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Tenis | Copa Davis

Gracias, gracias y mil veces gracias

España cae ante Holanda con derrota de Nadal, que dice adiós al tenis tras una larga y fantástica carrera. “Ha sido una historia preciosa”, celebra el balear.

Málaga
Rafael Nadal aplaude al público de Málaga en su despedida.
THOMAS COEXAFP

Había repetido Rafa Nadal en las últimas semanas que los finales de película casi nunca se producen en el deporte, que uno no puede elegir cómo será su despedida exactamente. Por desgracia para él, la suya aconteció ya en la madrugada del martes al miércoles en el Martín Carpena de Málaga con una doble derrota: la propia ante Botic van de Zandschulp (doble 6-4) y la de España en la eliminatoria de cuartos de la Final a 8 de la Copa Davis (2-1). El triunfo de Carlos Alcaraz contra Tallon Griekspoor (7-6 (0) y 6-3) acercó el sueño de disfrutar un día más de Nadal, pero el murciano no pudo rematar en el dobles con Marcel Granollers frente a Wesley Koolhof y Van de Zandschulp (7-6 (4) y 7-6 (3)).

“Las gracias las tengo que dar yo a tanta gente… Empezaré por el público, por los que estáis aquí. Han sido 20 años de carrera profesional en los que me habéis llevado en volandas siempre. Quiero agradecer el cariño que me han dado en todo el mundo”, dijo el ganador de 22 Grand Slams, doble campeón olímpico y poseedor de cinco Ensaladeras en la Davis. “A todo el equipo español que está aquí, por permitirme poder vivir la ilusión que tenía de jugar la Davis. No ha salido como todos hubiésemos querido, me habría gustado ayudar más, pero he dado todo lo que tenía y gracias por haberme dado la oportunidad de pasar estos últimos días como profesional en equipo”, añadió, antes de reconocer a los medios de comunicación su labor por contar su historia. “En general, ha sido preciosa. Con momentos malos, pero la mayoría, buenos e inolvidables”, señaló.

Nadal se quebró al hablar de su familia, que lloraba en la grada. “No me ha fallado nunca. Ha estado cuando las cosas parecían imposibles; cuando iba bien, me han mantenido con los pies en el suelo. Lo que venga en el futuro será más fácil de llevar por ellos”. También siguió con emoción las palabras del capitán español y su lugarteniente durante muchos años, David Ferrer: “En nombre del tenis español y mundial, no me quiero olvidar de la gente que has tenido a tu alrededor, han hecho posible que seas lo que has sido a nivel personal y profesional, alguien que será recordado toda la vida. Ese ‘vamos, Rafa’, siempre quedará para la historia. Hay personas que son recordadas por sus logros en la vida, otras hasta el fin de sus días, y otras eternamente. Tú serás recordado eternamente”.

Ese no fue el único instante emotivo de la jornada para él. Aún no había empezado su partido y a Nadal (38 años) se le pusieron los ojos vidriosos, dejando escapar alguna lágrima, cuando escuchó el himno nacional en la presentación de los equipos. Poco antes habían retumbado los cimientos del Martín Carpena de Málaga con la ovación y los gritos del público al oír el nombre del balear por la megafonía. “Rafa, Rafa, Rafa…”. Abrazó a los compañeros de equipo. Después calentó con su rival. Estaba nervioso. No sabía si sería la última vez que completaría sus rutinas. Con tres toallas a su disposición, se secó, bebió agua y colocó las botellas en la pista, perfectamente alineadas.

Le tocaba sacar. Y se colocó la ropa interior, tiró de la camiseta por los hombros, se tocó la nariz, se peinó las cejas y se quitó el sudor de la frente con las muñequeras. Comenzó el encuentro. Tardó poco en apretar el puño y gritar “¡vamos!”. Quería soltarse cuanto antes. Y ganó el primer juego. Se le veía bien, salvo para darle a la bola en carrera. Celebrando los puntos con frecuencia y ganas, como en sus años mozos. A Van de Zandschulp era difícil encontrarle fisuras en el servicio, salvo por alguna que otra doble falta. Nadal cometió una y lío (15-40). Un passing puso al impasible Botic con 5-4, al borde de ganar un set que se apuntó.

El principio del fin

Ferrer trató de soluciones con Carlos Moyá, entrenador del manacorí, que se fue al baño. Pero Van de Zandschulp jugaba con profundidad a las líneas. En esas, Nadal hizo uno de esos remates suyos de espaldas que parecen imposibles y se vino arriba. Aunque le duró poco el impulso y encajó un segundo break. Fiel a su espíritu combativo, no se rindió y ganó un punto largo que volvió loco al respetable. Lo malo era que la red no estaba nada fino y se le escapaban ocasiones claras. Su oponente lo vio y le pasó para asestarle un mazazo definitivo (4-1). Sin piedad. Aun así, se encontró con tres tantos de quiebre en contra por el oficio de Rafa y desperdició una ocasión de poner el 5-1. “Sí, se puede, sí, se puede…”, coreó la grada. Y llegó la rotura. Un poco tarde. Porque la escalada no continuó. Y se acabó una increíble racha de 32 victorias de Nadal en la Davis, entre individuales (29, perdió el primero y pierde el que puede ser el último) y dobles (3). Su balance queda, de momento, en un 37-6. Por primera vez cae en unas Finales (6-1). Se despidió, por si acaso, aunque el homenaje tendrá que esperar.

Minutos más tarde, Alcaraz salió a la pista. Lo había pasado fatal viendo a su ídolo. “Vi los tres primeros juegos aquí y los nervios me comían por dentro. Me tuve que ir, no aguantaba más ahí. Si hubiese estado todo el partido, no habría podido jugar luego”, le reconoció a Álex Corretja en Movistar +. Lo cierto es que aun así, empezó nervioso. Tenía un buen marrón delante: alargar la eliminatoria o que el equipo se fuera para casa. Por eso le costó encontrar el ritmo en una pista bastante rápida y bajo techo. Pero, tras unos apuros iniciales, se la arregló para ganar y hacerlo rápido (85 minutos), bueno para encarar el dobles con energía.

Aunque el punto decisivo, contra Koolhof y Van de Zandschulp, se complicó de manera cruel, tras un tanto de set en la primera manga que no pudo convertir Carlos. En la segunda, al de El Palmar le entró un resto que significó el primer quiebre del choque y la posibilidad de alcanzar la tercera. Sin embargo, Holanda reaccionó y en el tie-break sentenció para poner un punto final amargo a la enorme carrera de un coloso. “El modo en el que me gustaría que se me recordase es como una buena persona de un pequeño pueblo en Mallorca que tuvo la suerte de tener un tío entrenador y una gran familia. Un niño que siguió sus sueños, que trabajó lo más duro posible”. Rafa, gracias, gracias y mil veces gracias.

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