De rodillo a coladero
El Madrid acabó pidiendo la hora tras ir ganando 0-4. Con Casemiro firmó 75 minutos para la esperanza, pero luego encajo tres goles en un suspiro. Doblete de Cristiano y lesión de Varane. El equipo de Benítez pasa a octavos como primero de grupo.
Desde la corrección táctica, con futbolistas en mejor estado y ante un adversario confortable, el Madrid subió el primer peldaño desde las tinieblas sin librarse del desmayo final que le dejó al borde del empate después de dominar por 0-4. Lviv consagró a Casemiro y Carvajal como productos de primera necesidad, masajeó el ánimo de Cristiano, recordó a Bale que para él no hay mejor lugar en este mundo que la banda izquierda y devolvió a Modric a la primera plana. Una mejoría que le hizo primero de grupo, pero que se vio desfigurada por ese trastorno bipolar que casi le cuesta el empate.
En noche de pulmonía, Benítez emprendió una revolución acolchada. A Danilo y Kroos se los han llevado por delante el Clásico y la temporada en general. Quitarlos respondía a un clamor y no tenía contraindicaciones de vestuario. Con Keylor y Benzema cabía el argumento de que necesitan sanar y de que su alineación el sábado fue en pleno estado de excepción. Y también pagó la factura James, el caso menos explicable porque el desastre del sábado le cogió de perfil, pero a Benítez no le ha entrado por los ojos. Así que la cosa quedó en una especie de 4-1-4-1 sobre el que se reordenó el equipo en torno a Casemiro, la figura más representativa del equilibrio que predica Benítez y un recuperador de segunda instancia, con Modric y Kovacic restándole la pelota al Shakhtar, Bale en la izquierda (¿recuerdan que ahí hizo su fortuna?) y Cristiano, una vez más, en papel de nueve al que le aprietan las costuras. No hubo, pues, sentada general del distrito financiero.
Cuesta abajo el equipo blanco fue coleccionando buenas noticias. Cristiano se esmeró como asistente de Modric en el 0-2 y Carvajal probó estruendosamente que Danilo no está a su altura. Caño con la derecha, gol de vaselina con la izquierda y mensaje incontestable al técnico. Aquella parte de la fiesta llegó cuando el Madrid buscó el espacio y no el pie, recurso a menudo olvidado. E Isco fue creciendo en participación, lo que siempre embellece la obra, hasta que el equipo se abandonó estrepitosamente. Encajó tres goles en diez minutos y acabó pidiendo la hora. Un final horrendo que puso en duda el propósito de enmienda.