WARRIORS 101-92 ROCKETS

Curry y Durant terminan el sueño de los Rockets; Cavs-Warriors IV

La magia del tándem de los Warriors sometió a unos disminuidos Rockets, que padecieron la ausencia de Chris Paul. Las finales de la NBA se repiten por cuarto año seguido.

Curry y Durant terminan el sueño de los Rockets; Cavs-Warriors IV
RONALD MARTINEZ
Eduardo López
Periodista de reportajes y contenidos especiales de AS USA Latino/AS México, a donde llegó en 2015. Ha seguido a la Selección Mexicana de Fútbol por nueve países. Escribe sobre fútbol, baloncesto y política deportiva. Ha cubierto eventos como NBA, la Copa América Centenario 2016, Copa FIFA Confederaciones y la Copa del Mundo de Qatar 2022.
Estados Unidos Actualizado a

Uno a uno cayeron los triples. Como bombas de racimo. Pum, pum, PUM. Uno más estruendoso que el otro. El rozar de la pelota en las redes era como el rasgar de un cuchillo en la piel. Cada que Curry, Thompson, Durant aparecían, como en acto de ilusionismo, detrás de la cortina, solitarios en una esquina, el pavor cundía en Houston. Los tiros y las redes encendidas eran acompañados por los gritos despavoridos de la afición congregada en el Toyota Center. El terror. Los aviones de la Luftwaffe sobre Londres. La catástrofe. 99 partidos de perfección y ocho meses de excelencia, de aplausos, de verbena y mezquita. Y todo para la nada. Para cinco triples de Curry en 12 minutos; para 20 minutos de sequía en la tercera dimensión; para el rostro desencajado de Chris Paul, impávido, estéril, impotente; para 23 años, y contando, sin opciones de pelear el Larry O'Brien. Para abrir el pasillo a la final de una generación, la Jazz vs. Bulls millennial, el Clásico de nuestra era, el duopólio de la NBA de fuegos artificiales y bombazos nucleares.

El pánico, no obstante, recorrió el cuerpo de Steve Kerr cuando debió pedir tres minutos de reflexión en el primer cuarto para limpiarse los sedimentos de la erupciones de Harden y Gordon. 'La Barba' se encontró desde las confinidades del perímetro y, cuando le vino en gana, abrió la pintura que mal custodiaron Bell y Looney; la suma de los dos da la mitad de un Igoudala. Hasta entonces, los Rockets superaban el déficit CP3, mantenido en formol y veladoras para que su muslo sanara a tiempo; sin él, y con Harden en la máquina de oxígeno, los Warriors endosaron un parcial de 26 puntos en 17 minutos tétricos a lo largo de la serie para Mike D'Antoni. Para buen augurio, Thompson rebajó sus prestaciones cuando delinquió en tres ocasiones (en 5 minutos) y debió ser enviado a los juzgados para expiar sus malas intenciones. Hasta entonces, Curry (3 puntos, 1 triple) era un fantasma y Durant, una estatua.

Los Rockets acentuaron su tono muscular en la segunda manga. Capela (9 rebotes y 20 puntos de remate) blindó la zona pintada, con auxilio de Gordon, un todo-terreno, y Gerald Green. Golden State no compareció en su propio terruño, tierra conquistada por la guardia pretoriana de D'Antoni; los texanos arrancaron 11 tablas ofensivas en las narices de Looney y Green, un síntoma del refriado: 2/6 de campo, 5 turnovers y 14 puntos permitidos investido como defensor primario. Por contra, los Warriors solo recolectaron 4 segundas oportunidades en territorio enemigo. Houston, todo está bajo control, accionaba el radio comunicador Harden con 18 puntos en la bolsa mientras miraba por el retrovisor a Thompson (12; 9 desde la tercera dimensión). "Había algo en el aire", escribió con atino Tom Petty.

Y llegó la nube tóxica. Y se postró sobre el Toyota Center. Ningún equipo había ganado los partidos 6 y 7 de serie final de conferencia después de llegar al medio tiempo con déficit mayor de 10 puntos; excepto, claro, desde hoy, los Warriors. El partido de 15 puntos, que en el relato describimos, jocosamente, como "definido", solo tenía una posesión de diferencia con 4:37 por jugar en el tercer capítulo. ¿Por qué? Porque Curry circuló por el perímetro, porque Durant se quitó el corsé y por Thompson aprendió a jugar sin miedo y sin navajas atadas a las falanges. Y porque a los Rockets, el equipo con mayor porcentaje de triples ensayados en la temporada (48.1%) entró en un bucle perverso. Uno, dos, tres. 27 (!!!!). Sí. 27 intentos sin puntería. La peor secuencia en la historia de la postemporada. Tucker, en la esquina izquierda, ya en el último capítulo, rompió la ventolera, pero ya era demasiado tarde. Desde el 6:02 del segundo periodo hasta el 7:02 del cuarto, el tiempo que duró la hibernación de los Rockets, los Warriors se ensañaron a placer: 59 puntos, 55% de campo y, más importante, 13/27 en tiros de tres; siete firmados por Stephen Curry, el azote, el especialista, el nigromante.

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Las perforaciones de James Harden, cuyas acciones en hiperinflación alcanzaban cuotas máximas, encontraban respuesta inmediata vía Durant, quien exhibió reportorio de 'fadeaway', 'jumper' y hasta alguna bandeja trazada por Curry desde el pick & roll, maestro y batuta. Steph, por su parte, utilizó a Bell en dos ocasiones para imponer un muro en su salida a la llave, sellar el perímetro y ubicarse en la soledad de la esquina para detonar los misiles de destrucción masiva que envidiaría Kim Jong-un. La pizarra de Kerr, la magia de Steph, el terror de Houston. Steph fue un cohete y Harden, un guerrero (35+6+6; el MVP le aguarda en la sala de casa, pero sin dedicatoria especial). El partido, en un acto de justicia poética, terminó prensado en las palmas de Durant, (34+5+5), entregado por Ariza, su mayor aportación en su noche lóbrega (0 puntos). El colofón (im)perfecto; Houston entregado a su horror.

Solo cinco franquicias en la historia de la NBA han jugado cuatro finales seguidas: Celtics y Lakers; en otras dos ha jugado LeBron (Heat y Cavaliers, por si faltaba un argumento), y la quinta son los Warriors de Kerr, el equipo que desafía la lógica, destruye los paradigmas, revoluciona la estética del juego, propaga el fuego en cada arena que pisa y estremece con su baloncesto de alto tempo, heavy metal, y súbitas pulsaciones cardiacas. El cuarto capítulo de Cavs y Warriors aguarda. ¿Aburrido, dirán? Qué va. Historia, riadas de baloncesto demencial, LeBron y Curry, la trascendencia al tiempo, los triples como bombas de racimo, uno más estruendoso que el otro. Pum, pum, PUM.

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