Un hombre encuentra 6.000 euros en un sofá de segunda mano
El mueble fue adquirido en un mercadillo solidario, y el dinero estaba en su interior en billetes de 20 euros
Por todos es sabido que el hueco entre los cojines del sofá es un lugar mágico donde van a parar toda clase de objetos inesperados. Es especialmente habitual encontrar calderilla perdida en la oscuridad, caída de algún bolsillo en tiempos remotos. Normalmente, suelen ser cantidades modestas. Como mucho, alguna moneda de 50 céntimos o de 2 euros si se tiene mucha suerte. Pero los hay que redefinen el concepto de buena fortuna hasta rayar en lo milagroso. Esta historia parece sacada de una película.
El protagonista es un hombre llamado Alberto. Se paseaba él por las hileras de mesas de un flamante mercadillo solidario. Estos lugares son ya de por sí un poco mágicos por ser el sitio al que van a parar objetos que, en otro contexto, jamás se esperaría que compartieran espacio. Cosas de todas las calidades, tamaños y cualidades. Desde la chatarra que sobra a las antigüedades exquisitas. Los restos de cien vidas se pueden vislumbrar en apenas un puñado de puestos de mercadillo.
Al ser sin ánimo de lucro, los clientes suelen ser benevolentes con estas iniciativas. Al fin y al cabo, se trata de echar una mano colaborando con una buena causa, no de encontrar un tesoro oculto entro los cachivaches. Lo normal es hacer una aportación de generosidad variable, dependiendo del ánimo y la cartera del comprador, adquiriendo alguna cosa que realmente no se necesita.
Aunque a veces, si se tiene pericia, se pueden matar dos pájaros de un tiro, consiguiendo a buen precio un producto de utilidad y en buen estado. Fue el caso de Alberto, que vio un sofá que le gustó y, pensó, quedaría bien en su hogar. Lo compró sin sospechar que aquella decisión le cambiaría la vida a mejor. Lo que le pasó fue tan inverosímil que parece de mentira. Pocos tratos más rentables se han cerrado.
Después de hacerse con el sofá de segunda mano, Alberto pensó que le vendría bien una puesta a punto. Así que lo mandó desmontar para hacerle una limpieza profunda. Ni en un millón de años hubiera alcanzado a adivinar lo que había en el interior de uno de los cojines. Exactamente 6.000 euros en billetes de 20. De origen desconocido, claro. Pero, como el que lo encuentra se lo queda, y esto es una ley inmutable que se aprende desde la infancia, de buen grado aceptó aquel regalo del destino.
Según él mismo declaró, aún sigue disfrutando de los pingues beneficios de aquella operación tan inolvidable para él como surrealista para el resto. En esta ocasión concreta, desde luego puede decirse que ser solidario tuvo su premio. El destino le devolvió a Alberto su buena acción multiplicada por cien (o por 6.000). Por eso, siempre es recomendable arrimar el hombro si, paseando por la calle, se topa uno con un mercadillo solidario. Lo principal es el altruismo, pero nunca se sabe qué tesoros ocultos se pueden encontrar.