Koke y Torres dan caza al Barça
La sociedad entre ambos volvió a ser decisiva: el centrocampista marcó el primero y asistió a 'El Niño' para el segundo. Correa firmó el tercer tanto. El Atleti empata con el líder.
Antes de retarse a la Historia con mayúsculas, Simeone debe seguir escribiendo su historia en la Liga. Una historia que, por cierto, cada vez recuerda más a la de 2014. Ayer, de hecho, el técnico cumplió con lo que a principio de temporada se le pidió: con 76 puntos, matemáticamente, pase lo que pase, el Atleti irá directo a la Champions. Pero hoy el reto es otro, vaya si lo es. Como entonces, la Liga ha dejado de ser un imposible. La ventaja que el Barça tenía ya no existe. Se fue, como la arena fina en medio de la ventisca. Ya sólo el goalaverage separa a rojiblancos y culés. Qué últimos cinco partidos esperan. Uf.
No fue tan fácil el del Atleti ayer ante el Granada como el 3-0 cuenta. Al descanso, de hecho, el césped bajo los pies de Simeone era una vereda de tanto ir y venir el entrenador de un lado a otro. Daba igual que su equipo ganara 1-0 desde el minuto 14: lo que veía no le gustaba nada y movía a su equipo como si fuera un Cubo de Rubik. Ahora Koke en el centro. Ahora Saúl. Ahora Griezmann en la derecha, luego Carrasco... Probaba el 4-3-3, lo intentaba con el 4-4-2..., pero nunca llegaba a encontrar la combinación que hiciera a su equipo recuperar el control de un partido que se le había ido.
Un partido que, en esa primera parte, rascaba como una toalla que no conoce el suavizante. Y eso que Koke intentó resolverlo rápido: si en la primera jugada remató alto un centro de Juanfran, en la segunda, no falló. Aprovechó un rechace a un remate de Torres y marcó. Derechazo y a dormir, creyó el Atleti. Pero no contaba con algo: el Granada encajó el golpe como si lo esperara.
No se descompuso ni un poco el equipo de Jose González. Al contrario. Comenzó a crecer alrededor de un Doucouré omnipresente, las subidas de Cuenca por la izquierda y Rochina, todo talento y desborde. Y un peligro constante. Puede dar fe el palo izquierdo de la portería de Oblak: allá se le fue un zurdazo en el 31’ que, si no se topa con la madera, hubiera sido el empate.
Logró el Atleti, sin embargo, llegar al descanso sin que la superioridad del Granada sobre el césped se trasladara al marcador. Simeone, tras tanto meditar y pensar, actuó en el 55’: sacó a Carrasco, que nunca terminó de estar en ningún sitio, y metió a Augusto para blindar el centro. Su Cubo de Rubik hizo, al fin, clic. Tres minutos después Torres lo confirmaba con el gol.
A El Niño le había tocado vivir desde el palco la remontada ante el Barça en la Champions y salió con ganas, con todas las ganas. Era su día, además, el del niño en el Calderón. Tenía que marcar. Y, cómo no, para ello, se encontró con Koke. Otra coincidencia con 2014. Lo que antes era Koke-Costa hoy es Koke-Torres. Aquí fue un pase filtrado, caño incluido a un defensa nazarí, que Torres remató con la eficacia con la que Billy Wilder hacía películas: fantástica.
El Granada, mientras, se descosía entre resbalones (constantes; parecía el Calderón regado en aceite) y amarillas por protestar. Cuenca no volvió a desbordar. Tampoco Doucouré a ganarle la espalda a Gabi. Y Rochina, si apareció, fue para llevarse por delante a Godín, como si no tuviera ya suficiente el uruguayo con ese ojo amoratado recuerdo del último Atleti-Barça.
Desaparecido el Granada, con Jose González haciendo cambios a la desesperada (en 25’ metió y quitó a Foulquier), Correa salía y marcaba la sentencia al resolver, eficaz, otro mano a mano ante Andrés Fernández, Óliver dejaba destellos en cada balón que tocaba y el Calderón se entretenía cantándole a Oblak, instalada su grada en la más absoluta felicidad desde el pasado miércoles. Razones le sobran.