57 puntos de Harden y Paul apagan a los Warriors
Partidazo brutal en el Oracle Arena: arrasó Golden State con un 0-12 inicial, volvió Houston, Curry revivió a base de triples y definió Ariza. Serie empatada a 2.
La final de la Conferencia Oeste adquirió velocidad crucero hasta su cuarto capítulo. Un partido con mayúsculas y subrayado. Al fin. Los triples como bombas de racimo, los 'momentum' en vaivén, sangre sobre el parqué, el aro que escupía los mates, las redes que se bamboleaban. 95-92, vivos salieron los Rockets del tiroteo en Oracle Arena, ante una multitud frenética y un pelotón, liderado por Curry, disputo a prender fuego a los depósitos de petróleo a su retirada. Noche de sucesos en Oakland: primera victoria en excursión a la Bahía de los Rockets, de por vida, en postemporada. La racha de victorias en fila en el propio hogar, arrebatada a los Bulls de Jordan, se detuvo para los Warriors en 16. La final del Oeste, en punto de ebullición ahora, se garantizó un sexto partido, al menos. Y qué bueno. Baloncesto en bacanal.
El partido fue demencial desde su apertura: los Rockets tardaron cinco minutos y 18 segundos en anotar sus primeros puntos del encuentro; su sequía inicial más prolongada del curso. Entre tanto, los Warriors aprovecharon que su rival permanecía en los vestuarios y ensayó a placer desde el punto que les diera la gana. 0-12. Mike D'Antoni cruzó las manos en dos ocasiones. La dejación requería de cirugía de emergencia. Antecedente irónico: ¿último equipo que tardó más de cinco minutos en encontrar las redes en un juego de playoffs? Correcto, los Warriors del récord 73-9, en el sexto encuentro de las catárticas finales de 2016: en el que Curry se deshizo de su protector bucal y en el que LeBron hizo premonición.
57 puntos de Harden y Paul apagan a los Warriors
Los Rockets desatendieron el mal augurio californiano y reactivaron su armamento. Del 50% de campo, los Warriors descendieron al 40 en el segundo cuarto, toda vez que Gerald Green persiguió hasta la saciedad a Curry y Durant, investido de operario, ejecutó desde las sombras, por si debía custodiar a Harden y a Paul, dos bestias con grilletes. El metal se rompió y Harden relució la Barba. Chris Paul comenzó a multiplicar por tres y Harden no temió en torturar ni a Looney ni a Green, dos mazapanes. Harden obró el mate del año, un ganador All-Star que haría ruborizar el vuelo en V de Michael Jordan: vuelo furioso, mano izquierda recta, violenta, el canasto se atascó, un bombazo entre redes, un ruido nuclear. Green quedó en ruinas. Las palmas de las manos no serían más que cicatrices. El juego de pantallas permitió a Paul liberarse de custodia y desde la línea de libres CP3 confirmó el rumor: los Rockets dieron el golpe de Estado.
Y llegó la combustión de Stephen Curry (28+6+2). Suyo fue el primer triple del partido y cuatro en el tercero. Uno tras otro. Pum, pum, pum. Sin aliento. Sin resquemor. Ni Harden, ni Paul, ni Capela. Trazó cuatro arcoiris a lo largo de la Bahía para que las aguas se partieran, desde Oakland hasta San José. Él solo embocó 17 puntos, los mismos que los Rockets en todo el tercer parcial, karma instantáneo: el outscore de los Rockets en el segundo manga fue 34-17. Mike D'Antoni debió preverlo. El tercer cuarto es la media noche de Curry, hombre lobo: 35 puntos combinados en el capítulo, 28 en el resto en los dos últimos encuentros. El bloqueo de Ariza sobre Steph, acto de ilusionista y aparición furtiva por el lado ciego, fue premonitorio.
Harden (30+4+4) y Paul (27+2+4) aún tenían dinamita guardada en las bodegas del Oracle Arena. Ello, y que a Curry le fue robada la gema, que Capela destapó la pintura de guerra y que Ariza pulió la metralleta. Los minutos finales fueron un tiroteo indiscriminado contra los Warriors, desprovistos de chaleco antibalas, borbotando sangre por doquier, y un Oracle Arena aterrorizado. Mientras Harden incursionó en la pintura como en propio jardín, Paul prosiguió con las clases de danzón y Ariza encontró los desiertos que Steve Kerr no advirtió. Un pase a mano, estética pura, de Paul a Ariza, ubicado en la esquina profunda, descorchó la humareda en Oakland. La réplica frontal de Gordon, tras abrir el paso a Paul con una cortina para detener a Green, decretó el luto. Aún, el tiro desesperado de Thompson terminó con falta a Paul y una falla de CP3 desde el paredón. Curry casi escribe un milésimo milagro, pero la noche no admitía más emociones.
12 puntos en el último cuarto (el peor perfomance ofensivo en un parcial desde que existe el reloj de disparo de 24 segundos) y 14% de campo (3-18) no son argumentos para vencer; menos si Harden y Paul, sedientos de sangre (aunque sin doble-doble, siquiera), esperan bajo trincheras prestos a la inmolación. Y eso que D'Antoni dejó a su banquillo en Houston; solo Green fue requerido por él. El resto, a mascullar. La estrategia, exprimir a Harden hasta la extenuación, rindió.
La final del Oeste no ha hecho sino empezar.