Asombro científico al descubrir que la vieja gasolina se manifiesta ahora con enfermedades neurológicas, ansiedad y depresión
El uso de aditivos con plomo se popularizó en la década de 1920, y tras 50 años comenzaron las preocupaciones sobre su implicación en la salud.
El hecho de acudir a una gasolinera a repostar combustible es tan cotidiano como lo puede ser prepararse un café o poner una lavadora. Acciones que hacemos de forma automática y que, a priori, no tendría que suponer ningún riesgo. Pero un reciente estudio publicado en Journal of Child Psychology and Psychiatry asegura que la exposición a gasolina en las últimas décadas se podría estar manifestando ahora en problemas como ansiedad o depresión.
Y no es por el hecho de pasar cientos de horas al año metidos en interminables atascos que parecen no tener fin, ni siquiera por el elevado precio de los combustibles hoy en día. Ya en la década de los sesenta una investigación concluyó que el plomo, presente en muchos de los combustibles de entonces, podía ser perjudicial para la salud de quienes estuvieran expuestos a sus vapores y al esmog (niebla tóxica) que emiten los vehículos.
Fue por esta razón (entre otras) por la que, cuando acudimos a una estación de servicio, podemos ver que la gasolina es ‘sin plomo’. Pero ahora estos estudios se ven reforzados por una nueva investigación llevada a cabo por la Universidad de Duke en Florida. Según la misma, es posible que los daños ocasionados entonces no terminaron con el fin del plomo en los combustibles. Es más, asegura que muchas personas en Estados Unidos podrían estar sufriendo actualmente las consecuencias de la exposición continuada al plomo.
El auge del plomo
El proceso de refinación de los combustibles incluyó la presencia de aditivos de plomo en 1921, con el objetivo de arreglar las vibraciones en los motores que podrían dañar la gasolina. Entonces, los productos con plomo ganaron en popularidad y durante varias décadas llenaron el mundo del plomo que salía a través de los tubos de escape de los coches. Hasta que en la década de 1970 surgieron las primeras preocupaciones sobre cómo podía afectar a la salud.
Japón fue el primer país en prohibir la gasolina con plomo en 1980, en lo que fue una decisión seguida por otros como Austria, Canadá, Eslovaquia o Suecia, según explica National Geographic. Una medida que no llegaría a España hasta el año 2001, tras una directiva de la Unión Europea. Pero el problema para la salud ya estaba hecho para entonces.
Volviendo los pasos sobre el estudio, los datos obtenidos en la Universidad de Florida llaman la atención: se estima que cerca de 151 millones de personas en los últimos 75 años han sufrido diferentes episodios psiquiátricos debido a la mencionada exposición a combustibles con plomo.
De acuerdo con la misma, en 2015 cerca de la mitad de los estadounidenses habían estado expuestos a los vapores de gasolina con plomo, mostrando síntomas atribuibles a un trastorno de ansiedad. “Una carga significativa de sintomatología de enfermedades mentales y diferencias desventajosas de personalidad se puede atribuir a la exposición de los niños estadounidenses al plomo durante los últimos 75 años. La posible contribución del plomo a la psiquiatría, la medicina y la salud infantil puede ser mayor de lo que se suponía anteriormente”, concluye el estudio.
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