Panamá golpea a Pochettino; elimina a Estados Unidos de la Liga de Naciones de Concacaf
Un gol in extremis de Cecilio Waterman dejó tendido en el campo al USMNT, que dominó esterilmente. Panamá vuelve a ser el verdugo de Estados Unidos.

Otra vez Panamá. Como en la Copa Oro 2023. Como en la Copa América 2024. Cecilio Waterman, en una pelota furtiva, casi inexplorada, resolvió un partido denso, apesadumbrado, sin apenas conflicto, pero que llevará cola. Mucha cola. Una semifinal en clave pretemporada, mínima, legañosa, que lo mismo causa un incendio en las oficinas de Chicago. El primer cataclismo al que habrá de enfrentarse Mauricio Pochettino, cosas del fútbol estadounidense contemporáneo. El ‘Team USA’ dejó vacante, casi sin resistencia, la triple corona de la Liga de Naciones.
La trama, claramente, no había preparado al espectador neutral para el desenlace. Un Panamá muy retórico arrinconó a Estados Unidos con posesión y buen gusto. Los laterales altos de Christiansen, Gutiérrez y Blackman, descompensaron la línea media de Pochettino. El USMNT apenas dio pie en bola, pero no pareció incomodarse. Hasta que una dosis ‘Pochettinista’, ruptura y juego profundo, sacó del marasmo al ‘Team USA’: Weah activó a McKennie, a las espaldas de Gutiérrez, aunque la diagonal retrasada se le quedó corta a Sargent. Su disparo maltrecho, envenenado por la presencia de Fariña, casi encontró puerta. Suplicante, la pelota pegó con la base del poste. Un minuto después, un frentazo de McKennie terminó en la bolsa de Mosquera. Acto seguido, Weah cabalgó por la ladera izquierda y Sargent prendió una volea digna de Champions League, que no de Nations, pero el juez Anthony Nation encontró al turinés en territorios ilegales. Pero el tono había cambiado radicalmente. Entre la insuficiencia panameña y el autocontrol estadounidense, el partido se sumió el letargo de las ‘cascaritas’ veraniegas. Muy poco quedaba de aquel furioso combate a bayonetazos en Atlanta, hará nueve meses.

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Scally y Musah lideraron el paso adelante del USMNT. Hasta Tim Ream se animó a ocupar tierras extrañas. Entretanto, Weah apeló al repertorio paternal y torturó a Blackman cuantas veces quiso, como bien hacía su padre con todos los defensas de Italia y más allá. A campo abierto, Timothy, reconvertido en un zaguero de insospechada diligencia por Thiago Motta, es incontenible. Un guepardo. Pulisic, en un rol de mediapunta caótico, estaba a un centímetro de todo: de que su disparo librara los pies de Fariña, de que Godoy le perdiera la pista, de que Tessmann lo encontrara sin escolta. Entre todo, Fajardo rompió la línea de Richards, Carrasquilla, un espiritista que parece que inerte pero lo ve todo, atisbó a Fajardo, pero el ariete, glotón, se empachó. Falsa alarma. Como el partido mismo.
Carrasquilla y Waterman, y la bendición de Henry
Tras un strike de Musah, Richards y Blackman cayeron rendidos, con los músculos atrofiados. Pochettino insertó a Agyemang, quien aprovechó el desbarajuste que dejó la salida de Blackman: se merendó a Harvey y ajustó su disparo con el borde interno derecho, pero Mosquera atendió, gracias a la escasa potencia de la descarga. Entonces, Pulisic despertó de la siesta, surcó la pradera derecha y Agyemang se disparó a los pies. Apuntó a la pantorrilla. La pelota cayó, tragicómicamente, en las redes superiores. El partido parecía discurrir en mínimos hasta el cierre, salvo algún esmero de McKennie y el milagro final.
Pase clave del clarividente Carrasquilla, sensual, profuso y malintencionado. Waterman mató la pelota de diestra y la impregnó, lenta, dolorosa, gloriosa. Una pelota furtiva, una gota en el desierto angelino. Turner sólo acompañó la desgracia. Waterman y media Panamá hicieron a Thierry Henry, devenido en estrella televisiva, en un panameño más. Gol de aprendiz a ídolo. Gol con bendición francesa, de campeón del mundo. Ese gol, sin duda, lo habrá avalado la leyenda, tan dado a ese tipo de definiciones épicas y arrinconadas. La triple corona está vacante. Dependerá de Pochettino detener el cataclismo que se avecina.

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