Messi se gana el doblete
Una obra maestra del argentino abrió el marcador y anestesió el empuje inicial rojiblanco. Después, Neymar, que enfadó al Athletic con una filigrana, y el mismo Leo, ya en la segunda parte, sentenciaron. Williams salvó el honor del equipo de Valverde digno, pero inferior.
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Messi decretó el doblete en el Camp Nou escribiendo una nueva página en la historia del fútbol liderando a un Barcelona gigantesco que liquidó al Athletic de Bilbao con la misma facilidad con la que lo borró del campo en las dos ocasiones anteriores en las que ambos equipos se vieron las caras en una final. De hecho el guión fue el mismo de siempre. Goleada del Athletic en las calles, un ambiente espectacular y hermanamiento de las aficiones para acabar con un baño del Barça sobre el césped que volvió a dar la sensación de no querer hurgar en la herida de un adversario totalmente noqueado.
Venció el Barça por 1-3 como podía haber ganado por mucho más. Se demostró que la vida es cruel. Había dicho Valverde en la previa del partido que si uno desea mucho que suceda un milagro, al final, puede ocurrir. Sobre un Camp Nou teñido de ilusión rojiblanca se demostró que esta teoría se desactiva siempre que haya un argentino de 1,70 llamado Messi sobre el terreno de juego. El fútbol lo decide el que más mete. El que más goles mete, quiero decir, nunca el que más aficionados mete en un estadio. Y contra Messi no valen hordas de aficionados portando banderas y llenando gradas. Ni siquiera marcajes individuales, patadas y agarrones como los que el argentino sufrió ayer con la permisividad de Velasco Carballo. De hecho, es peor enfadarle. Y el Ahletic lo sufrió en sus carne
Valverde dispuso un marcaje individual de Balenziaga sobre Messi por todo el campo que acabó siendo la condena de los vascos. Balenziaga estuvo más que bien en su tarea. Derrochó entusiasmo, pulmones, no se excedió en la dureza, no tuvo un mal gesto ni una mala patada, pero cometió un pecado mortal. Enfadar a Leo. A Messi le molesta que le sigan, que le agarren, que le protesten los fueras de banda que no son... que le agobien, en fin. Y a los 20 minutos de partido, tras una puesta en escena más que digna del equipo de Valverde, Messi dijo basta. Balenziaga le acaba de agarrar de la camiseta, de robarle un balón y de guindarle un fuera de banda que no le correspondía. Y Leo, entonces se tomó la venganza. Y qué venganza. A Balenziaga le hizo un traje.
Acunó el balón en el centro del campo, desafió a su marcador, se lo rifó dos veces. Una para fuera y otra para dentro. Tenía lo que quería, pero vio que la jugada iba a más. Sorteó como quiso a los dos jugadores del Athletic que vinieron a ayudar a su compañero, se perfiló hacia el área y ahí ya supo que estaba a las puertas de un gol histórico. Un regate más y tendría opción de disparo. Llegó Laporte a corregir como un mercancías y Messi lo sentó, armó la izquierda y ajustó el balón al palo de Herrerín. La final podía haberse acabado en ese momento. Messi había decretado el doblete. Con una obra de arte.
Fue un golpe demoledor. Un golazo absoluto que demostró una superioridad que ya se intuía tras un inicio animoso del Athletic, que salió descarado y que ya se había salvado del primer gol porque el árbitro anuló un gran gol de Neymar por un fuera de juego inexistente y por las paradas de Herrerín, estupendo a lo largo de toda la noche. De hecho, el portero del Athletic evitó que los vascos volvieran a casa con una derrota vergonzosa.
Tras el gol de Neymar, el Barcelona aplastó al Athletic ante el silencio de su hinchada, que veía como el sueño de la mayoría en la ciudad y en el campo no valía para nada. Neymar por dos veces, Suárez y Piqué perdonaron la sentencia del partido ante un Herrerín colosal. La superioridad del Barcelona era total y la final ya tenía un guión escrito.
Únicamente una frivolidad de Alba permitió a Williams poner el susto en el cuerpo a los culés con un disparo al larguero al que respondió el Barcelona de inmediato con un segundo gol digno de escuadra y cartabón. Rakitic, Messi, Suárez en tres toques para que sentenciara Neymar a puerta vacía.
En la segunda parte, el Barcelona no quiso hacer sangre, durmió el partido, controló al Athletic y en un despiste de la defensa vasca, Messi decicidió que ya era la hora de marcar el tercero. Su gol llegó tras una nueva falta de Balenziaga, que le volvió a agarrar de la camiseta. No es bueno enfadar a Messi. Dos minutos después, marcaba el argentino. Williams obtuvo el premio a su lucha poco después y el partido hubiera discurrido en un ambiente jovial si el Athletic hubiera sabido canalizar su frustración.
Lamentablemente, a una jugada preciosa de Neymar, que fue parado con falta, los jugadores del equipo vasco reaccionaron como chiquillos y se dedicaron a agredir al brasileño en el suelo ante la complacencia del colegiado. La sangre no llegó al río y el partido acabó como se suponía, con la afición del Barça cantando y la del Athletic rezando para que en la próxima final no les toque tener a Messi delante.
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