Nadal dice adiós para siempre al Madrid Open

Las lonas que tenía preparadas el Madrid Open desde el pasado jueves para homenajear a Rafa Nadal en su última participación (la 20ª), cayeron este martes desde lo alto de uno de los fondos de la pista Manolo Santana. Mostraban imágenes de la celebración de sus cinco títulos con la frase ‘Gracias, Rafa’. Fueron el telón que puso fin a la historia del balear de 37 años en el torneo, en el que, si no cambia de opinión, será el último partido en la Caja Mágica del hombre que ostenta el récord de victorias (59) y de campeonatos allí. Lo perdió contra Jiri Lehecka, checo de 22 años y 31º del mundo, frío como un témpano, a quien no le templó el pulso para vencer (7-5 y 6-4) al ganador de 22 Grand Slams en su casa, delante de un público entregado al ídolo español, que hizo resonar sus ánimos bajo el techo retráctil cerrado para la ocasión, como más le gustaba a Nadal.

No fueron suficientes para que se obrara el milagro de una remontada. Aunque, pese a la derrota, Rafa disfrutó intentándolo. Antes del último suspiro, tronó desde la grada con toda la gente en pie. Daba la sensación de que quien había ganado era Nadal.

“Estoy contento, fue una semana muy especial para mí, muy positiva en todos los sentidos. Y pude volver a jugar otra vez en una pista que me ha dado mucho, también a nivel emocional. Ha sido inolvidable y solo puedo dar las gracias. Ha sido un viaje increíble”, dijo a pie de cancha, mientras todo su equipo y su familia lloraba en los palcos. Luego vio un emotivo vídeo. “Que era una broma, el año que viene vuelvo”, añadió con una mezcla de sorna y voz quebrada.

No había venido a levantar el trofeo (aunque se llevó uno de regalo), sino a recuperar sensaciones y sentirse querido y competitivo. Y lo logró. Aunque igual ni lo sabía, se quedó a un triunfo de ser el primer tenista llegar a los 100 cuartos en Masters 1.000. Será Lehecka quien los dispute mañana, ante Medvedev, que pudo con Bublik (7-6 (3) y 6-4). El ganador jugará en semifinales contra Sinner, que eliminó a Khachanov (5-7, 6-3 y 6-3), o Auger-Aliassime, que apeó a Ruud (6-4 y 7-5).

Ante el jugador de Mladá Boleslav, a quien nunca se había enfrentado pero que le ganó hace unos días un set durante el entrenamiento que compartieron, Nadal estuvo a gran altura en los diez primeros juegos, asegurando sus saques y tratando de leer los de su rival, que llegó a servir a 232 km/h. Tuvo incluso una ventaja para hacer break en el 4-4 y levantó un 40-0 al resto hasta el deuce en el 5-5. Pero, acto seguido, perdió su turno en blanco. Injusto, porque se merecía al menos el desempate.

Orgullo hasta el final

Contrariado, Nadal encajó un quiebre de salida en la segunda manga y estuvo cerca de verse con dos de desventaja, pero resistió para seguir con opciones. Lo cierto es que ya no las tuvo. Lehecka se soltó. La fiesta no iba con él y le colocó a Rafa siete aces y cedió solo cinco puntos con primeros servicios, además de meterle 36 golpes ganadores. Mucha tela. Solo le costaba tener precisión en movimiento.

El ex número uno del mundo regaló algo de espectáculo, y no mostró excesiva fatiga ni dolor. Buenos signos de cara a Roma, su próxima parada desde la semana que viene, si no se la salta, y Roland Garros, desde el 26 de mayo. En Madrid ya había hecho lo que tenía que hacer y más. Y se le recordará por siempre.

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