Álex Gómez-Marín, doctor: “Una parte de vivir también es morir”
Acaba de publicar su primer libro sobre la consciencia, la vida y la muerte. Su estudio empezó a raíz de su propia experiencia.


El doctor Álex Gómez-Marín aborda la ciencia desde un lugar poco común. No solo como la disciplina que mide y clasifica, sino como un medio para explorar lo invisible. “La física es el arte de hacer visible lo invisible. Entonces en el estudio de la conciencia estamos haciendo lo mismo”, explica. Para él, las experiencias cercanas a la muerte (ECM) se inscriben en esta misma lógica: fenómenos que no se perciben con los sentidos tradicionales, pero que existen y pueden estudiarse con rigor y sensibilidad. Desde su casa y con la mayor sinceridad del mundo, atiende a AS.
Su propia ECM le marcó de tal manera que decidió escribir su historia y relatarla en su libro “La ciencia del último umbral”. En él, Álex recuerda cómo aquel momento le abrió a un nivel de conciencia que la ciencia convencional aún no logra medir. Esta vivencia personal hizo que se cuestionara los límites del cerebro y la percepción, y que se replanteara la forma en que se estudia la conciencia. “Hay cosas de las que aún no tenemos las herramientas para poder medirlas, no sabemos muy bien cómo medir lo indecible. Muchas experiencias no se pueden contar, son inefables. Y fíjate, lo invisible, lo indecible, lo imposible. Todo eso, es real”.
En su visión, el cerebro permisivo es la clave para comprender estas experiencias. A diferencia del cerebro productor, que construye la realidad y filtra lo que percibimos, el cerebro permisivo funciona como un receptor o un prisma. “El cerebro funciona como un filtro que recibe la conciencia y la filtra, la modula, la capta, es decir, no la está creando. De hecho, es como el teléfono móvil. Ahora mismo, mi teléfono no crea una cara. La está recibiendo y me la está traduciendo para que yo la pueda ver. Yo creo que eso es lo que es un cerebro.” Esta analogía permite explicar cómo las ECM pueden ser percibidas como experiencias reales sin que el cerebro las produzca artificialmente.
La muerte y la vida son inseparables
Su relato de vida y muerte también integra una dimensión biológica. La muerte, señala, no es un error, sino un mecanismo natural que asegura la continuidad de la vida. “Morir hay que morirse, para dejar paso a las nuevas generaciones. La evolución ha funcionado así. A nivel biológico, el sexo es la manera que tiene la evolución para dejar descendencia antes de morir.” La experiencia de confrontar la propia mortalidad le enseñó a aceptar la muerte como una parte inseparable de la vida y de la conciencia: “Una parte de vivir también es morir”.
Álex no solo reflexiona sobre su experiencia. Busca transmitirla y dar valor a la de los demás. Su enfoque es inclusivo: la conciencia no se limita a los experimentos ni a los laboratorios, sino que se revela en las historias personales, las experiencias espirituales y las ECM de cada individuo. Para él, la investigación sobre ECM debe equilibrar rigor empírico y apertura a lo inefable, sin perder de vista el valor humano de la experiencia. “Cuéntalo para que cuente. Solo con contarlo, y otro que tenga experiencia, puede apreciarlo y darle sentido”, comentó.

Gómez-Marín combina su faceta de científico empírico con la de comunicador y teórico, y su experiencia cercana a la muerte actúa como eje de esta integración. “Cuando empecé a hacer ciencia de estas cosas, los temas me tocaban a mí. El científico empírico tiene que seguir siendo científico empírico, pero ahora tiene que dejar paso a todas estas preguntas humanísticas, dejar lugar al misterio”.
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Álex Gómez-Marín demuestra que explorar lo desconocido no es solo un acto científico, sino un viaje profundamente humano. Un encuentro con la conciencia, con la muerte y con la verdad de nuestra propia experiencia. Su mensaje final es un llamado a la confianza y al respeto por la propia percepción: “No tengamos prisa, ya llegará, ya lo sabrás. Mientras tanto, no tengas miedo, y cuéntalo. Confía en ti mismo. Que vayan a buscar al experto, al científico, pero que confíen en ellos mismos, en que sus experiencias tienen muchísimo valor”.
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