Rusia responderá a Islandia
Moscú ha asegurado una “reacción correspondiente” tras conocer el cierre de la embajada islandesa en la capital rusa y la limitación de todo tipo de operaciones entre ambos países.
No existe una región más cercana al Viejo Continente y a la vez tan separada del mismo como Europa del Norte. Aunque la cercanía geográfica salta a la vista ante cualquier mapa, la lejanía es casi más evidente cuando al europeo promedio -especialmente si vive en la costa mediterránea- se le habla de aquellas ínsulas verdes, montañosas y volcánicas bañadas por el Ártico.
Pero está ahí. Y desde siempre. Cuando Moscú lanzó la invasión a gran escala sobre Ucrania, entre las mil consecuencias geopolíticas que generó semejante efecto mariposa, desencadenó un impensable proceso de integración a la OTAN que ha concluido con Finlandia como estado miembro de la Alianza Atlántica y que muy probablemente conduzca a la adhesión de Suecia. Es decir, el conflicto del Donbás ha sacado a la palestra internacional a una región tan silenciosa como relevante por la potencia de sus economías y culturas. Y el siguiente en la lista es Islandia.
Cierre de embajadas y límite de operaciones
Hace unos días el Ejecutivo de Reikiavik tomaba la decisión de cerrar su embajada en la capital rusa. La orden, que tendrá efecto a partir del próximo 1 de agosto, es altamente significativa porque el país escandinavo se convierte así en el primero que toma tal decisión. Y a esto se suma la petición que el ministerio de Exteriores islandés ha lanzado a Moscú: limitar las operaciones de su legación.
Dentro de las fronteras rusas no ha sentado nada bien la iniciativa islandesa. No molesta al Kremlin la ofensa que pueda suponer tal resolución, sino la manera en que ésta se traduce en una postura a favor de Kiev. Un amigo menos. No han vacilado las autoridades moscovitas en asegurar que la respuesta será “la apropiada”.
En línea con esta furia fría desatada, el ministerio ruso de Exteriores ha lanzado un comunicado en el que asegura que “la decisión tomada por las autoridades islandesas de rebajar el nivel de las relaciones diplomáticas con Rusia destruye toda la gama de cooperación ruso-islandesa”; una relación que, a ojos de Moscú, “tradicionalmente se basaba en el respeto mutuo y la cooperación multifacética”.
Una amenaza para la posteridad
Se trata de un ‘lo dejo yo’ con el que, en cierta parte, busca crear en la memoria escandinava un pasado de amistad. “Rusia hizo una contribución importante a la formación de un Estado islandés soberano, fue uno de los primeros en reconocer su independencia, e hizo mucho para proteger los intereses de Islandia en tiempos difíciles para el pueblo islandés”, reza un comunicado tan cargado de nostalgia autoritaria como de odio egoísta, si es que alguna de las dos puede desprenderse de tal adjetivo.
Y, como no podía ser de otra forma, arroja a la parte islandesa la acusación por la mala evolución de las relaciones. “Tendremos en cuesta esta decisión poco amistosa cuando construyamos nuestros lazos con Islandia en el futuro. Inevitablemente serán seguidas por una reacción correspondiente”, cierra el comunicado emitido por el gabinete que dirige Serguéi Lavrov con mano férrea.
Entre líneas se esconde un ‘tú me has obligado a hacerlo’; un ‘tiempos pasados siempre fueron mejores’. Un lamento irremediable en forma de última palabra. A fin de cuentas, es un comunicado más propagandístico que pragmático: amenaza con el futuro por romper con un pasado ‘idílico’. Aunque no para ambos, por lo visto. Las bombas en el este ucraniano han roto una neutralidad que nunca llegó a pactarse.