Advertencia de Muhammad Yunus, Nobel de la Paz: “Estamos en una guerra global”
El bangladesí, premio Nobel de la Paz en 2006 por desarrollar la idea de microcréditos, habla con AS sobre la guerra, el poder del deporte y el poder de los jóvenes.
Cuando Muhammad Yunus (Bangladesh, 1940) ganó el Nobel de la Paz en 2006 por desarrollar el concepto de microcréditos, la guerra de Irak estaba activa. Hacía cinco años que se había producido en Nueva York el mayor ataque terrorista de la historia y faltaban solo unos días para que un coche bomba explotase en la T4 del aeropuerto de Barajas de Madrid. Entonces se hablaba de paz y los protagonistas internacionales no eran ni Rusia ni Ucrania. Dieciocho años más tarde, la paz permanece como anhelo porque, entre otros motivos, sigue sin alcanzarse.
Yunus fundó junto a su banco bangladesí Grameen los microcréditos, un préstamo dirigido a las personas con menos recursos para que pudieran emprender. Dice que la idea se ha torcido (otros bancos ofertan microcréditos con intereses “exorbitantes”) y que el único microcrédito es el social. Defiende la idea del negocio social, que en lugar de buscar maximizar el beneficio, quiera crear un impacto social. También ha creado el Yunus Sport Hub, una plataforma que combina el negocio social con el poder del deporte. Paz, guerra, una nueva civilización y el Mundial de fútbol en Qatar son algunos de los temas sobre los que hablamos con el bangladesí.
Hablemos sobre el sistema de microcréditos que desarrolló y le dio el Nobel. ¿Cree que la idea del microcrédito ha ido cambiando con el paso del tiempo?
En primer lugar, diría que el mundo respondió de forma muy favorable a nuestra idea del microcrédito, con mucho entusiasmo. Todo el mundo se alegró de que por fin encontráramos algo para tratar el problema de la pobreza de una forma muy concreta. Después, ese entusiasmo creó imitaciones. Nosotros animamos esas réplicas, porque era posible y porque podíamos enseñarles a hacerlo. Se extendió por todo el mundo, pero en el proceso algo salió mal y algunos se tomaron la idea del microcrédito como una oportunidad para sacarle dinero a los pobres. Nosotros creamos el Banco Grameen de microcréditos para luchar contra el prestamista, y lo creamos como un negocio social, es decir, un negocio no para ganar dinero, sino para resolver problemas humanos, pero otros muchos se convirtieron en prestamistas muy agresivos que les daban dinero a los pobres con un tipo de interés exorbitante.
Yo diría que se ha dirigido a un camino completamente opuesto, una dirección opuesta, algo que condenamos rotundamente. Hay que tener cuidado a la hora de hablar de los microcréditos: el auténtico es el que ayuda a la gente sin ningún gran interés en hacer dinero con ello. El equivocado es un negocio de usura. Utilizan el nombre de microcrédito para conseguir respeto, y utilizan ese respeto para atraer al pobre. Eso está mal. En todo caso, seguimos diciendo que hay un microcrédito correcto, el negocio social.
¿Por qué cree que la idea se ha torcido así?
La gente siempre manipula la idea correcta para su interés personal y para ganar dinero. Por eso se inventó un producto falso, se imitó la marca, el estilo de hacer negocios y así sucesivamente para ganar dinero. Siempre ocurre. Lamento mucho que ocurra en el caso del microcrédito, porque se diseñó para ayudar a los pobres, no para convertirse en una especie de chupasangre de los pobres.
Usted también ha desarrollado el Yunus Sport Hub ¿Cómo funciona?
En primer lugar, el deporte es un gran poder, pero se utiliza sólo para el entretenimiento, básicamente. Solo una pequeña parte se utiliza para beneficio comercial, para vender cosas, para publicidad, es decir, para hacer dinero. El poder del deporte es tan grande, tan universal, que si se utiliza para el cambio social, puede aportar muchísimo a todo el mundo. Empezamos a dar ejemplos y eso atrajo al mundo del deporte, lo que llevó a la creación de iniciativas de negocio social en el mundo del deporte. Nuestro primer gran proyecto es la creación de un París 2024 como una olimpiada de negocio social. Hemos creado el Yunus Sports Hub para promoverlo. Además, acabamos de firmar un acuerdo con E-sports, que también están consiguiendo un gran poder. Miles de millones de personas participan en ellos, así que ¿por qué no utilizan ese poder para introducir cambios sociales?
