Turín vibra por Sinner, primer finalista italiano del Masters

Italia tiene en Jannik Sinner un tesoro, un ídolo sencillo y humilde que en pocos años ha desbancado en las preferencias de sus paisanos a Fabio Fognini y a Matteo Berrettini, el último finalista de Grand Slam (Wimbledon 2021) del pujante tenis transalpino. El de San Remo vive los últimos coletazos de su irregular carrera, mientras que el romano está en horas bajas por culpa de las lesiones. El hueco lo ha llenado el joven pelirrojo de 22 años, primer finalista de su país en las ATP Finals, en su primera participación como clasificado (en 2021 jugó dos partidos como sustituto de Berrettini), después de vencer en tres sets (6-3, 6-7 (4) y 6-1) y 2h29 a Daniil Medvedev. Nadie jugaba en casa el último encuentro del evento en el que compiten los ocho mejores de la temporada desde el estadounidense Andre Agassi en 2003, cuando perdió en Houston contra Roger Federer.

Sinner llega invicto y crecido al partido del domingo (18:00, Movistar+) para el que espera un rival que será de aúpa: Djokovic o Alcaraz. “Si Carlos gana, sería bueno porque hay muchas cosas juntas en nuestro enfrentamiento Si es contra Novak, cambiarán un par de cosas”, avisa. Lo bueno para él es que sabe lo que es ganarlos y, además, recientemente. Pudo con el serbio el martes en la fase de grupos para inaugurar su casillero en el cara a cara (1-3) y al español lo venció en Pekín, por cuarta vez (4-3), hace solo unas semanas. Así que afrontará el partido más importante de su vida con la moral por las nubes. Los problemas en la espalda que acusó el jueves en el partido contra Holger Rune (“Sentí un pequeño clic, una molestia que luego se fue”, explicó), no parecieron afectarle en esta ocasión.

En Turín están enloquecidos con Sinner, empezando por su fiel club de fans, los Carota Boys, seis chicos que se disfrazan de zanahoria para animarlo y que le han seguido este año por todo el mundo. Estuvieron en Roland Garros, Wimbledon y el US Open. En la ciudad piamontesa están invitados por uno de los principales patrocinadores de las Finals, Lavazza, marca de café que preparó un curioso encuentro entre ellos y el propio Jannik. “Creo que es un privilegio tener este tipo de presión. Ya una semana antes del torneo me sentí muy bien en esta pista, que es muy rápida. Obviamente, la gente me da mucha energía y para mí es un placer jugar delante de los fans de casa, en Italia. Todo está yendo de buena manera y estoy realmente feliz”, reconoció antes de bromear sobre su fama. “El único problema es que soy pelirrojo, así que es fácil reconocerme (risas). Las cosas cambian cuando tengo una gorra puesta, así que es bueno. Si la gente me reconoce, es una buena sensación, bonita. Por otro lado, a veces cuando querría ir a comer algo normalmente a un restaurante”.

Contra Medvedev, Sinner jugó con el mismo aplomo y valentía que había mostrado en los anteriores partidos de la Copa de Maestros. Quizás el arrojo es lo que había faltado para subir un peldaño más arriba en su trayectoria, aún huérfana de una final de Grand Slam (ha llegado, como mínimo, a cuartos y este año en Wimbledon fue semifinalista). Eso le pondría a la altura de Berrettini y de leyendas del pasado como Nicola Pietrangeli, dos veces campeón en París (1959 y 1960) y Adriano Panatta, que lo fue también en Francia en 1976. También de Flavia Pennetta, desposa de Fognini, que triunfó en el US Open 2015.

Igualdad y problemas

Jannik, entrenado por Darren Cahill y Simone Vagnozzi, hizo un partidazo (maravilloso el revés, sobre todo el paralelo), superó dos momentos críticos con puntos de break en contra en los dos primeros sets. En el primero, hizo el break justo después de salvar la primera oportunidad de Medvedev. En el segundo sobrevivió hasta el desempate y ahí Medvedev dominó con saques potentes y certeros. Aunque el esfuerzo le pasó factura y pidió tiempo muerto médico para que le trataran por un dolor en el glúteo derecho. “No lo hice para despistar a Jannik después de que perdiera el desempate”, aseguró después.

Esa preocupación debió afectarle, porque entregó su saque, se enfadó con el público (señaló incluso a un espectador al que retó a bajar a la pista) y tiró su raqueta después de perder un punto largo. “Es el único juego en el que perdí la cabeza, pero creo que la gente fue muy agradable conmigo toda la semana, incluso en este partido”, se disculpó. Sinner lo movió de lado a lado la pista, buscando explotar su aparente debilidad. Y la estrategia le funcionó. Volvió a romper para el 5-1 y finiquitó la que, probablemente, sea su victoria más importante, a la espera de lo que ocurra en la final.

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