito ni como juguete ni como rompecabezas y que este no había despertado ningún interés en las ferias internacionales en las que había sido expuesto. Más tarde se descubrió que en realidad este no había sido expuesto en ninguna feria, sino que se había quedado olvidado en una caja. Como diría Rubik años después, recordando las políticas de la Hungría de los 70: “El país no tenía una afinidad particular por la producción de juguetes”. Hungría, por aquel entonces un satélite soviético, no era el terreno propicio para este tipo de proyectos “capitalistas” y la venta del cubo se retrasaría durante otro lustro.

Nüremberg, 1979

En 1979 Erno Rubik conoce a un húngaro expatriado en Austria llamado Tibor Laczi, que inmediatamente ve el potencial del curioso artefacto. Laczi lleva el cubo de Rubik a una feria del Juguete en Nüremberg, donde llega a un acuerdo con la empresa estadounidense Ideal Toy Company. Rubik, al que tanto esfuerzo le había costado promocionar su invento en su tierra natal, vio cómo de repente este empezaba a venderse por millones. El cubo estaba, finalmente, resuelto.

La matemática de Dios

Más allá de los colores y de su complicada y aparentemente simple solución, el cubo de Rubik esconde un complejo trasfondo matemático. La pregunta es la siguiente: ¿cuál es el número mínimo de movimientos que se necesitan para resolverlo, sea cual sea la combinación del cubo? Cuando el cubo aún estaba comenzando a hacerse popular, decenas de matemáticos en todo el mundo se esforzaron por encontrar el “algoritmo de Dios”, el cual permitiría dar respuesta a esta cuestión. En la década de los 80 la respuesta era que se necesitaban 53 movimientos. Treinta años más tarde, el desarrollo del cálculo computacional permitió averiguar que el conocido como “número de Dios” era, en realidad, 20. Tras su simple apariencia el cubo de Rubik ha despertado la fascinación de matemáticos, aficionados a los rompecabezas y, también, de miles de speedcubers. Un speedcuber es aquel que aúna conocimiento y habilidad manual para resolver un cubo en el menor tiempo posible. El récord actual es de 3,14 segundos.