Por ejemplo, cuando tengamos la Villa Olímpica, no será sólo una villa para que los atletas se queden allí 20 días o algo así. También será un lugar para la gente sintecho, de modo que cuando los atletas se vayan, los sintecho puedan quedarse allí. Se diseñó para que las personas sin hogar, personas con ingresos muy bajos con dificultades para pagar alquileres, puedan ocuparlo y se convierta en un verdadero pueblo, no sólo en un pueblo deportivo durante 20 días, sino en pueblo real para toda la vida: mercados, educación para los niños, instalaciones de entrenamiento e instalaciones de juego…
También nos queremos centrar en los deportistas. La vida deportiva es muy corta. Llega hasta los 35 años y cuando creces, ya no sirves para nada. Tu vida profesional es muy corta pero intensa, pero de repente no sirves para nada y se convierten en fracasados porque no han hecho nada para prepararse más allá de los 35 años. Se sienten muy frustrados. Así que, ¿por qué no centrarnos en ellos y transformarlos para su próxima vida, la posterior al deporte, y prepararlos para convertirse en empresarios? Los deportistas pueden convertirse en empresarios muy exitosos porque entienden el sector. Creo que hay que utilizar ese poder y convertirlos en empresarios, darles financiación, etc. Esa es una de nuestras tareas, pero también lo es la construcción y gestión de infraestructuras deportivas.
¿Cómo llegaste a la idea de convertir el gran poder del deporte en un negocio social?
Mediante simples observaciones. Ahora se celebra el Mundial de fútbol, y el mundo entero bulle de entusiasmo. Cada vez que llega el Mundial, Bangladesh cambia por completo. Los pueblos y las aldeas se pasan el día ondeando las banderas de los equipos. Durante el Mundial, la de Brasil y Argentina son las más comunes en Bangladesh. Un periódico acaba de mostrar una bandera de Argentina de casi un kilómetro de largo. Ese es el entusiasmo ahora mismo en Bangladesh. Pero al final, lo más llamativo no es la bandera, es el entusiasmo, la creación de una bandera de un kilómetro de largo y los gastos que eso conlleva, porque no son gente rica, sino gente común. Y luego, cuando su equipo favorito gana, se celebra por todo lo alto durante cuatro días. Sin embargo, si su equipo pierde, hay un silencio absoluto. La gente llora y pasa tiempo sola. No tienen ganas de hablar con nadie, parece una ciudad muerta, no hablan entre ellos porque están muy disgustados. Es muy emotivo. No saben cómo ni dónde están los países a los que animan. Tampoco conocen a los deportistas ni hablan el mismo idioma. No tienen conexión alguna. Pero hay un contacto emocional.
Cuando llegan las Olimpiadas la mitad del mundo quizás esté pegada al televisor, mirando la misma pantalla al mismo tiempo, donde en algún lugar es por la mañana, en algún lugar es noche cerrada y en algún lugar es de tarde. Pero al mismo tiempo, lo están viendo y con una atención tremenda. Eso es poder. El mundo entero se moviliza. Pues si alguien dice en ese momento, ‘vamos a crear negocios sociales para cambiar el mundo’, y miles de millones de personas lo escuchan, se preguntarán ‘¿qué es negocio social?’. Eso es lo que quiero conseguir. Hay que canalizar el poder del deporte y las emociones que produce para cambiarnos a nosotros mismos.
¿Qué piensa de que el Mundial se celebre en Qatar?
