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POLÍTICA

Puigdemont, irónico con lo sucedido en la alcaldía de Barcelona

El expresidente de la Generalitat y fugado, Carles Puigdemont, ha cargado contra el “Estado español” por orquestar un gobierno “títere” que tiene a Cataluña como “actor secundario”.

Carles Puigdemont, the Catalan Separatist leader was arrested on his way to a conference in Italy on Thursday Night, leading to protests across Barcelona / EFE
STEPHANIE LECOCQEFE

La mayor sorpresa del 28M se ha hecho esperar y ha llegado en forma de pacto inédito en la ciudad condal. El acuerdo a tres bandas entre PSC, Comunes y PP ha entregado el bastón y la llave del consistorio al candidato socialista, Jaume Collboni. La condición que había impuesto la formación azul era que la exalcaldesa, Ada Colau, no entrase en el equipo municipal. Y ha conseguido desalojarla.

A semejante sorpresa no han tardado en reaccionar las formaciones independentistas, encabezadas por el también exalcalde y candidato de Junts, Xavier Trias, cuyo pacto con ERC, pese a mantenerse como el escenario más probable hasta la misma mañana de la investidura, le ha sido insuficiente para entrar al ayuntamiento. Deberá participar en la política catalana como parte de la oposición. Ni él, ni nadie, al principio de la sesión sabían qué iba a ocurrir. Y su reacción llegó, precisamente, en el mismo pleno, de forma directa y contundente: “Que les den a todos”.

“Si la vergüenza fuera agua...”

Sin embargo, la respuesta que todo el mundo deseaba ver venía desde más allá de los Pirineos. Fuera de España; concretamente, desde Bruselas. Quien fuera presidente de la Generalitat de Cataluña y exlíder de la formación de Trias, Carles Puigdemont, actualmente fugado de la Justicia española, ha sacado a relucir su malestar a través de Twitter con la siguiente frase: “Si la vergüenza fuera agua, hoy en Cataluña no habría sequía”.

A través de otro tweet, Puigdemont ha dado su visión de lo ocurrido en Barcelona y señala directamente a los despachos de Madrid por controlar la política de la ciudad condal. “La gran coalición de Barcelona demuestra que el Estado español y sus representantes en Cataluña siguen en guerra, por si alguien se había olvidado de ello”, escribe, en línea con el discurso independentista que ha mantenido en España y desde el primer día de exilio.

Precisamente ahí encuentra el problema: en la ausencia de partidos independentistas con poder en el consistorio de mayor relevancia en toda la Comunidad Autónoma. “El frente patriótico existe, pero es español: PSC, Comuns y PP. En la conversación entre derechas e izquierdas españolas, Catalunya será siempre un actor secundario. Por eso el rol del independentismo no es ayudar a España parar su derecha sino ayudar a Catalunta a detener esta España, que ya se ha visto que prefiere perjudicar la vida de los barceloneses”, prosigue en su dilatado análisis.

Agradecimientos a Trias y Maragall

Esta argumentación le vale para tachar de “títere” el nuevo gobierno, cuyos hilos, tal y como relata, son manejados desde la capital. Y esta espiral de acusaciones, que se remontan en el argumentario independentista hasta cuatro años atrás, a los comicios de 2019, ha terminado con unas palabras en tono más agradable -mezcla de lamento y rabia- hacia Trias, a quien ha agradecido “representar hoy la dignidad y la lealtad”.

Lo mismo con Ernest Maragall, el candidato de ERC, “por contribuir a impedir la sucursalización de Barcelona”. Este último, como si el eco bruselense hubiese volado a Barcelona, o como si quizá no se hubiese ido nunca del repertorio de algunas formaciones, calificó lo ocurrido como un “155 de facto”. Poco tiene que ver con el que hubo cuando, precisamente, Puigdemont lideraba la Generalitat.