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ATLÉTICO 1 - BARCELONA 0

Un Atlético para la eternidad

Salió como un ciclón, marcó Koke y estrelló tres balones en los palos. Después se defendió con orden, garra e inteligencia y creó las mejores ocasiones. Neymar fue el mejor del Barça y Messi no existió
Atlético de Madrid-Lleida en directo online

Madrid
Los jugadores del Atlético de Madrid celebran el pase a semifinales junto a la afición del Calderón.
Los jugadores del Atlético de Madrid celebran el pase a semifinales junto a la afición del Calderón.REUTERS

Hay momentos que valen una vida. Este fue uno para todos los atléticos. Dos horas legendarias de compromiso, de actitud, de inteligencia, de talento, de fútbol… De vida, qué demonios. El Atleti, sin Diego Costa ni Arda, pasó por encima del Barça y está en semifinales de la Champions, entre los cuatro mejores equipos del mundo y quien quiera dejarle ahí tendrá que hacer algo más que jugar bien, que ganar un partido, tendrá que derribar a un gigante disfrazado de tipo corriente. No se dejen engañar. Lo único normal en este Atleti es que gane.

Mientras escribo, un buen rato después del final, el Manzanares parece prepararse para una final que empiece ahora. Ni un asiento vacío, la grada clamando, alternando el himno con las ovaciones y el Luis Aragonéééés. Bufandas al viento, felicidad desatada. Es emocionante. Como lo fue un partido que comenzó con un golpe capaz de desarmar a cualquiera: Diego Costa no estaba ni en el banquillo, como ya se sabía que sucedería con Arda. Sin dos de sus cuatro o cinco mejores futbolistas y en el escenario más exigente en siglos, era la situación idónea para una rendición civilizada: qué le vamos a hacer, mala suerte, vamos a por la Liga. Cada duda fue una ingenuidad, no conocer a Simeone.

El supuesto cordero salió como un lobo, como un dragón. Los primeros 20 minutos trajeron al Barça, superado hasta límites insospechados, horribles recuerdos de Múnich 2013. A los 6’, Koke marcó a placer después de que Adrián tirase al larguero y supiera reaccionar para habilitar al canterano. La ventaja fue gasolina para el Atleti, con Villa empeñado en vengar los silbidos de la ida. No le dejó la madera, que le frenó dos veces, a los 11 y a los 19 minutos. Pero, aun sin gol, dio una lección. Se le fichó para días así y respondió con creces.

El Barça, con una defensa de verbena y la dimisión irrevocable de Cesc y Messi, sólo daba señales de vida a través de Neymar, que al menos entendía que lo único innegociable es intentarlo. En una internada con un caño de miles de pinchazos en Youtube, habilitó a Messi, pero esté tiró fuera con cierta desgana. Al menos se confirmó su presencia.

Sin sus estrellas, el Atleti ofreció los papeles protagonistas a sus actores de carácter. Respondieron todos, algunos contra toda lógica, como Adrián. De todos los milagros que ha obrado Simeone, y el tipo está empezando a merecer santuario y peregrinaciones, quizás ninguno como jugarse la Champions con un delantero que no había entrado en seis de las siete últimas convocatorias y que éste resucitase de golpe al deslumbrante futbolista de hace dos años, aquel al que dimos por perdido. Mascherano y Bartra, pobrecitos, casi piden que salga Costa. Si toca el Chelsea en semifinales y sale Aranzubia, no descarten que sea el héroe. La magia no cesa.

De hecho, poco antes del descanso, Adrián se fue de Mascherano y este le agarró en el área. Penalti que Webb no pitó y compensó de inmediato en otro de Godín a Cesc. Intercambio de protestas y al vestuario con sensaciones extrañas, todos preocupados. El Barça porque le estaban arrollando, el Atleti porque no había sentenciado y el fantasma de Schwarzenbeck no se borra fácilmente.

Antes de inmolarse definitivamente quitando a Iniesta cuando perdía, el Tata debió ser capaz de explicarle a sus jugadores que las celebridades mundiales eran ellos aunque resultara increíble visto lo visto. Lo olvidaron en cinco minutos, pero bastó para que Neymar se plantase solo ante Courtois. El problema del belga es que estar solo con él es estar rodeado. Se lanzó a los pies del brasileño y le arrebató el balón mientras silbaba. Un portento. La jugada continuó, ahora ya sin portero, pero ni Messi ni Xavi acertaron a embocar. Lo que parecía el inicio de la carga blaugrana fue su final.

Porque esta vez el Atleti no se desfondó a 500 metros de la meta. No, siguió esprintando hasta el final y, después, un poco más. Por si acaso. Y pudo hacer más sangre en media hora de emoción desbordada en el Calderón, con la grada convertida en un coro, consciente de la grandeza del momento. Tiago, imponente y omnipresente, gobernaba escudado por Gabi, Koke y Raúl García. Villa corría como un juvenil. Filipe y Juanfran recorrían la banda como si tuviera un pasillo mecánico de los de los aeropuertos. Y Miranda y Godín transformaban el supuesto peligro en algodón de azúcar. No falló nadie.

Pinto, con sus cosas, permitió soñar al Barça hasta el final con un premio que jamás mereció: sacó un remate cercano de Diego; una contra de Gabi que, desfondado tras un emocionante esfuerzo, definió mal, y un gran tiro del Cebolla. Entre medias, Webb prolongó la emoción perdonándole otro penalti a Mascherano y Neymar provocó el único segundo de silencio con un cabezazo fuera. Todo anécdotas. Lo importante fue que el Atleti, en un partido para la eternidad, está en semifinales dela Champions. La leyenda crece y no hay atisbo de que se acabe. La fiesta no cesa.