Para mí es una buena idea. El mundial se basa en los diferentes países del mundo, y todos deben tener la oportunidad de ver a la gente de su alrededor. Esa gente tiene que exponerse, y si hacen algo mal, el resto del mundo les dirá que lo están haciendo mal, que lo arreglen, y ellos se pondrán en acción. Condenar no es una buena idea. La idea es ayudarles a cambiar para que sean conscientes, eso es lo que nos permite avanzar. Como no queremos retroceder, no podemos dejar que los arrinconen y les digan ‘no nos gustas. No queremos saber nada de ti’. Eso no es bueno, hay que ayudar a que cambien. El Mundial une a todo el planeta y es una gran manera de impactar en el pensamiento de las personas de todo el mundo. Hay muchas cosas en el mundo para explorar, mucho por ver y muchos amigos por hacer.
¿Quién cree que ganará?
Bueno, será el mejor equipo el que gane (risas). Quizás se proclame campeón un país o equipo no tan conocido. ¡Eso espero! No siempre gana el más conocido. Casi todos conocemos al mejor jugador o al mejor equipo. No es muy emocionante que ganen los de siempre. Creo que si vence algún país no tan conocido, sorprenderá a todo el mundo. ¡Y es algo posible!
Usted habla de esperanza, pero hoy en día todavía hay conflictos en el mundo. ¿Qué opinión tiene sobre la guerra entre Ucrania y Rusia?
Es terrible. Hablamos de un conflicto entre Ucrania y Rusia, pero es una guerra global, porque afecta a cada ser humano de este planeta. No me refiero a cada país, sino a cada una de las personas del mundo: personas muy ricas, tal vez pobres e incluso las de una tribu remota. Todo el mundo sufre. Es un ataque a la humanidad y todos estamos bajo ataque. En la COP27 dije que el mundo debería tener una sola agenda: parar la guerra. Hay que aparcar todos esos detalles sobre cómo detener el calentamiento global, qué hacer, cuánto dinero pone cada país... Esas cuestiones ahora son irrelevantes, porque todo el dinero que se prometió en la COP26 en Glasgow se ha desviado hacia la preparación de la guerra. Los fondos se destinan ahora a la supervivencia, a la economía y los países no pueden mantener intactos sus compromisos, por lo que el único objetivo ahora es detener la guerra. El hoy es lo más importante. El mañana está muerto y hoy tengo que sobrevivir. Sólo entonces podré pensar en el mañana. Debemos parar la guerra ahora mismo cueste lo que cueste. Tenemos que ser rápidos y reunir a todo el mundo. Y si el mundo se une, estoy seguro de que habrá una salida para detener la guerra.
Desde que comenzó la guerra no dejamos de hablar de la paz. Hay que detener la guerra y conseguir la paz. Pero, ¿ha cambiado el concepto de ‘paz’ con el paso del tiempo? ¿Es lo mismo que hace unos años?
El concepto de paz no ha cambiado. Sigue estando ahí. Es un sueño al que no llegamos, sentimos que nos acercamos, pero luego vuelve a desaparecer. Comienza la hostilidad, la guerra global y todo se desmorona. Es nuestra esperanza, pero mientras esperamos al sueño de la paz nos preparamos para la guerra. Y eso hace florecer a la industria de la guerra. Quiero decir, todo el mundo está ocupado fabricando armas para matarse. Podemos matar a todos en el mundo con sólo apretar un botón, la idea de la paz se debilita y pasa a segundo plano, la preparación para la guerra se convierte en la prioridad y recibe más inversión. Hay un Ministerio de Defensa para prepararnos para un conflicto, esa es la industria de la guerra. ¿Has oído hablar de una industria de la paz? No existe una industria de la paz. ¿Ha oído hablar de un Ministerio de la Paz? No, no hay Ministerio de la Paz. Quiero decir, hablamos de paz, pero la eliminamos de nuestras acciones. La tenemos solo para que los poetas nos digan que la paz es algo grandioso. Pero siempre estamos dispuestos a matarnos.
¿Cree que estamos lejos de alcanzar la paz?
No. Como he dicho, es nuestro sueño, pero no hacemos nada por conseguirlo. Hay que darle la vuelta y poner dinero en la paz. Estamos poniendo todo el dinero en matar. La paz solo es una pequeña celebración aquí, una pequeña reunión allí... No hay dinero detrás. No hay ninguna institución detrás. No hay una estructura detrás. No sólo necesita estructuras, ideas, políticas, también necesita una cultura. Necesitamos una cultura de paz. Tenemos la cultura de matar, pero no tenemos la cultura de la paz viviendo juntos. Así que todo está preparado para la agresión con el fin de destruir al otro bando.
