La Habana: tradición, historia y pasión por la pelota
La capital cubana palpita con intensidad el béisbol. La ciudad también es el centro de la maquinaria estatal del deporte cubano y su estudio científico.
Una 'dama envejecida'. Si nos asomamos a sus arrugas, podemos apreciar lo bella que fue; y al alejarnos, lo linda que aún es. Luz y color, el susurrar de las olas del Caribe, que acompañan las fachadas derruidas y marchitas. Una ciudad congelada en el tiempo; la capital del pasado. Los cadillac de los 50, el calor que se pega en la piel, la suave yerbabuena del mojito, el mosaico de proclamas revolucionarias, las que pregonan el alumbramiento de una nueva sociedad. La cima de la Revolución. La ciudad que encandiló a Hemingway. El faro del Caribe. El vigor de su Malecón, la elegancia de su Capitolio, las historias en ruinas de la Vieja Habana, la impasibilidad del Castillo del Morro. La Habana, ciudad eterna.
El Estadio Latinoamericano también ha sido un termómetro del estado de ánimo de la sociedad cubana. En 1956, fue sede de una de las manifestaciones más notables contra la dictadura de Fulgencio Batista, liderada por José Antonio Echeverría Bianchi. Después, ya en castrismo, ha escenificado la paulatina apertura del régimen a un mundo al que recién ha comenzado a asomarse. El 28 de marzo de 1999, albergó el histórico partido entre los Orioles de Baltimore y un combinado de jugadores nacionales, con el beneplácito de las administraciones de Fidel Castro y Bill Clinton, entonces líderes de Cuba y Estados Unidos, en un contexto en el que las restricciones para viajar a la isla desde la Unión Americana se relajaron. La diplomacia a través del deporte se repitió en 2016, cuando Raúl Castro y Barack Obama volvieron a acercar a los países, tan distantes como separados por el Caribe, a través del béisbol. Ahora fueron los Rays de Tampa quienes enfrentaron a la selección cubana con ambos mandatarios en las gradas del 'Coloso del Cerro', distendidos, con bebida y botanas a la mano. El episodio ilustró el deshielo de las relaciones USA-Cuba iniciado en 2014, con la reactivación de los lazos diplomáticos suspendidos desde el ascenso del castrismo.
Si el Estadio Latinoamericano es el núcleo del deporte cubano y sus diversas aristas políticas y sociales, el Estadio Panamericano es su más notoria ventana al mundo. El recinto, construido a imagen y semejanza de los estadios olímpicos del mundo, ovalados y la cancha rodeada de una pista de tartán, fue la sede principal de los Juegos Panamericanos de 1991, la cita internacional de mayor renombre que ha organizado Cuba. Las ceremonias de apertura y clausura, amenizadas por la salsa y el brillo de la cultura cubana, se celebraron con la brisa del mar y la amenaza del salitre; el estadio está a menos de un kilómetro de la costa. Las hazañas de Javier Sotomayor, el más grande saltador de altura de la historia, tuvieron el Estadio Panamericano como su testigo predilecto. Cuba ganó aquellos Juegos, 140 medallas de oro, 10 por encima de la delegación estadounidense. Hoy en día, el espacio no es más que un recuerdo de sus días de gloria. Memorias en ruinas, como La Habana misma, como el Estadio Pedro Marrero, hogar la Selección Cubana de Fútbol, también de estilo olímpico, aunque su perímetro no está cerrado por gradas, que se interrumpen a lo largo de la circunferencia. Al igual que el Latinoamericano, fue escenario de otro capítulo del deshielo diplomático cuando el NY Cosmos de la NASL vistió y venció 4-1 a la selección local.