Si sueles tomar malas decisiones, la neurociencia dice que probablemente compartes estos rasgos comunes
Un estudio de la Universidad de Nueva Gales del Sur identifica a las personas compulsivas como aquellas que repiten su comportamiento a pesar de las consecuencias.

La vida es una constante toma de decisiones. En todo momento. Desde cosas más sencillas, como la elección entre dulce o salado, hasta otras más importantes como la decisión (en caso de hacerlo) de estudiar una u otra cosa. Algunas de ellas saldrán bien. Otras, no tanto.
Algunos parecen empeñados en tomar malas decisiones, a pesar de lo evidente de las consecuencias negativas que tendrán. Ahora, un estudio ha entrado a valorar el porqué de estas decisiones, en las que cabría esperar un aprendizaje con el paso del tiempo. Este estudio, publicado por la Universidad de Nueva Gales del Sur, sostiene que algunas personas siguen tomando malas decisiones porque no pueden relacionar sus acciones con las consecuencias.
Para ello, llevaron a cabo un sencillo juego de toma de decisiones para ver cómo las personas aprenden de resultados negativos. El objetivo final no era determinar la fuerza de voluntad ni la inteligencia de los voluntarios, sino ver si eran capaces de reconocer la relación entre sus decisiones y lo que ocurría tras ellas. El juego era el siguiente: los participantes debían elegir entre dos planetas: uno llevaba a una nave que daba puntos: el otro, se los quitaba.
La penalización no ocurría siempre, pero sí lo suficiente como para que la mayoría entendiera la mecánica del juego. Pero, tras varias rondas, había algunos que seguían optando por la maña decisión. “Descubrimos que algunas personas simplemente no aprenden de la experiencia”, asegura el doctor Philip Jean-Richard-dit-Bressel, de la Universidad de Nueva Gales del Sur.
Tres comportamientos
Según el experto, “algunos incluso cuando están motivados para evitar el daño y prestan atención, no se dan cuenta de que su propio comportamiento está causando el problema”. Con los datos, observaron tres tipos de comportamientos: sensibles, inconscientes y compulsivos.
Los primeros identificaron rápidamente las decisiones que les perjudicaban y actuaron en consecuencia. Los inconscientes, por su parte, no lo descubrieron por sí solos. Pero, una vez que les explicaron conexión, cambiaron su forma de proceder. Y los últimos, los compulsivos, seguían tomando las mismas decisiones a pesar de que les explicaran que eran sus acciones las que causaban el problema.
“Básicamente les dijimos: ‘Esta acción conlleva esa consecuencia negativa, y esta otra es segura’. La mayoría de las personas que habían tomado malas decisiones cambiaron su comportamiento de inmediato. Pero algunas no lo hicieron”, explica el doctor Jean-Richard-dit-Bressel.
Del estudio a la vida real
En un primer momento, el experimento se hizo únicamente en Australia, y posteriormente se amplió a 267 participantes de 24 países diferentes. A ellos se les hizo un seguimiento de seis meses, tiempo tras el que se les invitó a participar de nuevo. Los resultados fueron similares al estudio inicial, con mayoría de inconscientes (47%, por el 35% inicial) y compulsivos (27% y 23%, respectivamente). El cambio principal.
Tras ese tiempo, la mayoría de personas mostró el mismo comportamiento. “Sugiere que no se trata solo de errores aleatorios ni de malos días. Son rasgos estables, casi como tipos de personalidad. Esto no significa que sean fijos, sino que podrían requerir intervención para corregirlos”, explica el autor del estudio. “Preguntamos a los participantes cuál creían que era la mejor estrategia, y a menudo describieron exactamente lo que estaban haciendo, incluso cuando era claramente la elección equivocada”, añade.
En cualquier caso, llevar este juego a la vida real es algo más complicado. Aunque alguna de la información recogida puede servir. “La vida real es mucho más compleja que el simple juego que ideamos. Pero los patrones que observamos, donde las personas ignoran tanto la experiencia como la información, son similares a los que observamos en el juego y otras conductas compulsivas”.
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Y pone como ejemplo algunas de las campañas publicitarias que se ven por televisión, y que advierten de los riesgos para la salud de beber o fumar. El problema, asegura, es que se da por hecho que todo el mundo cambiará una vez que entienda las consecuencias. Pero, con este estudio, sugiere que en el caso de las personas compulsivas “podríamos necesitar un tipo de intervención diferente”.
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