El motivo por el que no deberías dejar una lata de conservas abierta en la nevera
Una vez abiertas, su exposición al oxígeno puede provocar una reacción química que le otorgue un desagradable olor metálico, entre otros problemas.
Es una situación que se repite de forma constante: en una cena o un aperitivo con amigos, muchas veces suele ocurrir que, una vez que abrimos una lata de conservas, esta no se termine y la llevemos de vuelta al frigorífico. Sobre un plato para evitar que la grasa ensucie la nevera, el hecho de guardarla para otro día es un error que se repite en muchas casas de España.
Porque, si bien estando cerrada puede durar meses y meses en buen estado en nuestra despensa, una vez abierta debe consumirse en el mismo día en que se abre. Y es que, si las guardamos estando abiertas, pueden ser un foco de bacterias que pueden poner en riesgo nuestra salud. Los materiales con los que se fabrican explican por qué duran tanto tiempo estando perfectamente cerradas, pero una vez abiertas la cosa cambia.
El aluminio y el acero laminado ayudan a que estas conservas se mantengan en óptimas condiciones durante mucho tiempo, así como también el vacío que se produce en el alimento en el momento del envasado, con una capacidad esterilizadora. Pero antes de introducir el alimento en su recipiente, estos pasan por un procesamiento térmico que destruye los microorganismos presentes.
Los riesgos
El hecho de abrir la lata de conservas hace que desaparezca el vacío generado en el momento del enlatado. De esta forma, la propia acidez de los productos, junto con el oxígeno al que están expuestos, puede hacer que se provoque una reacción química, otorgando al alimento un desagradable gusto metálico.
Pero no es el único problema que podemos encontrar. Al estar abiertos es posible que el líquido que los cubre se evapore y, al secarse, absorban los olores de otros alimentos almacenados en nuestra nevera y haciendo que su consumo no resulte agradable. El peor de los problemas que puede ocurrir, si bien es menos habitual, es que se contamine con hongos o bacterias.
Uno de los mayores riesgos es el botulismo, una enfermedad causada por una toxina que sintetiza la bacteria Clostridium botilinum y de la que hubo un brote hace algunos años en unas latas de atún del supermercado DIA. Los efectos suelen aparecer entre las 12 y las 36 horas después de que la toxina entre en el torrente sanguíneo. Los síntomas principales son los vómitos, náuseas, calambres, dificultad al hablar o tragar, boca seca y párpados caídos.