¿Es usted optimista respecto al futuro de la civilización?
Me considero un optimista compulsivo. No puedes hacerme pesimista de ninguna manera. Seguimos intentando hacer un mundo mejor, por eso hablo de crear una nueva civilización. La actual se basa en la codicia, que trae agresión. Si te mueve la codicia, encuentras excusas para matar y buscar dinero. Esa no es la cultura que queremos, porque la Cultura de Paz consiste en vivir juntos, es decir, tenemos que construir instituciones que mantendrán y promoverán la paz. También tenemos que cambiar el sistema educativo. ¿Tenemos paz en nuestro sistema educativo? Hablamos de guerras todo el tiempo en nuestra educación. ¿Cuántas guerras has luchado? ¿Cuántos muertos? ¿Quién ganó la guerra? No se habla de cómo se consiguió la paz, de las personas que la trajeron. No hablamos de eso, pero sí del héroe de la guerra, de quién la ganó y a cuántos mató. No estamos creando instituciones ni políticas para la paz.
Suponemos que la nueva civilización la construirán las nuevas generaciones. ¿Cómo ve a la gente joven? ¿Está preparada para el cambio?
Sí, confío profundamente en los jóvenes. Tenemos la generación de jóvenes más poderosa de la historia de los seres humanos, no son como cualquier otro joven. Ahora bien ¿sois conscientes de ello? ¿Sentís que sois la generación más poderosa? Si no lo sentís, nunca usaréis ese poder, no lo usaréis porque no lo sabéis. Pongo el ejemplo de la lámpara de Aladino. Aquella lámpara era como cualquier otra. Si no supieras que esta lámpara tiene un poder, solo la utilizarías para iluminar tu casa, pero dentro hay un poderoso genio. El poder existe, pero hay que ser consciente de que lo tenemos y podemos usarlo, porque si no lo desperdiciaremos. Ahora bien, si tengo tanto poder, ¿cómo voy a usarlo? Haz un cambio, ese es el reto que propongo a los jóvenes. Por ejemplo, pueden crear un mundo nuevo.
Nosotros les animamos a crear un mundo de tres ceros: cero calentamiento global, cero concentración de riqueza y cero desempleo. En nuestra civilización parecemos robots, tenemos que construir una nueva civilización con valores humanos, compartiendo, cuidando, cuidándonos unos a otros y olvidándonos de la violencia. Nada es imposible para los seres humanos, solo necesitamos decisión. Si te decides, sucederá. Cada uno de nosotros debemos comprometernos a llegar a los tres ceros. Mi contribución al calentamiento global tiene que llegar a cero lo más rápido posible. Mi contribución a la concentración de la riqueza la tengo que alcanzar el cero. Mi contribución al desempleo, la reduciré a cero. Todo empieza contigo como individuo. Si los jóvenes asumen la responsabilidad del planeta, podrán crear un mundo de paz en el que no hay guerra. No habrá nadie que fabrique armas porque será irrelevante, será desperdiciar el dinero.
¿Por qué es la mejor generación de jóvenes de la historia? ¿Cree que son conscientes de ello?
No están familiarizados porque nadie se lo dice y creo que se sienten como cualquier otra persona joven, pero son superhombres y supermujeres. Puedes hacer lo que quieras. Claro que hay otras generaciones de jóvenes en la historia tan listos, inteligentes, y fuertes como la de ahora, la diferencia es que la actual tiene tecnología. Ninguna otra generación en la historia de la humanidad tiene tanta tecnología en la mano como la que acaba de nacer. Nacemos casi con un teléfono móvil en la mano. Una madre le enseña a su bebé un teléfono, y este pulsa botones y curiosea las cosas. Todavía no habla, pero sabe cómo maniobrar todo. El mecanismo está en tu sangre, en tu cerebro, estás conectado a todo el mundo. Los jóvenes se conectan entre sí, tienen el poder, y hay que usarlo porque la tecnología es el apoyo más poderoso.