El sueño de una noche de verano
Estrenamos mes y, en lo que a caza se refiere, esta estación nos regala varias opciones que, unidas a la conservación de nuestros campos, levantan pasiones.
En realidad, durante la espera nocturna al jabalí, el único sueño que se nos presenta es el del encuentro con el gran macareno que todo cazador, ya sea rural o aquel que llega de la ciudad en busca de paz y tranquilidad, imagina en esas noches de tórrido calor en las que la imaginación nos lleva de espera.
Estrenamos mes y, en lo que a caza se refiere, esta estación nos regala varias opciones que, unidas a la conservación de nuestros campos, levantan pasiones.
Para los locos apasionados de la caza mayor, estamos inmersos en pleno corzo; en la menor, no podemos dejar pasar el descaste del conejo, como importantísima labor de control en la superpoblación de la especie, o de la caza de la paloma en la media veda, también conocida como “fiebre azul” por la pasión que levanta entre los cazadores esta ave, la torcaz.
Pero si hay una modalidad que en verano se convierte en la mejor de las prebendas, esta es sin duda la espera del jabalí. Nunca hay dos esperas iguales; de ahí, quizás, que despierte tantas pasiones. Somos muchos los cazadores que disfrutamos preparando, cargaditos de ilusión durante meses, nuestros puestos para no dejar nada al azar. Aun así, la noche es imprevisible.
En julio, los días nos regalan más horas de luz y las noches menos de oscuridad, el calor nos da una tregua por la noche y, si sales (o huyes) de la capital rumbo al monte para escuchar solo los susurros del campo, sin duda, ese será uno de los mejores momentos para los que amamos la caza y la naturaleza.
El día elegido para ir de espera, en la cabeza rezuma el olor a campo y los sonidos tan especiales que la noche brinda. La jornada laboral se desenvuelve entre impaciencia y nerviosismo por saber si será la noche en que tendremos la cita con el gran macareno.
Para disfrutar al máximo en nuestras esperas nocturnas al jabalí, nunca está de más dejarse aconsejar por conceptos básicos, pues esperamos a un animal tan listo, paciente e intuitivo, que es el protagonista de nuestros sueños y, en muchos casos, desvelos. ¿Quién no recuerda al gran “Solitario” de Foxá, que os recomiendo encarecidamente leer!
El sentido común nos dice que la espera la realicemos en aquellos lugares donde, por la abundancia de huellas de ida y vuelta que el guarro ha dejado, se compruebe que menudea el sitio de paso.
Si además nos colocamos en lugares apartados del monte, como campos arados, será más difícil abatir una hembra gestante, pues en estas fechas pueden confundirse con machos solitarios.
Debemos tener en cuenta, además, que establecer aguardos en cebaderos donde haya humedad del terreno será más complicado, ya que nuestros rastros permanecen más tiempo sobre el suelo y los jabalíes, precisamente, no son tontos.
El puesto necesita tranquilidad y debe estar lo más alejado posible de los lugares que se transiten. Fundamental es que esté totalmente mimetizado en la naturaleza y hecho con los mismos elementos que nos encontremos en el lugar de espera. Personalmente, me gusta dejar el piso lo más limpio posible para hacer el menor ruido posible al mover los pies.
No debemos obviar disimular nuestro olor. Se trata de intentar que nuestros olores se venteen siempre “por encima” del jabalí para que así pasen lo más desapercibidos que sea posible. Cuántos aguardos no se han visto frustrados porque el guarro nos ha “sacado”.
También es aconsejable que el comedero esté cercano a una baña, a poder ser natural, pues eso a los cochinos les encanta. Para ello, será tan fácil como pistear huellas y rascaderos cerca de la baña para saber qué ejemplar (por tamaño de huella y altura de las rascaduras y de las dentelladas) y con qué asiduidad la frecuenta (de manual básico de las primeras esperas). Un cebo universal, que además es muy práctico y cómodo de utilizar, es el maíz. ¡Les encanta!
Toca sentarse y disfrutar de la noche. La mejor forma de tener el puesto controlado es la observación a cierta distancia de lo que ocurre en el comedero. Para ello, podemos utilizar unos buenos prismáticos de visión nocturna que nos permitirán hacernos una idea bastante clara de los movimientos del guarro, así como distinguirlos sin ningún tipo de duda.
Si no disponemos de este tipo de óptica siempre podemos hacer un seguimiento, como se ha hecho toda la vida, con un reloj, colocándolo en un lugar y que al ser tocado o tumbado por el animal se detiene. ¡Un clásico, pero funciona!
Otro elemento imprescindible es la linterna. Cualquier modelo actual nos ofrece potencia suficiente (pensemos que el lance se desarrollará a unos 50/70 metros), por lo que debemos buscar un modelo que ofrezca un haz bien concentrado para que el blanco quede perfectamente nítido. En mi caso, además, busco haz de inundación para no dejar ningún cabo suelto.
Recordad que la ropa que llevemos al aguardo debe ser silenciosa. Para finalizar, y esto es de motu proprio, os recomiendo utilizar repelente antimosquitos, porque es la clave para que la noche sea perfecta. Que comience el baile.
Si eres un apasionado de las esperas o quieres saber mucho más, en el número de julio de la revista Trofeo Caza y Conservación encontraréis un ‘Especial esperas’. Puedes encontrarlo en tu quiosco habitual.
¡Feliz fin de semana, salud y buena caza!