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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 30 DE JULIO

Inglaterra es campeona con un 'gol fantasma' (1966)

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Inglaterra es campeona
con un 'gol fantasma' (1966)

Aquella fue la primera final de la Copa del Mundo televisada por satélite a todo el planeta. A ella habían llegado la anfitriona, Inglaterra, y la RFA, ambas con paso sólido. Alemania cayó en nuestro grupo, o nosotros en el suyo, y nos ganó. También nos ganó Argentina, así que no pasamos de ese grupo, pese a una victoria sobre Suiza. Alemania (sería más correcto decir la RFA) tenía un buen equipo, en el que empezaba a destacar Beckenbauer, entonces medio de ataque. Tenía al gran goleador Uwe Seeler, tenía un magnífico cerebro, Overath, tenía al imponente lateral Schnellinger y tenía esa fiabilidad de todo equipo alemán. Inglaterra, por su parte, tenía a Bobby Charlton, como agitador de un equipo joven y dispuesto, que durante el campeonato resolvió bien un debate: Jimmy Greaves, su magnífico interior en punta, ya entrado en años pero una gloria nacional, tuvo que dejar paso al joven Hurst.

La final es intensa, aunque no tan bien jugada como se esperaba, porque Beckenbauer se emplea más en anular a Charlton que en favorecer la creación de fútbol de su equipo, como había hecho en los partidos anteriores con éxito (Beckenbauer había sido la gran aparición de aquel campeonato), y de ese modo los dos mejores jugadores sobre el campo apenas hacen nada. El joven alemán fue tan disciplinado en la persecución de Charlton que en la práctica resultó como si los dos se hubieran quedado fuera del partido y lo hubieran jugado diez contra diez. Pero a pesar de eso la final es muy intensa. En el minuto 12, remate de Haller, 0-1; en el 19’, cabezazo de Hurst y 1-1; en el 77’, el que marca es Peters, ahora Inglaterra se adelanta 2-1. Entonces Alemania desencadena una feroz ofensiva, como una marea que sube y sube, y que finalmente da como fruto un gol desesperado del líbero Weber, ya en el descuento. Prórroga.

Y ahí es cuando aparece el gol más fantasma de la historia. Fue a los diez minutos de la primera parte de esa prórroga. Una jugada de Ball por la derecha, centro al área, recoge Hurst, tira de media vuelta y el balón pega en la parte inferior del larguero, bota en el suelo y Weber, que llega a la carrera, lo despeja de cabeza a córner. El árbitro, el suizo Dienst, no está seguro de si el balón ha entrado o no y acude a consultar al linier, Bakhramov, armenio (de la URSS entonces). Este le dice que el balón sí ha entrado, y se da el gol por bueno. Luego, en el último instante de la prórroga, el propio Hurst marcará otro gol, en un contraataque que debió ser detenido, porque había espectadores impacientes que ya estaban sobre el césped para celebrar el título y para urgir el pitido final.

Posteriormente, las imágenes mostraron que el balón no había entrado. Botó en la raya. En la transmisión en directo no fue fácil apreciarlo, pero una película tomada desde el plano de la portería, y en color, que apareció tiempo después, muestra inequívocamente que el balón nunca traspasó la línea.

Pero valió. Y valió el título. Bobby Moore, el capitán, alzó orgulloso la Copa Jules Rimet. Hurst había sido el primer hombre, y aún único, en marcar tres goles en una final. Ambos, Moore y Hurst, habían nacido en el metro de Londres, durante los bombardeos de la Luftwaffe. Justicia poética.