Rafa Nadal se queda al borde del adiós en la Copa Davis

Rafa Nadal está al borde del adiós. Su grandeza no le bastó para superar a Botic van de Zandschulp y, si Carlos Alcaraz (se enfrenta a Tallon Griekspoor) y el dobles de España no lo impiden, el perdido por un doble 6-4 en la Final a 8 de la Copa Davis contra el holandés Botic van de Zandschulp, puede ser el último encuentro de la magnífica carrera del ganador de 22 Grand Slams. Por la mañana se filtró la decisión del capitán, David Ferrer, de contar con el balear para abrir la eliminatoria, en lugar de Roberto Bautista. Demasiadas emociones, quizá, para afrontar un duelo de alto nivel contra un oponente frío, que supo abstraerse del ambiente para ganar con justicia y momentos de autoridad. Como hizo, por cierto, cuando eliminó a Alcaraz en la segunda ronda del pasado US Open. No obstante, Nadal logró que vibraran una vez más a los espectadores con su intento de remontada en el segundo set, cuando perdía por 4-1 y con bola para 5-1 de Van de Zandschulp, que reconoció, al final, que había sido “un verdadero placer” enfrentarse al ídolo. Esta fue la historia de un partido para la historia.

Aún no ha empezado y a Nadal (38 años) se le ponen los ojos vidriosos, dejando escapar alguna lágrima, cuando escucha el himno nacional de España en la presentación de los equipos. Poco antes habían retumbado los cimientos del Martín Carpena de Málaga con la ovación y los gritos del público al oír el nombre del balear por la megafonía. El speaker canta, uno a uno, los años de sus grandes títulos y se cae el pabellón cuando le nombran de nuevo. “Rafa, Rafa, Rafa…”. Es un gran día para él. Abraza a los compañeros de equipo. Después calienta con su rival, el holandés Botic van de Zandschulp. Está nervioso. En ese momento no sabe si será la última vez que complete todas sus rutinas. Tiene tres toallas. Se seca, bebe agua y coloca las botellas en la pista, perfectamente alineadas.

Querer y no poder

Le toca sacar. Se coloca la ropa interior, tira de la camiseta por los hombros, se toca la nariz, se peina las cejas y se seca la frente con las muñequeras. Comienza el encuentro. Tarda poco, casi nada, en apretar el puño y gritar “¡vamos!”. Se quiere soltar cuanto antes. Y gana el primer juego. Se le ve a gusto, salvo cuando tiene que darle a la bola en carrera. Buenos saques y un golpeo estático notable y preciso. Celebra los puntos con frecuencia y ganas, como en sus años mozos. A Van de Zandschulp, buen cañonero, es difícil encontrarle fisuras en el servicio, salvo cuando le tiembla el pulso y hace dobles faltas. “Rafa, Rafa, Rafa…”. Nadal comete una y se mete en un lío (15-40). Un passing fantástico pone al impasible Botic con 5-4, al borde de ganar el set y se lo apunta.

David Ferrer, el capitán español, busca soluciones con Carlos Moyá, entrenador del manacorí, que se va al baño. Pero Van de Zandschulp juega con profundidad a las líneas, con tiros planos letales. En esas, Nadal hace uno de esos remates suyos de espaldas que parecen imposibles y se viene arriba. Aunque le dura poco el impulso, encaja un segundo break. Fiel a su espíritu combativo, no se rinde y gana un punto largo que vuelve loco al respetable y con el que rescata su primer juego en el parcial. Lo malo es que la red no está fino y se le escapan ocasiones claras. Su oponente lo ve y le pasa para asestarle un mazazo definitivo (4-1). Juega muy bien, de manera implacable. Sin piedad. Aun así, se encuentra con tres tantos de quiebre en contra por el oficio de Rafa y desperdicia una ocasión de poner el 5-1. “Sí, se puede, sí, se puede…”, corea la grada. Y llega la rotura. Un poco tarde, eso sí. Porque la escalada no continúa. Y se acaba una increíble racha de 32 victorias de Nadal en la Davis, entre individuales (29, perdió el primero y pierde el que puede ser el último) y dobles (3). Su balance queda, de momento, en un 37-6. Por primera vez cae en unas Finales (6-1). Se despide, por si acaso, aunque el homenaje tendrá que esperar.

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