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REAL MADRID 100- BARCELONA 80 (2-0)

El Real Madrid quiebra al Barça con un partido portentoso

Firmó un primer cuarto histórico (31-10) con Llull majestuoso (cinco triples, seis al final y 24 puntos). Rudy y Ayón también lo bordaron y con ellos todo el equipo.

Madrid
El banquillo madridista celebra una canasta de su equipo.
El banquillo madridista celebra una canasta de su equipo.JAVIER GANDUL

El talento hace grande a un equipo, pero el carácter le sube al pedestal y le rodea de títulos. Descomunal el hambre y la ambición que demostró el Madrid en este segundo partido. Los blancos vienen de ganarlo todo, habían logrado empezar la final con 1-0, que siempre destensa, pero arrasaron al Barça en determinación, en bemoles. Lo destrozaron, se lo comieron de un bocado en un primer cuarto en el que Sergio Llull firmó diez minutos antológicos, ya en la historia eterna del Real Madrid. Anotó cinco triples sin fallo, varios a la carrera, y 7 de 7 su equipo para un 31-10 (diferencia récord de siempre en el playoff en un cuarto inaugural).

Pero no era el acierto, no solo, era la defensa (la que impedía que Tomic generara juego y la que robaba cinco balones) y era la pelea vital por el rebote, por cada posesión. Un hambre de gloria que en este equipo parece alimentarse con cada conquista. Voracidad del reino animal. El Madrid ha aprendido a engullir y no quiere parar. Junto al genio de Mahón, un titán (Ayón) y un portento (Rudy). Don Rodolfo Fernández Farrés dio de inicio cobertura a Llull, abrasando a Abrines de forma salvaje, y luego se puso a los mandos. Figura de la intendencia más acierto pleno en los triples (3 de 3). Añadió entradas de valentía y clase infinita frente a Tomic y el resto de torreones. Un banquete para los sentidos que pone al Real 2-0. Acaricia la Liga, pero aún debe ganarla. Esto es deporte, ya saben…

Xavi Pascual no vio el anhelado resurgir de Tomic, el croata ni siquiera alcanzó a liberar al perímetro porque la defensa local lo desbarató todo. Me decía un amigo que el técnico azulgrana es capaz de diseñar 20 soluciones tácticas en un azulejo de piscina, esta vez ni con una pizarra. El arsenal madridista le dejó sin respuesta. Nada de Tomic y poco de Hezonja, en el limbo Satoransky y Huertas. Apenas la manita de Doellman con el carrito del pescado vendido (24 tantos).

El Barça cosió seis puntos de la brecha, aunque sin el instrumental adecuado, más por amor propio (47-32). Lo hilvanado se volvió a abrir y el roto ya no había quien lo suturase. Carroll podía con Oleson; Maciulis con Thomas; Reyes hacía pareja obrera perfecta con Ayón; Rivers de nuevo era el chico para todo silencioso y sin errores; Nocioni insuflaba fe, la de su tierra, con la sangre corriendo por la frente; Sergio celebró días mejores, pero es el timón de todo esto, de una maravilla de grupo casi irrepetible. El pasado más glorioso del club blanco siente ahora nostalgia de este equipo. A un triunfo de pelearle el título honorífico de mejor Madrid de siempre en una temporada a aquel bloque mágico de Ferrándiz, Luyk, Emiliano y compañía. “¡Cuánto te queremos; Sergio, quédate!”, fue el grito-broche del Palacio a una actuación bárbara de Llull: 24 puntos, 6 triples, 5 asistencias y 31 de valoración. Amén.